REVISIÓN EN LA GRANJA
Un animal goza de buenas condiciones si está sano, cómodo, bien alimentado, se siente seguro, puede expresar formas innatas de comportamiento y no padece sensaciones desagradables de dolor, miedo o desasosiego”. Así define la Organización Mundial de Salud Animal el trato digno en las explotaciones ganaderas. No se trata de un concepto nuevo. Desde principios del siglo XXI, el bienestar animal se contempla en la legislación española, que establece medidas concretas en instalaciones, habitabilidad, alimentación, trato, transporte y sacrificio.
Según el Consejo General de Colegios de Veterinarios, la normativa española está a la altura de los países europeos más avanzados en la materia. Este mensaje tiene su peso, ya que organismos especialistas como el Instituto de Investigaciones y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) o NEIKER-Tecnalia recuerdan que, en cuestión de seguridad alimentaria y bienestar animal, Europa es la región más avanzada del mundo.
Sin embargo, la normativa va por detrás de una conciencia social cada vez más sensible con el derecho de los animales a una vida digna. Algunas cifras rozan la unanimidad: según el último Eurobarómetro (2016), un 94% de los españoles considera importante o muy importante el bienestar de las especies de granja, cuando diez años antes ese porcentaje se quedaba en el 71%. Según estudios como el Mintel Global Food and Drinks Trends, la demanda de productos éticos que incluye el bienestar animal ha crecido en todo el mundo: del 1% de 2007 se ha pasado al 22% tan solo una década después.
En ese contexto, la Unión Europea ha desarrollado proyectos como Welfare Quality (WQ) y Animal Welfare Indicators (AWIN) para impulsar tanto la investigación sobre bienestar (más de 40 universidades y laboratorios integrados) como medidas que van más allá de la legislación en toda la cadena alimentaria. Cada vez más empresas se suman a esta tendencia, que incluye certificaciones como Certicar y AENOR. “El sello acredita la preocupación de un ganadero por el cuidado de los animales y las buenas prácticas, en sintonía con los actuales valores sociales”, explica David Verano, director de Industria Agroalimentaria y Distribución de AENOR.
¿ASÍ ESTARÍA UNA VACA EN EL CAMPO?
Los protocolos como WQ y AWIN parten del mismo principio recogido en las leyes española y comunitaria: asegurar una correcta alimentación, una buena salud, un alojamiento adecuado y un comportamiento apropiado. Pero pone el foco en este último como medida de los anteriores. Es decir, no solo inspecciona las instalaciones y su habitabilidad, sino que analiza en detalle el estado físico y emocional de los animales junto con la forma en que interactúan, para comprobar que esas instalaciones realmente facilitan una buena calidad de vida.
Según especialistas como NEIKER-Tecnalia y el IRTA, las granjas que aplican estas medidas reducen la necesidad de usar medicamentos para prevenir o curar enfermedades. Un menor nerviosismo en los animales mejora sus sistemas inmunitarios y su estado físico general. Con ese objetivo, los auditores de los protocolos analizan parámetros como la calidad de pasto, piensos y agua y el porcentaje de animales que están fuera del área de descanso (lo que podría indicar que no cumple su cometido), el nivel de suciedad o si existen heridas, inflamaciones, diarreas, tos o secreciones, así como la ausencia de parásitos y depredadores en la zona.
Resulta fácil pensar que especies con miles de años de producción y selección genética muestran una conducta domesticada, pero en realidad es parecida a la que expresarían en libertad. Por eso, el protocolo analiza gestos como la jerarquía entre individuos, si se molestan entre ellos o hay enfrentamientos, cómo responde el instinto de una gallina ante ruidos desconocidos e incluso el tiempo que tarda un animal en tumbarse: si una vaca emplea más de seis segundos, es señal de alarma.
PUBLICIDAD Y ENVASES
La creciente sensibilidad de los ciudadanos ante el maltrato animal ha hecho que muchas marcas incorporen en sus envases y anuncios eslóganes sobre esta materia. Muchos de estos mensajes están avalados con los distintos certificados y organismos de control, sin embargo, otros se reducen a una simple estrategia de márketing. “No me gustan los que hablan de animales felices, sean gallinas o koalas, pues primero deberíamos definir qué es la felicidad y después objetivizar su evaluación, cosa que no hemos conseguido todavía ni en humanos”, opina Antoni Dalmau, doctor en veterinaria e investigador del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA).
BUSCA EN LA ETIQUETA
Si quieres verificar que los productos que compras respetan los protocolos de bienestar animal solo tienes que echar un vistazo a la etiqueta. Estos son dos de los logos más importantes:
- AENOR. La certificadora más importante en todo el país. Hasta ahora ha otorgado 4.200 certificados del protocolo Welfare Quality a explotaciones españolas de porcino, vacuno y avicultura.
- Certicar. Aplica uno de los protocolos europeos más recientes, AWIN, en el que participan universidades y centros de investigación de 10 países.
El Eurobarómetro de 2016 preguntó a los europeos sobre los cuidados al ganado.
