El 40,6% de los menores de entre tres y ocho años en España sufre sobrepeso u obesidad, y la mayoría de ellos seguirán padeciéndolo de adultos. A la atracción que niños y adolescentes sienten por el azúcar y los alimentos ultraprocesados, se une otro condicionante que empaña aún más su bienestar: solo un 37% de ellos alcanza la hora mínima diaria de actividad física que recomienda la OMS.

Ejercicio físico: la mejor medicina frente a la obesidad

El 40,6% de los menores de entre tres y ocho años en España sufre sobrepeso u obesidad, y la mayoría de ellos seguirán padeciéndolo de adultos. A la atracción que niños y adolescentes sienten por el azúcar y los alimentos ultraprocesados, se une otro condicionante que empaña aún más su bienestar: solo un 37% de ellos alcanza la hora mínima diaria de actividad física que recomienda la OMS.
1 septiembre de 2021

Ejercicio físico: la mejor medicina frente a la obesidad

Si existiera una pastilla que garantizara a nuestros hijos una buena salud de por vida, ¿se la daríamos? La respuesta es obvia, pero quizá lo que muchos desconocen es que esta píldora milagrosa y carente de efectos secundarios ya existe: se llama ejercicio y está al alcance de todos. No es un fármaco, pero se puede decir que es medicina. La ciencia confirma que practicarlo incrementa considerablemente las posibilidades de que nuestros pequeños no sufran enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes o diferentes tipos de cáncer en su edad adulta. De paso, además, la actividad física también ayuda considerablemente a socializar, favorece la autoestima y mejora el rendimiento académico. Es cierto que practicarlo no es tan sencillo como meterse algo en la boca, pero moverse tampoco requiere de mucho esfuerzo, o al menos eso parece si nos ceñimos a los argumentos que nos da la biología: estar activo es algo para lo que los seres humanos estamos naturalmente diseñados y no hacerlo deteriora poco a poco nuestro organismo. Justo, lo que está ocurriendo.

Una generación con menos esperanza de vida

Según el estudio Pasos 2019 realizado por la Fundación Gasol, solo un 36,4% de los niños y adolescentes de nuestro país cumple con el mínimo de 60 minutos al día de actividad moderada a intensa que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este sedentarismo, unido a una dieta nada saludable, forma un nocivo cóctel capaz de provocar que, por primera vez en la historia, esta generación de niños se convierta en la primera que viva menos que sus padres. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para el 2050 se reducirá la esperanza de vida en tres años. Esto sería consecuencia de la aparición prematura en los jóvenes de enfermedades que hasta ahora habían sido típicas de adultos.

Patologías físicas provocadas por el exceso de peso, pero también emocionales, como la falta de autoestima y depresión. “Cuando un niño en su infancia acumula grasa y llega a la adolescencia con esos kilos de más, es más que probable que sea un adulto con sobrepeso u obesidad. Esto se traduce en kilos extra para el organismo, pero también en un estado latente de inflamación capaz de alterar el metabolismo de la persona, algo que termina generando enfermedades como diabetes, hipertensión y colesterol alto en sangre”, explica Carmen Pérez-Rodrigo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesora de la Universidad del País Vasco. “Lo normal era que este tipo de trastornos se presentara en la cuarta época de la vida de las personas, pero los médicos lo estamos viendo cada vez antes, en concreto en chavales de 12 y 14 años”, añade.

Cada vez se mueven menos

La realidad es que las cifras son descorazonadoras. El 34% de la población española de entre 3 y 24 años tiene obesidad o sobrepeso, cifra que asciende hasta el 40% en el caso de los niños entre tres y ocho años, según indica el Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE 2020), publicado en la Revista Española de Cardiología (REC) e impulsado en su origen por Fundación Eroski. El estudio analizó la influencia que tiene el estilo de vida de los más pequeños con el exceso de peso y los factores de riesgo cardiovascular.

Una de las causas de estos datos es que los niños no se mueven. El mínimo que marca la OMS para los mayores de cinco años es una hora de actividad física en la que combine actividades de intensidad de moderada a vigorosa o alta, es decir, que acelere la respiración y el ritmo cardiaco. Además, a medida que los niños van cumpliendo años, el número de minutos empleados en el ejercicio va disminuyendo. El estudio Pasos también refleja que, en secundaria, los datos de actividad son aún peores, con el 72% de los estudiantes declarados completamente sedentarios, frente a los 55% de primaria. Hay muchas razones para que esto ocurra, más allá de la pereza típica de la edad del pavo o la adicción a los videojuegos.

Activos desde la cuna

Moverse no es sinónimo de hacer deporte, sino de saltar, trotar, escalar, bailar, correr… En definitiva, lo que es importante es la actividad física. “Hay que fomentarla desde que los niños son lactantes, ya que es entonces cuando los pequeños aprenden a moverse y adquieren todas esas habilidades que les van a permitir desplazarse con más destreza y, por lo tanto, disfrutar mientras se mueven”, explica Carmen Pérez-Rodrigo. Es más fácil adquirir los hábitos en la infancia. Ocurre con la alimentación. Es complicado y poco realista cambiar el patrón alimenticio de forma drástica a los 40 años. Y aunque se puede conseguir, lo normal es que para lograrlo o se está muy motivado –casi siempre subyace un motivo de salud– o se termina reincidiendo en los “malos hábitos”. Con el ejercicio ocurre lo mismo. “Por ello es importante estimular las habilidades motrices desde pequeños y que los menores aprendan a disfrutar mientras lo hacen, porque si se obliga a un adolescente a que se mueva cuando no está acostumbrado y, además, tiene dificultades o resulta torpe a consecuencia de que nunca ha practicado ejercicio, se le puede crear un conflicto psicológico y social, ya que lamentablemente la mayoría de las actividades deportivas que se plantean para los menores, tanto desde los centros escolares como fuera, son competitivas”, relata la experta.

