Un verano ¿con deberes?

Ante un nuevo curso condicionado por el virus que rompió el ritmo al anterior, padres, educadores y alumnos se toman el verano como un escenario de transición. Ahora bien, ¿cómo han de ser estas vacaciones?
1 julio de 2020
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Un verano ¿con deberes?

El coronavirus ha transformado nuestras vidas; también la enseñanza. Durante meses, lo virtual se ha impuesto y ha abierto nuevas realidades: pantallas de ordenadores, teléfonos y tabletas han sustituido a aulas y pizarras; profesores de escuela ordinaria se han convertido en docentes online; padres que intentan mantener su día a día laboral, de pronto actúan también como maestros de sus hijos, y estudiantes que incluso han echado de menos ir a clase. Tras un final de curso precipitado, los meses de verano sirven para preparar la vuelta al cole tras la covid-19. Ahora bien, ¿cómo volver a la normalidad con la mayor seguridad y evitar ansiedad en los alumnos? 

En verano, ¿hay que seguir estudiando? 

Las vacaciones estivales son (suelen ser) sinónimo de desconexión y disfrute de los pequeños placeres; pero también de cuadernos escolares de vacaciones o de algún que otro trabajo para reforzar lo que los estudiantes han aprendido durante el curso. Teniendo en cuenta lo dura que ha sido esta pandemia para los más pequeños, algunos docentes creen que se han ganado un merecido descanso. Como Cristian Olivé, candidato al Premio Educa Abanca al Mejor Profesor de España y miembro del máster universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria y Bachillerato en la Universidad Pompeu Fabra, para quien tener en cuenta la opinión de los hijos es esencial: “Quizá se debería plantear en casa el debate de si les apetece realizar tareas académicas durante el verano o si se inclinan más por actividades de ocio. Al final, los alumnos tienen derecho a decidir qué tipo de verano disfrutar. Estoy convencido de que muchos querrán repasar contenidos, pero otros desearán desfogarse y echar a correr como nunca”. 

Por su parte, la pedagoga Yolanda Domínguez Frejo sostiene que este año tan especial es conveniente algún tipo de refuerzo. Eso sí, los deberes estivales deben ser personalizados. Aunque los profesores no han estado con ellos desde marzo, conocen bien a sus alumnos por su trabajo anterior con los chicos. Han estado juntos desde septiembre hasta marzo, han compartido clases, tutorías e incluso actividades extraescolares. 

Por eso, están capacitados para saber qué demanda cada uno de ellos, cuáles son sus puntos fuertes y sus puntos débiles, qué tareas pueden hacer para salir reforzados. “Que cada niño tenga las tareas que necesita para reforzar aquellos contenidos fundamentales para el curso que viene”. No se puede mandar las mismas tareas a todos, porque para unos resultará facilísimo hacerlas, mientras que para otros se convertirá en un esfuerzo aún mayor que durante el curso, al no tener apoyo de los profesores y quizá tampoco de sus mayores, o de un profesor particular. Y, por supuesto, queda descartado aprender nuevos contenidos: basta con centrarse en objetivos mínimos fundamentales para poder seguir el curso siguiente con éxito. 

Ahora bien, si se opta por un verano con deberes, los padres deben entender que los niños tienen que descansar un tiempo –mínimo, un mes o mes y medio– sin hacer nada relacionado con el estudio. “La mente necesita desconectar y tener horarios más flexibles que durante la rutina de los demás meses del año”, explica la pedagoga. “El resto del tiempo, sí que les viene muy bien recuperar ciertos hábitos de trabajo que, según la edad, podrían ocupar de media hora a una hora y media diaria”, concluye Domínguez Frejo.

Jugar mientras aprenden

Aprender es una aventura que va más allá de abrir un libro, tomar apuntes en un aula o presentarse a un examen de evaluación. Por eso, la propia Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) anima a padres y a profesores a “ir más allá de la enseñanza y el aprendizaje formal y considerar también la educación informal”. Se debe motivar lo más posible a los estudiantes para que jueguen y participen en actividades de aprendizaje entretenidas que les permitan levantar el ánimo en tiempos de crisis y aumentar su motivación por aprender. Y más si estamos de vacaciones. 