¿Hasta qué punto es importante proteger el bienestar de los animales de granja?
- Muy importante: España, 55% // Europa, 57%
- Bastante importante: España, 39% // Europa, 37%
- No muy importante: España, 4% // Europa, 3%
- No sabe: España, 2% // Europa, 2%
- Nada importante: España, – // Europa, 1%
¿Le gustaría tener más información sobre las condiciones en las que se crían los animales de granja en nuestro país?
- Total SÍ: España, 71% // Europa, 64%
- Total NO: España, 27% // Europa, 33%
- No Sabe: España, 2% // Europa, 3%
El 59% de los europeos reconoce que estaría dispuesto a pagar más por productos de este tipo, aunque la mayoría preferiría que el precio no se incrementara en más de un 5%. En España, esta cifra desciende al 51%, pero solo un 3% aceptaría pagar un 20% más por productos respetuosos con el bienestar animal.
LA EXPERTA
LA EXPERTA: Inma Estévez, doctora en Etología y experta en bienestar animal del Instituto Público de Investigación y desarrollo tecnológico NEIKER-Tecnalia. Investigadora senior de Ikerbasque: “Un mayor bienestar no siempre supone un aumento en los costes”
¿Cuándo podemos decir que hay bienestar animal?
Cuando, además de disfrutar una buena salud, tienen sus necesidades fisiológicas cubiertas (alimentación, reproducción…) y pueden mostrar un comportamiento natural, como explorar o mantener relaciones sociales positivas con otros individuos de su especie. Buscamos prácticas de manejo alternativas para evitar situaciones estresantes o dolorosas. A veces, las soluciones pueden ser simples: por ejemplo, a las gallinas se les puede ofrecer material de forraje para mantenerlas ocupadas o instalar perchas donde puedan acomodarse. Otras veces los problemas son más complejos.
¿Por qué la sociedad valora cada vez más estos aspectos?
Es fruto de la evolución de nuestros valores éticos y del mayor conocimiento sobre la capacidad de sentir de los animales. Las personas tratan de consumir de forma consciente y responsable, y las condiciones en las que se manejan los animales y su bienestar tienen cada vez más importancia en su decisión de compra. Creemos que todos los consumidores, independientemente de su nivel económico, deberían tener igual acceso a estos productos.
¿Qué efectos tiene en la productividad y la rentabilidad?
Un mayor bienestar animal no siempre supone un aumento significativo en los costes. A veces este es mínimo y solo requiere que se sepa qué medidas aplicar y cuáles conllevan mayores niveles de estrés. También se puede conseguir mejoras mediante cambios en el diseño de las instalaciones o facilitando el comportamiento natural de las especies. El bienestar mejora la productividad, así que, incluso con mayores inversiones, podría compensar económicamente.
¿Las industrias alimentarias avanzan?
Las grandes empresas están profundamente implicadas. Se ha formado la plataforma Global Coalition for Animal Welfare para establecer estándares de bienestar en la cadena de producción. Esta dinámica es imparable y el bienestar es un aspecto a considerar por las empresas que aspiren a seguir en el mercado.
¿Las normativas española y europea son suficientes?
En Europa somos punteros; el problema consiste en cómo aplicas y verificas su cumplimiento. Necesitamos más educación y revalorizar el trabajo de los buenos ganaderos. La transferencia de los nuevos conocimientos que estamos generando contribuirá a mejorar muchos aspectos de manejo y salud.
Una mejor salud de los animales repercute en el bienestar de las personas. Según Antoni Dalmau, veterinario e investigador de IRTA, el estrés de los animales determina su estado de salud y, por tanto, la calidad de los productos que se obtienen de ellos. “Cuando están sometidos a estrés, como una temperatura demasiado alta, la respuesta implica un gran consumo de energía que se resta a otras funciones del organismo; por ejemplo, el sistema inmunitario. Si esa situación se alarga y el problema se convierte en crónico, es posible que se produzca una inmunodepresión y, como consecuencia, una mayor propensión a infecciones y a la necesidad de medicamentos”, explica. Estas circunstancias afectan a la calidad nutricional y organoléptica de los productos de origen animal. Dalmau nos ofrece algunos ejemplos: “El contenido en grasas o proteínas de un producto de origen animal dependerá de su estado general (calidad nutricional). Además, un cerdo que está sometido a estrés térmico durante la fase final de su engorde buscará refrescarse en los lugares más húmedos del corral. Si no tiene una zona de baño, se la va a fabricar él mismo con sus propios orines y heces. Un corral sucio en las fases finales del engorde aumenta el riesgo de que la carne pueda tener un olor desagradable a escatol, lo que causará rechazo en el consumidor. Otro caso: un ternero que ha tenido que gastar mucha energía por transportes muy largos, una espera excesiva en el matadero o se ha visto envuelto en situaciones de estrés muy demandantes de energía las horas previas a su sacrificio producirá una carne llamada DFD (Dark, Firm, Dry) que, además de ser menos jugosa y más oscura, tiene un pH final más alto, lo que acelera su deterioro.