Menos tiempo sentados

Hay que moverse más y, para ello, no hay que estar mucho tiempo sentado. “Cuando llevamos más de 60 minutos sentados, tanto niños como adultos, hay que levantarse y estirarse, aunque solo sea para mover las extremidades y activar las masas musculares, la circulación y el metabolismo”, comenta Pérez-Rodrigo. En algunos centros escolares existen algunas iniciativas al respecto, con interrupciones dentro del horario escolar para provocar que los niños dentro del aula roten, se cambien de sitio, se levanten y se muevan, evitando que pasen mucho tiempo quietos en el mismo sitio. En otros, tienen puesto en práctica otra táctica, llamada el descanso activo, que introduce pequeñas píldoras de tres a cinco minutos de ejercicios entre clase y clase. En casa el sedentarismo se agrava. Con una media de seis horas de deberes a la semana, somos uno de los países que más tareas encarga a los menores. Y a este exceso de deberes se suman con fuerza el uso de las pantallas, que ha aumentado de manera generalizada durante la pandemia.

Un asunto de toda la familia

Las pantallas tienen mucha culpa de todas estas preocupantes cifras, pero también la pasividad de los progenitores ante el ejercicio. Un estudio elaborado por la Universidad Internacional de Barcelona (UIC Barcelona) y publicado en febrero de 2021 por la revista Healthcare, analizó la relación estrecha que existe entre estar sentado delante de una pantalla y la ingesta de los alimentos poco saludables, y concluyó que los niños que pasan más de una hora frente a ellas comen más dulces, bebidas azucaradas, comida rápida y snacks que aquellos que ocupan su tiempo libre practicando deporte. Una vez más, lo mejor es convertirse en un ejemplo y animar a nuestros hijos a practicar habitualmente algún deporte y organizar actividades físicas en familia, como hacer ejercicio, senderismo, paseos al aire libre, nadar, montar en bicicleta, ir en patines…

Los niños y las niñas necesitan que se les acompañe y tener modelos de referencia, bien sus hermanos y hermanas mayores, progenitores u otros familiares, en los que fijarse a la hora de moverse. Solo con el hecho de bajar las escaleras sin usar el ascensor o ir andando al colegio, ya se está dando ejemplo. Los niños aprenden de sus padres, tanto lo bueno como lo malo. Así lo demostró un estudio realizado por la Universidad de La Rioja y publicado en el Journal of Sports Sciencie and Medicine, que escogió aleatoriamente a 1.978 alumnos entre 12 y 16 años. Según estos investigadores, que un adolescente sea físicamente inactivo es cuatro veces más probable si sus padres nunca han participado en actividades físico-deportivas en su tiempo libre. Cuando los padres se involucran en actividades o le dan gran importancia al ejercicio físico, el sedentarismo se reduce.

Educación física: la asignatura pendiente

El colegio desempeña un papel fundamental en la adquisición de esas competencias necesarias para la práctica de la actividad física y para que disfruten realizándolas, sobre todo porque un 80% de los menores solamente las realiza durante el horario escolar. España es uno de los países europeos que dedica menos horas semanales a la Educación Física. En concreto, una media de dos horas. A caballo entre las tres horas que aconseja el Parlamento Europeo y el mínimo de una hora semanal que estipula la legislación española. Esto hace que la mayoría de las comunidades autónomas impartan dos horas, aunque hay nuevos posicionamientos. Madrid, por ejemplo, acaba de aprobar la tercera hora, que se implantará a partir del curso 2022-2023. No obstante, todavía estamos muy lejos de las que imparten países como Francia, que dedica cinco horas del horario escolar al ejercicio. Este es precisamente el país que, según Vicente Martínez de Haro, profesor de Educación Física, Deporte y Motricidad Humana de la Universidad Autónoma de Madrid, debería servirnos de ejemplo.

“El modelo francés de Secundaria consiste en dos horas de Educación Física y tres horas de actividades físico-deportivas, un total cinco horas a la semana. La asignatura de Educación Física consiste en enseñar a través del movimiento y aspira a formar futuras personas activas y conscientes de lo que pueden hacer, por qué, cómo y qué capacidades tienen. La actividad físico-deportiva se trata simplemente en practicar aquello que a uno le gusta”, analiza Martínez de Haro. En el sistema educativo hay que buscar un equilibrio entre las diferentes asignaturas para obtener ciudadanos cultos y bien formados para el futuro, enseñando aquello que les sea útil. En una línea parecida está Alejandro Lucía Mulas, catedrático de Fisiología del Ejercicio en la Universidad Europea. Este estudioso del ejercicio opina que “debería ser una asignatura diaria, llamarse Actividad Física y dedicar, al menos, una hora de juego activo, como caminar rápido o saltar todos los días, además de dos o tres sesiones semanales de fortalecimiento general (tipo gimnasia)”.