Es cierto que los cuadernos de verano resumen los contenidos principales de cada asignatura e intentan hacerlo de una manera más ligera que los libros de texto habituales; sin embargo, muchos alumnos suelen considerar que son “más de lo mismo”. “Las tareas estivales tendrían que ser muchísimo más lúdicas. Contamos con internet –una valiosa herramienta para los educadores– donde hay miles de páginas que resultan mucho más atractivas que las fi chas o el cuaderno de turno”, aconseja la pedagoga. “Se trata de que los deberes veraniegos sean motivadores, porque si les damos lo mismo que en invierno, no conseguiremos nada, solo potenciaremos su frustración”. 

Toda actividad que a los niños y niñas les parezca útil y tenga que ver con su mundo será un recurso muy apropiado: materiales online que les permitan interactuar, redactar un cuaderno de bitácora del verano, escribir sus propias historias, así como otras experiencias que en invierno, por falta de tiempo, no se pueden llevar a cabo. Cristian Olivé añade otras vivencias, como establecer el diálogo intergeneracional, leer y escribir sus propias reflexiones o debatir temas de actualidad con los adultos. 

Después del largo encierro de esta primavera en casa, las actividades deberían tener lugar al aire libre: en el monte, en la calle, en la playa… o en un parque. Y siempre en compañía de más niños porque, como apunta Yolanda Domínguez, “relacionándose con otros es como más y mejor aprenden, aunque sea guardando distancias y con mascarillas”. Y si este año hemos renunciado a un campamento de verano (algunos hay, sujetos a la nueva normativa de seguridad e higiene), la mejor solución es establecer redes de adultos –otros familiares o padres de amigos, si los propios están trabajando– para permitirles salir el mayor tiempo posible de casa. 

Por un nuevo curso sin traumas

Igual que el teletrabajo de los mayores se ha revelado como herramienta eficaz en esta etapa, parece claro que en el próximo curso la educación online va a convivir en mayor o menor medida con la presencial, según los expertos. “Durante las semanas de confinamiento, alumnos y profesores han tenido que desenvolverse como nunca dentro de un entorno digital, así que deberíamos aprovechar todo lo que han aprendido y potenciarlo a partir de ahora”, apunta Cristian Olivé.

Pero la próxima vuelta al cole no estará solo marcada por los contendidos que los estudiantes deban aprender, por la manera de impartirlos o por las normas sanitarias que determinan la nueva normalidad en los centros educativos. También será preciso que profesores y padres refuercen la parte emocional de los alumnos, tal como afirma Cristian Olivé: “No deberíamos lanzar la teoría como una ametralladora para intentar recuperar lo perdido, sino ver durante el próximo curso lo que hemos ganado y fortalecerlo. Será necesario mucho trabajo en equipo entre alumnos y mucha atención individualizada. La escuela es un espacio de encuentro y debate, de autoconocimiento y reflexión. Si creemos que la educación supone solo transmitir conocimientos, tenemos los días contados”. 

El confinamiento de la primavera ha sido duro; niños y adolescentes han sufrido una carga emocional fuerte y cada uno la ha sobrellevado como ha podido, dependiendo en especial de su situación familiar. “No podemos aparentar que no ha pasado nada, hay que trabajar esos sentimientos durante el curso”, recomienda Yolanda Domínguez. ¿Cómo? Potenciando las tutorías, no solo en grupo, sino también a título personal. Porque los menores tienen que hablar de la covid-19, de cómo la han vivido ellos, expresar como cada uno quiera (y pueda) sus vivencias. Y para alcanzar ese objetivo es preciso que existan espacios en la propia escuela en los que puedan contar sus preocupaciones emocionales y sociales, no solo las educativas.

Cómo evitar que abusen de las pantallas

Según el Índice de la Economía y la Sociedad Digitales (DESI) elaborado por la Comisión Europea, en 2019 cerca de la mitad de la población española seguía careciendo de las competencias digitales básicas y solo un 32% contaba con ellas por encima de ese nivel. Durante el confinamiento, la inmersión total en la educación online ha obligado a padres, profesores y alumnos a dar el salto digital. Las estadísticas lo evidencian: en estos meses, el acceso a Internet ha crecido el 71% durante las horas de máxima conexión, mientras que las herramientas de videoconferencia han experimentado una subida del 250%. 