Un profesor bien formado y que motiva

Lucía Mulas destaca el papel esencial de los maestros. “La salud de los adultos del mañana depende mucho de estos profesionales, aunque hasta hoy he tenido mis dudas sobre si las clases de Educación Física han hecho más contra el sedentarismo o más bien a favor de este”. El especialista hace referencia a ciertas metodologías que durante años se han implantado en las clases y que a su juicio hay que cambiar. “Por ejemplo, al niño con sobrepeso y poco dotado para el deporte le puedes apartar para siempre de una vida activa o de que le guste hacer deporte si le pones a competir en inferioridad de condiciones frente a chavales con una mejor predisposición genética o a hacer un test de Cooper, que consiste en recorrer la mayor distancia en 12 minutos. No se trata de enseñar deporte –que es maravilloso, pero que yo dejaría para actividades extraescolares–, sino de practicar actividad física y, por tanto, salud”, explica el profesor de la Universidad Europea.

Patios inclusivos: juegos para todos

Los expertos aseguran que, además de la importancia de ampliar el número de horas dedicadas a la actividad física en los centros, hay que implantar más recreos activos. Esta iniciativa requiere de un rediseño del patio, pero también de la monitorización de profesores o de un equipo encargado de mantenerles activos y evitar el aislamiento que se produce entre muchos alumnos que no encuentran alternativas para el juego o la actividad física. Muchos de los conflictos entre los alumnos nacen en el recreo y gran culpa de ello la tiene el hecho de que tradicionalmente en estos espacios no han existido actividades y posibilidades de ocio para todos ellos.

En el patio se corre de un lado para otro y se grita mucho, pero pocos menores son capaces de agruparse y jugar. Por otro lado, el fútbol en la gran mayoría de los centros escolares es el rey del recreo y, literalmente, sus pelotazos se adueñan de él, dejando poco espacio para aquellos a los que no les gusta su práctica. Hace ya tiempo que los docentes se percataron de que el patio tradicional era urbanísticamente agresivo y decidieron sustituirlo por otro más amable desde el que reeducar a los alumnos en el juego y en el que tanto niños como niñas estuvieran incluidos. Los valores que se transmiten en el aula, de empatía, respeto, tolerancia y diversidad, había que trasladarlos también al recreo. Esa es la idea del patio inclusivo, un proyecto que ya se ha materializado en muchos centros y que, según sus responsables, funciona.

Dos casos de éxito

Un ejemplo es el colegio público Nuestra Señora de la Paloma en Madrid, que desde el 2018 disfruta de este concepto de patio. Según su directora, Belén González, “el balance es positivo. Se trata de un proyecto puesto en marcha de forma conjunta en el que toda la comunidad educativa (profesores, padres y alumnos) fue partícipe”, explica la responsable. Por un lado, se produjo un cambio de diseño, ya que se incluyeron más elementos de juego para que fuera posible una mayor diversidad, más vegetación, color, dibujos y formas, pero también la organización, ya que el docente tiene que servir de guía para promover acciones que incluyan a todo el alumnado. El resultado es que “los juegos no competitivos han ganado espacio, favoreciendo un mayor equilibrio y reparto de un espacio en el que antes el fútbol y el baloncesto eran los reyes indiscutibles”, cuenta Belén González.

La experiencia de la ikastola Kurutziaga, en Durango, partió de un proceso de reflexión que emprendieron sus docentes también en 2018. “Nos preguntamos qué pasaba en los patios y pensamos que sería interesante aprovecharlos como lugar para la educación y la socialización, para fomentar hábitos saludables como el deporte, así como la autonomía, interés, motivación y curiosidad de los alumnos”, relata Urko Rodríguez, su director. El patio se rediseñó y hoy en día está compuesto por un espacio exterior constituido de pequeñas montañas y desniveles, un carril bici que bordea el terreno, un anfiteatro natural, espacios para el encuentro con mesas, estructuras de madera que invitan a la imaginación y narrativa del juego, como una autocaravana y la silueta de un dragón, una zona para practicar actividades deportivas como la pelota vasca, baloncesto, fútbol o escalada, una tirolina…

El patio ahora se adapta a cada etapa escolar y se ha creado un grupo multidisciplinar formado por responsables de área, monitores o cuidadores del comedor que están presentes cuando el profesor se ausenta y que tienen el tiempo del recreo organizado en diferentes áreas y propuestas: deporte, danza, teatro, juego libre… “En estos tres años de experiencia, los conflictos se han reducido, ya que cada uno tiene su sitio para disfrutar de lo que quiere. El alumnado tiene alternativas y esto ha influido de forma positiva en la convivencia. Lo cual es un logro muy importante”, concluye Rodríguez.

Estas experiencias son un ejemplo de cómo se puede adaptar el patio para que sea más inclusivo. En la etapa de Educación Infantil (de 0 a 6 años), por ejemplo, los niños tienen interés y una curiosidad innata por descubrir y explorar. En estas edades necesitan estudiar el entorno natural y también poder elegir aquello que les interesa y cómo les motiva. Por ello, como en el caso de la ikastola Kurutziaga, la naturaleza tiene gran protagonismo en el patio, que cuenta con un riachuelo, piedras, un estanque y una huerta. En Primaria (de 6 a 12 años), el patio se vincula al juego en grupo y más organizado. Ya sea juegos con reglas y normas ya establecidas, o las que ellos mismos crean. Es un lugar de encuentro y un lugar no dirigido por los adultos. Lo mismo ocurre en Secundaria (de 12 a 16 años), siendo el aspecto social y el deportivo los que adquieren más relevancia.

La importancia del entorno

El entorno urbano es otro factor que influye a la hora de la práctica deportiva. Respirar al aire libre pone de buen humor, revitaliza y motiva más, pero no todas las familias tienen la suerte de vivir cerca de espacios que favorecen esta práctica, por lo que se hace imprescindible que las ciudades impulsen el deporte en sus espacios públicos y que diseñen estos lugares de manera que favorezcan la práctica de ejercicio y la actividad física. Ya sea haciendo posible una mayor proximidad entre instalaciones deportivas, creando espacios públicos multifuncionales que fomenten el ocio y el deporte al aire libre o desarrollando ciudades más sostenibles. Se trata de acercar el deporte a las personas y las administraciones tienen que ser capaces de poner en práctica políticas que lo hagan posible.

Vitoria-Gasteiz, que en 2012 se convirtió en Capital Verde de Europa, y en 2019 fue proclamada Ciudad Verde Global, es un ejemplo de estas políticas:

  • Cantidad y calidad de espacios para practicar diversidad de disciplinas. La capital vasca cuenta con 200 instalaciones deportivas repartidas por la ciudad entre centros cívicos, polideportivos, piscinas, frontones, campos de fútbol, canchas exteriores de fútbol y baloncesto… Una parte sustancial están diseñada a la medida del barrio donde se ubican.
  • Combinar deporte y naturaleza. Vitoria lo consigue con el anillo verde, un cinturón vegetal de más de 30 kilómetros de extensión que conecta 10 parques periurbanos y donde las opciones de realizar actividades al aire libre se multiplican. Este espacio es clave para que disciplinas asociadas al senderismo, el running o la bicicleta tengan tantos seguidores en la ciudad.
  • Hacer a la población partícipe en el diseño de proyectos. La participación ciudadana ha sido determinante a la hora de diseñar equipamientos como varios parques para practicar skate, un parque de calistenia, un circuito BMX o la próxima construcción de unas pistas deportivas exteriores de Aldaia. Vitoria-Gasteiz inauguró en 2018 sus primeras pistas de parkour (deporte urbano que consiste en saltos y acrobacias sobre escaleras y desniveles de la ciudad) construidas mediante presupuestos participativos. La idea partió de un ciudadano apoyado por la Asociación Arabatarren Parkour Elkartea y supuso una inversión municipal de 200.000 euros en un proyecto que se convirtió en un referente de esta especialidad. Dentro del mismo programa de presupuestos participativos, destaca una iniciativa aún más ambiciosa: implicar a todo un barrio (Lakua) en el diseño de un parque intergeneracional al aire libre, donde niños, adolescentes y personas adultas comparten deporte y actividades lúdicas. El resultado ha sido un conjunto de 11 actuaciones repartidas por todo el barrio, que se pueden utilizar en forma de circuito, para practicar todo tipo de especialidades, desde el vuelo de cometas hasta el bádminton, creando espacios que invitan a la ciudadanía a practicar deporte a pie de calle.
  • Fomentar la movilidad sostenible. Dos de cada tres desplazamientos en la ciudad se realizan a pie y en bicicleta. Tras este porcentaje tan significativo está su red de carriles bici que alcanza los 170 kilómetros. Además, Vitoria ha fomentado la movilidad sostenible a través de la promoción de un espacio público más peatonal y amable. Desde 2014, la velocidad en las vías de un único carril está limitada a 30 kilómetros/hora, una restricción que a día de hoy se ha extendido a toda la ciudad.
  • Promover el ocio activo en familia. Vitoria-Gasteiz ha complementado la oferta de parques, piscinas y demás zonas de baño, como los pantanos, con diversas opciones para el alquiler de bicicletas y así conocer la ciudad y su entorno cercano sobre dos ruedas. De cara a motivar a la población a la hora de practicar ejercicio, otra baza es su oferta de actividades físicas en la red de centros cívicos e instalaciones deportivas. Cada trimestre se lanzan decenas de cursos con miles de plazas disponibles en las especialidades más diversas. Hay programas orientados al mantenimiento físico, a la iniciación deportiva, a la edad escolar… Esta red cuenta con el apoyo de 12 parques de salud para mayores instalados al aire libre, dotados con aparatos de gimnasia donde hacen ejercicio físico libremente o con el apoyo, gratuito, de un entrenador o entrenadora.