Después de meses en los que internet y las redes sociales han sido para los estudiantes valiosas herramientas de aprendizaje, resulta complicado reducir su uso en verano. “Aunque protesten, deberíamos tratar este asunto como antes del confinamiento, porque es fácil abusar de las tecnologías, así que conviene que los padres marquen pautas: si antes del encierro tenían una hora para trastear con internet y con sus juegos, pues está bien mantenerla”, recomienda la pedagoga Yolanda Domínguez Frejo. Ahora bien, no se puede pasar del todo a la nada, hay que flexibilizar y compensarles de otras maneras, como por ejemplo, ofreciéndoles más tiempo para salir con sus amigos. 

Para garantizar un uso responsable, más allá del ámbito educativo, los padres pueden contar con iniciativas como Proyecto Conectados, que ofrece claves para educar a niños y adolescentes en el buen empleo de las tecnologías de la información y comunicación (proyectoconectados.es): 

  1. Dialoga con tus hijos, favorece la comunicación positiva y la escucha activa. 
  2. Establece normas claras para regular el uso de Internet, videojuegos y dispositivos. 
  3. Comparte con ellos el uso de la tecnología, especialmente cuando navegan en internet: ayúdales a reconocer webs fiables, enséñales a identificar el porqué de lo que buscan o eligen consumir. Recuérdales que nunca deben proporcionar datos personales en la red. 
  4. Elige bien los videojuegos a los que van a acceder: infórmate sobre las normas PEGI (edad y contenidos) y supervisa los juegos que se intercambian con amigos. 
  5. Habla con ellos sobre el uso útil de un móvil: llamadas necesarias, mensajes importantes, respeto por el tiempo propio y por el tiempo de los demás. Ayúdales a hacerse responsables de su consumo, que siempre debe ser limitado, progresivo y acorde a su edad en tiempo y contenidos. 
  6. Cuando son pequeños, recurre a programas de control parental en ordenador, tabletas, móviles o videoconsolas para evitar que encuentren contenidos inadecuados a su edad. 
  7. Mantente al corriente de los avances de la tecnología y de la sociedad conectada, para que la llamada ‘brecha digital’ no suponga un obstáculo en tu labor de educar a tus hijos.

César Bona: “Hay que humanizar la educación y hacerla igualitaria”

Candidato español al Global Teacher Prize

Salió a la palestra cuando su manera de dar clase le supuso, en 2014, una candidatura al Global Teacher Prize, el premio nobel de los maestros. Desde entonces, César Bona, profesor de primaria, se ha convertido en un referente de la educación en España. Licenciado en Filología Inglesa y diplomado en Magisterio de Lengua Extranjera por la Universidad de Zaragoza, Bona habla con nosotros sobre el futuro de la educación tras estos meses de confinamiento. 

La educación no presencial puede ser una realidad a partir de septiembre, ¿estamos preparados? 

Se nos acumulan todas las incógnitas y, a la vez, todas las respuestas. Cada uno ha vivido en su circunstancia, y basándose en ella tiene una opinión. Pero más allá de dar una opinión, es necesario que las cosas se calmen y que funcionen. Sobre todo, es delicado porque estamos hablando de menores. Un adulto puede entender su responsabilidad y las reglas que debe seguir y no puede saltar. Los niños y las niñas son pura curiosidad, están en permanente movimiento. A ver cómo se puede realizar. Antes de lanzar una opinión, lo necesario es acertar en el sistema. Si esta enfermedad nos ha cambiado a todos, ojalá cambie la educación, que es fundamental. 

¿Cree entonces que la covid-19 representa realmente una oportunidad para cambiar el sistema? 

Cuando se habla de educación, las palabras que más se escuchan son “evaluar” y “examinar”. Lo que hay que valorar ahora mismo es el sistema, porque nos hacemos muchísimas preguntas y no se trata de buscar diferentes respuestas, sino de cambiar la reflexión. ¿El sistema educativo actual funciona? ¿Tiene éxito? Hay miles de docentes deseando formarse e intentando dar lo mejor de sí a niños y niñas y también, miles de familias deseando una educación mejor. Pero mantenemos un sistema inmovilista en el que la realidad debe adaptarse al currículo y no al revés. Se educa en la vida, no ya para la vida. La escuela no es una burbuja, y hay herramientas fundamentales para llevar la educación a distancia, pero también estamos detectando muchas carencias. La pregunta que debemos formularnos es: ¿para qué sirve la educación?

¿Para qué debe preparar a los niños el sistema educativo? 