Para que una ciudad se convierta en líder en políticas de deporte asociado a la salud requiere de una gran inversión: cerca de 60 millones de euros al año. De ellos, el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz gasta 12,87 millones en mantener la actividad de los nueve polideportivos con piscina cubierta que están abiertos en la ciudad (cada uno requiere un gasto de 1,43 millones de euros anuales). En el caso de los 14 centros cívicos de la ciudad, el Ayuntamiento invierte 46,2 millones de euros anuales (3,3 millones de euros anuales por centro).

¿Por qué las niñas son más sedentarias?

El género es otro factor de riesgo de sufrir sedentarismo. Los jóvenes en edad escolar son mayoritariamente sedentarios, pero el porcentaje es aún mayor en niñas. ¿Cuál es el motivo? Germán Ruiz Tendero, doctor en Ciencias del Deporte y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, lo explica: “Es algo multifactorial: intereses personales, cultura, biología, influencias de los iguales y la familia, el propio entorno físico, sistema educativo, las experiencias de vida…”. Pero este experto, más que intentar dar con la causa, prefiere aportar soluciones:

  • La importancia de la madre activa. El interés de la mujer por el deporte crece cada año. Prueba de ello es que en la primera encuesta de hábitos deportivos que se hizo en España en 1968, un 6,8% de las mujeres españolas practicaba algún deporte, frente al más del 18% de los hombres. Hoy en día, un 44,4 % de españolas practican deporte habitualmente, pero son ellos todavía los que más deporte realizan: un 51%. Ruiz Tendero reconoce que “para que se produzca un giro en los porcentajes es importante poner en valor la figura activa y deportiva de la madre, ya que tendrá un mayor impacto en las niñas que si estas solo observan al padre”. El hecho de que el deporte masculino tenga más presencia mediática y que sean menos los referentes femeninos no ayuda tampoco a la hora de acabar con los estereotipos de género. Combatirlos comienza con una mayor aceptación social de la mujer deportista, comenzando por la figura de la madre activa. Aunque ambos, padre y madre, son referentes para sus hijos, por cuestiones de identificación y comprensión de las emociones, la madre es el modelo de conducta a seguir de la hija.
  • Compartir la experiencia. No basta con apuntar a las niñas a un deporte, hay que participar de esa experiencia, acompañándolas, viéndolas jugar o haciendo la actividad física juntos (incorporando hermanos y amigos). Como dice la neurociencia, si una actividad viene asociada a una emoción positiva, uno se siente acompañado y querido, por lo que nuestras opciones de éxito para la generación de hábitos saludables se verán incrementadas.
  • Incorporar en nuestras actividades a las menores desde muy pequeñas. Aún hoy en día, pese al gran avance de participación e implicación de las mujeres en el deporte, los padres tienen el convencimiento de que los chicos son “más activos” que las chicas, según destaca el estudio La influencia parental en la motivación y participación de los alumnos en actividades físico-deportivas en edad escolar, de la Universidad Complutense de Madrid. “No hay que preocuparse tanto por cuestiones ideológicas, como si nuestras hijas se inclinan más a los mal llamados deportes de chicos o chicas, sino que tengan libertad de escoger aquello que a ellas les gusta y les permita ser más activas, tener experiencias de éxito, pero también una educación en el fracaso, lo cual lleva a la superación personal”, apunta el profesor y autor del estudio Ruiz Tendero.
  • Buscar un equilibrio sin caer en el sedentarismo. En la adolescencia, los intereses cambian. En este punto, las amigas y amigos serán clave para permanecer activas: si el grupo de toda la vida no se mueve, habrá que incorporar entornos sociales activos de forma paralela, como apuntarse en familia a un grupo de montaña, animarla a formar parte de algún equipo de la zona para practicar un deporte… La pubertad es un buen momento para hablar sobre la imagen corporal. Si el objetivo de practicar una actividad física es únicamente mejorar el cuerpo, al final las probabilidades de convertirse en mujeres activas a medio y largo plazo serán menores.
  • Incorporar referentes en el deporte femenino como modelos en las aulas. Son pequeños gestos que suman mucho. Los viajes de ocio activo desde el colegio también dejan una huella muy positiva en la infancia (esquí, natación, campamentos…). “Si hay que hacer una salida escolar, podemos ir a ver un partido de fútbol femenino para apoyarlo y, de paso, mejorar el pensamiento táctico a la vez que lo trabajamos en nuestras clases”, aconseja Germán Ruiz Tendero.
Razones por las que los niños y las niñas tienen que moverse
  1. Aumenta el tamaño de su corazón y su resistencia respiratoria. Con una sola contracción, el corazón de un niño activo envía al resto del organismo más sangre que el de un niño sedentario. Las personas inactivas desarrollan vasos sanguíneos de menor elasticidad, dimensión y capacidad vasodilatadora, un escenario que predispone a la hipertensión.
  2. Mejora la condición física. Más agilidad, potencia de reflejos, aumento de velocidad y refuerza su resistencia.
  3. Disminuye el desarrollo de la arterioesclerosis. La acumulación de grasa en las paredes de las arterias es una enfermedad de adultos que ya se está diagnosticando en menores.
  4. Se incrementan los glóbulos blancos en circulación. Esto crea una mejor defensa ante el desarrollo de células cancerígenas y de infecciones causadas por virus y bacterias.
  5. Mayor rendimiento académico. El ejercicio es un alimento para su cerebro, ya que le asegura una buena llegada de sangre y con ello ayuda al desarrollo de este órgano. El proyecto Active Brains, de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada, analizó el impacto de la actividad física en los cerebros de 110 niños entre 8 y 11 años con sobrepeso u obesidad. Según sus conclusiones, los menores que hacen ejercicio constante tienen más materia gris, lo que redunda en un mayor y mejor rendimiento escolar.
  6. Aumenta la producción de hormonas. Por ejemplo, la del crecimiento (GH), que facilita en gran medida el desarrollo de los huesos, músculos y el resto de las articulaciones.
  7. Beneficios emocionales. Los niños que practican ejercicio físico regularmente tienden a tener mayor autoestima y una actitud más positiva. También logran dormir mejor y son capaces de afrontar mayores desafíos, tanto físicos como emocionales.
  8. Mejora la sociabilización. El deporte enseña a aceptar las reglas, valorar el compañerismo, a integrarse con los otros y a asumir responsabilidades.
  9. Relega hábitos insanos. Contribuye a que los menores no se inicien en el alcohol y el tabaco.

Reduce la grasa corporal. Con ello, las posibilidades de sufrir sobrepeso.

“La esperanza de vida de la generación actual de niños podría reducirse como consecuencia de la obesidad”

Idoia Labayen, profesora de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra

La profesora de la Universidad Pública de Navarra y directora del equipo de investigación ELIKOS del Instituto de Innovación y Sostenibilidad en la Cadena Agroalimentaria (IS-FOOD), que estudia los riegos para los menores de la acumulación excesiva de grasa en el hígado, nos cuenta que este daño puede ser reversible si frenamos la obesidad antes de terminar la pubertad. Eso es algo que debería estimularnos para comenzar a comer saludable y ser más activos. Para ello, la investigadora aboga por estrategias de prevención a medio y largo plazo y defiende la implicación y la educación familiar en hábitos saludables y un programa de ejercicio supervisado, intenso y aeróbico como tratamiento.

Las cifras de menores con obesidad son alarmantes. Desde hace décadas se desarrollan diferentes estrategias y programas de prevención por parte de distintos organismos, pero no se ven resultados. ¿Qué se está haciendo mal?

Se ha hecho mucho más por describir la epidemia y analizar sus causas que por ponerle remedio. Ha habido algunas iniciativas tanto públicas como privadas, pero en general se ha tratado de estrategias a corto plazo y sin involucrar a todas las disciplinas y ámbitos implicados.

¿Estas estrategias se han centrado más en la alimentación que en el ejercicio físico? 

Hay muy pocas estrategias a medio y largo plazo. La mayoría de estas tímidas iniciativas se han centrado en los hábitos dietéticos; pero incluso en ese caso, nos faltan programas educativos bien diseñados y que impliquen tanto al ámbito escolar como al sanitario, a los niños y niñas y a sus padres, y que incidan también en la industria alimentaria y en la publicidad.

En España, el 63% de los niños y niñas entre 8 y 16 años no cumple con las recomendaciones de actividad física. ¿Cree que se está haciendo lo suficiente en las aulas?

En la etapa escolar, las horas dedicadas a la educación física son claramente insuficientes y, además, las actividades formativas están pensadas para que los niños estén sentados. Por otro lado, las actividades deportivas en muchos casos están pensadas con un espíritu muy competitivo que deja fuera a los niños y las niñas con menos habilidades y destrezas.

¿Trasciende la actividad física a otros ámbitos? 

Tenemos pendiente entender la actividad física y los hábitos dietéticos como parte integral de la salud y, en particular, de la de la infancia. La educación en estilos de vida saludables debería impregnar la educación en el sentido más amplio. La actividad física no es solo ese rato que se dedica a entrenar a fútbol o al baloncesto, es también ir al colegio andando o en bicicleta, que los recreos sean activos, compartir mucho más tiempo de ocio en familia…

¿Ve posible, tal y como auguran los expertos, que la esperanza de vida de la próxima generación disminuya debido al sobrepeso y a la obesidad? 

Sí, la Organización Mundial de la Salud estima que la esperanza de vida de la generación actual de niños podría reducirse como consecuencia de la obesidad [la OCDE lo cifra en tres años menos]. En los últimos 10 años se ha disparado la prevalencia de esteatosis hepática o hígado graso, que incrementa aún más el riesgo de diabetes, enfermedad cardiovascular y disfunción hepática. Hoy en día, el 25% de los adultos y cerca del 40% de los niños con sobrepeso u obesidad tienen el hígado graso.

¿Cómo se puede abordar este problema? 

La obesidad es una enfermedad. Tenemos que interiorizar esto para empezar a prevenirla y tratarla. La obesidad perjudica gravemente la salud de los niños en el presente y en su futuro. Porque los niños con sobrepeso tienen más riesgo de desarrollar diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer y, además, perjudica su salud emocional y su rendimiento académico.

¿Un niño con obesidad y sobrepeso siempre va a acarrear consecuencias de esto cuando sea adulto?

Hay trabajos científicos muy importantes que demuestran que si la obesidad infantil se cura antes de finalizar el desarrollo puberal -alrededor de los 13 años-, el riesgo de desarrollo de diabetes es igual al de un niño que no la padeció. Esto debería servirnos como estímulo.