Todas las decisiones que se toman son desde el punto de vista de los adultos: pensamos en los niños, pero no pensamos como niños. Es hora de ponerse en su lugar. Si pensamos en antes de la pandemia y sus consecuencias, nos damos cuenta de que la resiliencia, la gestión de las emociones, de los miedos, de la ira y de la frustración son claves. Eso hay que educarlo y forma parte del ser humano. No podemos fundamentar la educación solo en los contenidos, que parece que es lo único que importa estos días. 

¿Qué es necesario para mejorar la educación? 

No es fácil explicar la resiliencia, como tampoco es fácil explicar la empatía, el respeto hacia uno mismo, hacia los demás, las diversas culturas, el respeto al medio ambiente… Tampoco es sencillo educar en el compromiso social, pero son asuntos absolutamente fundamentales. Estas son las herramientas de los contenidos trasversales, pero son tan importantes que hay que tratarlas en todas las materias. Las asignaturas tienen tanto contenido que muchas veces, lo que es fundamental no se trata por falta de tiempo. Es también clave que los alumnos entiendan que las diferencias son un regalo, no un inconveniente. A nuestro alrededor queremos gente que se implique, que dé un paso más allá, que se comprometa a hacer nuevas cosas. Eso también se educa.

César Bona: “Hay que humanizar la educación y hacerla igualitaria” (Segunda parte)

¿Qué es lo que hace el sistema educativo actual? 

Lo de siempre. Someter a una presión extraordinaria a niños y a docentes. Hay tanto contenido que impartir para que los chicos lleguen formados a Bachillerato que ya no se pueden tener en consideración otras necesidades, y eso es absurdo. Lo más importante en estos tiempos es la salud. ¿Y cuánto tiempo se le dedica en las escuelas? Muchas cosas que se dan por hechas no se hacen. Interpretar la hipoteca o el recibo de la luz, controlar y hacer cuentas para llegar bien a fin de mes… Eso debería estar en la escuela, más allá de la cerrazón del currículo. 

¿Cómo ha sido la educación durante el confinamiento? 

Hay muy buenos maestros. Hemos estado confinados, pero viviendo experiencias increíbles. Las familias también han hecho que esto se mueva. A los docentes y padres solo se le puede exigir lo que puedan dar. La presencia, la manera de estar en clase y la convivencia son claves. Pero si no hay tiempo para explicar todos los contenidos, ¿cómo lo podemos solucionar? 

¿Es la educación el verdadero ascensor social? 

Hay una escuela que piensa que es el reflejo de la sociedad. Y tenemos que mejorar la sociedad. En esta situación extraordinaria, se ha debatido si debían pasar o no todos los niños de curso. Muchos piensan que la escuela sí debería ser el mejor ascensor social. Sería justo que pasaran de curso los que iban bien, pero para los que llevan una gran mochila a las espaldas es más complicado. Hay que parar y reforzar. La noche que surgió ese debate yo no pude dormir, porque me venía continuamente la palabra ‘justicia’ a la mente, con distintas preguntas. 

¿El sistema educativo puede atender las distintas necesidades de los alumnos? 

La educación supone dar la formación necesaria para que sigan relacionándose bien consigo mismos, con las personas que les rodean y con el mundo en el que viven. Y si no, ¿para qué estamos educando? Porque representa un derroche de energía brutal. Lo injusto sería que, si cuando esto pase no cambiáramos, no serviría de nada. La vida nos está dando una oportunidad. Tenemos que dar una educación mejor y más igualitaria.

¿Qué opina del método seguido durante el estado de alarma, en el que los padres han tenido que asumir un papel más activo en la educación de sus hijos? 

Hay muchas familias que no han tenido recursos, y la educación no para: se lleva por delante a quien no se agarre. Ha habido muchos chicos a los que no les llegaban las tareas o sus padres no podían solucionárselas. Esto es un gran problema. No tenemos un proyecto referente. He conocido escuelas en crisis, porque sus alumnos no iban demasiado bien y estaban a punto de cerrar, pero dieron un giro drástico y se invitó a participar más a las familias y a sus hijos con una visión más humana. Consiguieron la transformación. No es cuestión de incluir más contenidos, sino de humanizar la educación. 

Siempre se nos habla de Finlandia o los países del norte como referentes, donde el fracaso o el absentismo escolar son menores que los nuestros. 