El proyecto EFIGRO, un programa de educación familiar en estilos de vida saludables, pudo demostrar que implicar a las familias y el ejercicio físico ayudan a mejorar la salud. 

Nuestra investigación demuestra que los programas que incluyen educación familiar en estilos de vida saludables, acompañados de educación psico-afectiva para ayudar a incorporar ese cambio de hábitos y mejorar la salud emocional de los niños, y el ejercicio físico reducen la grasa corporal y, sobre todo, disminuye la resistencia a la insulina (prediabetes) y la esteatosis hepática hasta en un 20%.

¿Qué papel juegan los padres en este aprendizaje? 

Los menores aprenden en sus primeros años de vida más por imitación que por los mensajes que lancemos. No sirve de mucho decir “come fruta que es muy sana” o “deja de ver la tele” si no nos ven comer fruta o si no proponemos una actividad alternativa a la televisión. Si los padres incorporan una forma de vida saludable, si las escuelas son lugares en los que se fomenta, habremos empezado a ganarle terreno a la obesidad infantil.

¿Cuántas horas a la semana de ejercicio físico e intensidad necesitan realizar los pequeños para notar los beneficios? 

El ejercicio más eficaz para la mejora de la salud hepática y cardiovascular es el que tiene como objetivo la intensidad; es decir, hay que fatigarse, y en el caso de los niños, es muy importante también que se diviertan. Es lo que observamos en nuestro estudio, los niños practicaban ejercicio mientras jugaban tres veces por semana durante 90 minutos. Igualmente, cada 15 días toda la familia acudía a aprender buenos hábitos con especialistas en nutrición y psicología.

¿Se puede vencer a una genética que nos predispone a la obesidad? 

Sabemos que la salud de las personas depende en buena medida de los estilos de vida y del entorno en el que crecen durante los primeros 1.000 días de vida. Esto es, desde la concepción hasta los dos años. Aunque tengamos predisposición genética a padecer obesidad, si mantenemos un estilo de vida saludable no se desarrollará. La nutrición y la actividad física afectan al funcionamiento de nuestros genes. Esto es más acusado que nunca en esos primeros días de vida en los que la división celular se produce a un ritmo altísimo por el crecimiento. Esta es una de las razones por las que decimos que la prevención de la obesidad comienza en el embarazo.

Juego de la oca de los hábitos saludables

¿Eres capaz de superar el reto de este juego de la oca? Muévete y demuestra tus conocimientos sobre alimentación hasta llegar a la casilla final. Solo necesitas buscar una ficha para cada jugador y un dado. ¡Buena suerte!

  • Casilla 1. ¡Empezamos!
  • Casilla 2. ¿Qué es más saludable? ¿Comer la fruta entera o en zumo?
  • Casilla 3, 9, 14, 19, 24, 29 y 34. De trampolín en trampolín… Y vuelve a tirar.
  • Casilla 4. Camina dando 20 zancadas seguidas.
  • Casilla 5. Di el nombre de cinco frutas o verduras que empiecen por M.
  • Casilla 6. Retrocede dos espacios.
  • Casilla 7. Salta con los pies juntos hacia delante y llega lo más lejos posible.
  • Casilla 8. Menciona los grupos de alimentos necesarios en una dieta equilibrada.
  • Casilla 10. Tienes que inventarte un baile y hacerlo en 30 segundos.
  • Casilla 11 y 22. Vuelve a tirar.
  • Casilla 12. Come una pieza de fruta.
  • Casilla 13. ¿Cuántos lácteos debemos tomar al día?
  • Casilla 15. Di el nombre de cinco frutas o verduras que empiecen por la letra C.
  • Casilla 16. Te caes y pierdes un turno.
  • Casilla 17. Tienes que representar algún deporte solo con gestos. Quien lo adivine, adelanta una casilla.
  • Casilla 18. ¿Cuántas raciones de fruta y verdura debes tomar, como mínimo, al día?
  • Casilla 20. Adelanta cinco casillas.
  • Casilla 21. ¿Qué es un producto “Local”?
  • Casilla 23. Realiza 10 abdominales.
  • Casilla 25. Realiza 10 saltos seguidos. Si tienes una cuerda, mejor.
  • Casilla 26. Cierra los ojos y adivina el alimento saludable que te dan a probar los otros jugadores.
  • Casilla 27. Dos turnos sin jugar.
  • Casilla 28. ¿Cuál es el aliño más saludable para una ensalada?
  • Casilla 30. Adelanta una casilla.
  • Casilla 31. Tienes que representar algún animal solo con gestos. Quien lo adivine, adelanta una casilla.
  • Casilla 32. Mantente a la pata coja con los brazos estirados 15 segundos.
  • Casilla 33. Vuelve a la casilla de salida.
  • Casilla 35. Haz 10 sentadillas.
  • Casilla 36. ¿Cuál es la bebida más saludable para cuando tenemos sed?
  • Casilla 37. Retrocede seis casillas.
  • Casilla 38. Anda como los cangrejos 15 segundos.

Lo que deberían moverse los niños

Menores de 1 año. Tienen que estar físicamente activos varias veces al día y de diferentes formas, como el juego interactivo en el suelo, en la piscina o durante la hora del baño. Cuanto más, mejor. Los bebés que aún no se muevan tienen que estar al menos 30 minutos boca abajo, repartidos a lo largo del día, mientras están despiertos. No hay que mantenerlos sujetos al carrito, silla o trona o a la espalda del cuidador más de una hora seguida.

De 1 a 6 años. Tienen que pasar al menos tres horas realizando diversas actividades físicas de cualquier intensidad; incluidas actividades moderadas e intensas a lo largo del día, tanto fuera como dentro de casa. No deben permanecer sujetos más de una hora ni sentados durante largos periodos de tiempo. En esta etapa todo el aprendizaje de los niños y niñas se basa en el cuerpo y en el movimiento: jugar, sentir, cantar y relacionarse a través de juegos en el baño, en la manta de juegos, a caballito o juegos de agua.

De 5 a 12 años. Hay que dedicar al menos una hora diaria de actividad física de moderada a intensa, principalmente aeróbica, ya que superar los 60 minutos procurará aún más beneficios para la salud. Hay que incluir también, al menos tres días a la semana, actividades de intensidad alta que fortalezcan los músculos y huesos, como atletismo, baloncesto, tenis, artes marciales o fútbol. En general, los que involucren salto y cambios rápidos de dirección. En esta etapa debe haber mucha variedad de actividades, pero sin especializaciones. Es la época de aprender a patinar, a montar en bici, a nadar, a trepar, a probar un patín y los esquíes, manejar todo tipo de pelotas y balones -preferentemente blandos-, utilizar accesorios como raquetas -adaptadas a su tamaño para evitar lesiones-, bates, palas… Cuanta más variedad de desplazamientos, saltos, giros y lanzamientos, mejor. Siempre utilizando el juego como metodología.

A partir de 12 años. Los niños ya se pueden especializar, dedicándose a la actividad física que les guste, ya sea un deporte, el baile o fitness. Es la época de entrar en clubes y asociaciones. Ahora tienen fuerza y resistencia suficiente para aumentar el entrenamiento de la técnica del deporte elegido y, si quieren, comenzar a competir, ya que esto les mantendrá motivados.

Ejercicios de intensidad leve. Los que permiten mantener una conversación perfectamente mientras se realizan. Por ejemplo, pasear una media de tres o cuatro kilómetros/ hora, jugar a los dardos, caminar para ir al colegio, tocar cualquier instrumento (la OMS lo reconoce como un ejercicio de intensidad leve).

Ejercicios de intensidad moderada. Los que permiten mantener la conversación, pero con cierta dificultad: el juego activo, andar a paso ligero -hasta seis kilómetros/ hora-, golf, montar en bicicleta o en patinete.

Ejercicios de intensidad vigorosa o intensa. Aquellos en los que el jadeo y la falta de aliento te dejan sin poder conversar. Correr –a partir nueve km/hora–, trepar una ladera, el baile aeróbico, los juegos de persecución, el fútbol, baloncesto, tenis, nadar a crol… En general, todos los deportes de esfuerzo.

10 actividades para hacer en familia
  1. Rutas al aire libre. Una excursión por la naturaleza adaptada a la edad de los niños es una forma perfecta de mantenerse activos y disfrutar de un día en familia. Desde que son bebés pueden realizar senderismo desde la mochila portabebés de sus padres.
  2. Bailar. ¿A quién no le gusta dejarse llevar por el ritmo? Solo es necesario elegir las canciones favoritas y no tener miedo en descubrir ritmos y movimientos nuevos.
  3. Juegos tradicionales. Es hora de rememorar esos juegos de la infancia. Saltar a la comba, el juego del pañuelo, la rayuela, el escondite… Es probable que los pequeños de la casa no los conozcan. Hay que enseñárselos y jugar todos juntos.
  4. Orientación. Esconder objetos, crear un mapa… ¡Y a buscar! Es una divertida actividad que se puede realizar tanto en casa como al aire libre.
  5. Yoga. Esta actividad es perfecta para relajarse y aliviar la tensión. Practicarla en familia ayuda a conectarse con los más pequeños.
  6. Sobre ruedas. Dar un paseo en bicicleta, patines o monopatín son siempre unas actividades que triunfan.
  7. Actividades acuáticas. Nadar, hacer snorkel o animarse con un kayak o tabla de surf puede ser la actividad ideal para un día en familia.
  8. Circuitos. Poner a prueba la creatividad y diseñar circuitos de todo tipo con rollos de papel, libros, sillas, aros de hula hoop, escobas… Se pueden crear obstáculos que los niños y mayores tendrán que esquivar, agachándose, saltándolos o arrastrándose, mientras compiten por ver quién termina antes.
  9. Malabares. Se puede montar un pequeño circo familiar por un día y convertirse en malabaristas, equilibristas, acróbatas o incluso mimos.
  10. Concurso de retos. Lanzar un reto e intentar superarlo. ¿Cuántos toques se puede dar a un globo o un balón antes de que caiga al suelo? ¿Se es capaz de aguantar un minuto en equilibrio? ¿Una carrera de sacos en el jardín?

Fuente: Josune Rodríguez-Negro, maestra de Educación Física y Doctora en Actividad Física y Deporte.