Son contextos diferentes. Seguro que se puede aprender algo de Finlandia y de alguna escuela de Argentina… Seguimos hablando de ejemplos, pero no nos los aplicamos. En nuestro país, uno de cada cuatro alumnos no termina sus estudios. Y no es culpa de la educación secundaria, sino de todo el sistema. Obviamente, algo falla. Sería necesario hacer analogías entre la edad adulta, la niñez y la adolescencia. En la escuela, cada 45 minutos, durante ocho horas, vamos cambiando de materia, y la anterior no tiene nada que ver con la siguiente. Para eso hace falta una mentalización importante. Esto lo hemos hecho siempre. Y si no hay relación entre los diversos contenidos en arte, literatura o matemáticas, ¿para qué sirven estas materias? Solo son una enumeración de datos para evaluar, y es el sistema el que necesita una reevaluación.

César Bona: “Hay que humanizar la educación y hacerla igualitaria” (Tercera parte)

¿Qué falla, en general? 

Ha desaparecido el estudio de la Filosofía, de fomentar el estudio crítico. Y tienen poco peso el arte, el estudio de la música o el de la salud, incluida la emocional. Si se dedican solo 30 segundos a la educación en los debates políticos… no podremos avanzar. Es una inversión a largo plazo. Pero el futuro en educación empieza hoy. 

¿Por qué no ha habido un modelo educativo en España, un gran pacto nacional sobre educación? 

Tengo un pensamiento muy básico. Siempre frena el mismo tema: si entra o no en el plan de estudios Religión. Parece la única materia de interés en el mundo. O si nos convienen los colegios concertados o públicos. Ahí se acaba el debate. Chocan políticamente, y no se ponen a reflexionar más. La clase política tiene que escuchar a docentes, familias y niños. El punto de vista adulto tiene que acabar. Necesitamos escuelas que recuerden que somos seres sociales y que hay que educar en el diálogo, en la convivencia y en la participación. Lo que me temo, cuando todo acabe, es que las administraciones se agarren a la inercia y volvamos a lo de siempre. Si una palabra está asociada con la esperanza, esa es la educación. 

¿Para qué enviamos a nuestros hijos a la escuela? 

Para que aprendan a convivir, a relacionarse, para que se conviertan en seres íntegros y que sean felices. Hay que luchar por estos objetivos. Los contenidos son muy importantes, pero hay que dar tiempo para que los chicos se conozcan entre ellos y que los profesores les conozcamos también. Las materias tienen que estar relacionados entre sí y con la vida de los niños y niñas. 

¿Cuál debe ser el papel de los padres en la educación? 

Existe una gran preocupación por la salud, por lo económico y social, y también se debería tener por la educación. Hay una gran incertidumbre. Es importante que los niños sepan, y que los padres lo comuniquen, que cuando esto termine los profesores vamos a estar ahí. La conciliación entre el trabajo y la escuela se ha convertido en pieza clave. Para tomar decisiones sobre la infancia, antes tienes que recuperar al niño que fuiste; si no, te dejas matices muy importantes por el camino. Es un ejercicio de empatía global. No me imagino una escuela en la que los niños salgan sin ser capaces de dialogar, convivir o sin tener respeto por el medio ambiente o por las personas que los rodean.

La escuela del futuro

En su libro Las escuelas que cambian el mundo, César Bona recoge siete instituciones españolas que pueden ser un modelo para poner en marcha el cambio en la educación. “Si pudiéramos mezclar, como en un cóctel, todo lo que hacen en estas escuelas, lo primero que incluiríamos es el sentido común, luego la escucha a niños y niñas, la invitación a participar en el centro y en la sociedad. No tienen en cuenta solo los buenos resultados académicos, sino los personales”, explica Bona. En estos centros, los menores tienen voz, se les escucha y se les invita a participar en la institución y en la sociedad. “Me parece absolutamente admirable hacerles conscientes de que somos seres sociales y que cada paso que das infl uye en todo lo que tienes alrededor. Se sienten escuchados, valorados y ven que son útiles, que cuando se implican y la gente responde, todo fl uye”, afi rma. En esta evolución del sistema educativo los profesores tienen un papel muy importante. Como añade Bona, actualmente hay miles de profesionales que se forman continuamente en el extranjero, sobre todo en la gestión de las emociones. “Lo importante es que todo ese aprendizaje se lo transmitan a los alumnos”, añade.