La lucha contra la obesidad infantil: el papel esencial de la ciencia

España es el cuarto país europeo con más niños con sobrepeso y obesidad, aproximadamente un 40% de los menores vivirán con un alto riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes o diferentes tipos de cáncer. Sabemos que muchos de los factores de riesgo disminuyen o desaparecen cuando se realiza un cambio en los hábitos de vida, pero solamente la ciencia puede transmitirnos ese conocimiento.
1 diciembre de 2021

La lucha contra la obesidad infantil: el papel esencial de la ciencia

La investigación es la herramienta imprescindible para conocer cómo prevenir la obesidad y cómo tratarla, por eso, hay que seguir invirtiendo en ella. No hacerlo saldrá mucho más caro.

Detrás de campañas como Hijos del azúcar, lanzada recientemente por el Ministerio de Consumo para concienciar a los padres de la relación directa entre el consumo de azúcar y la obesidad infantil, y de decisiones como la implantación del semáforo nutricional Nutri-Score, que aporta mejor información a los consumidores sobre los alimentos, o la de limitar la publicidad de los productos poco saludables dirigida a menores, está el trabajo de investigación de numerosos científicos. Todas ellas son decisiones que llegan tras años de trabajo de multitud de investigadores.

Gracias a sus conclusiones sabemos que tenemos una prevalencia de obesidad entre nuestros menores del 18,1% (20,4% en niños y 15,8% en niñas) y que esta tasa expone a los pequeños en serio riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes tipo 2, hipertensión o síndrome metabólico. Conocemos también que ni siquiera el 3% de los jóvenes españoles alcanza la ingesta óptima de frutas y hortalizas recomendada (400 gramos al día), que la población infantil y adolescente consume el 21,5% de la energía de la dieta en forma de azúcares totales (casi el 30% en los menores de tres años) y que cada vez hay más niños diagnosticados con diabetes 2, cuando antes era una enfermedad de adultos.

El conocimiento necesita inversión

Es prácticamente imposible investigar sin financiación y esa inversión puede obtenerse de las instituciones privadas (las menos) y públicas. El sistema funciona de la siguiente manera: a través de diferentes convocatorias, los grupos de investigación se presentan con sus respectivos proyectos y después, tras revisar estas propuestas, un comité evaluador decide financiar un proyecto concreto con la cantidad solicitada por el grupo investigador o una menor. No existen datos de los euros que se destinan específicamente a investigar la obesidad infantil, pero muchos de estos proyectos se financian gracias a las ayudas que otorga el Ministerio de Ciencia e Innovación, a través de la Agencia Estatal de Investigación.

En 2020, se otorgaron 411,15 millones de euros a equipos de las universidades, centros públicos y centros privados sin ánimo de lucro. Con estos recursos se promueve que la comunidad científica española pueda abordar proyectos de investigación de alta calidad, novedad y relevancia que contribuyan al progreso del conocimiento, así como a la resolución de problemas de la sociedad y al crecimiento de la economía. El centro que más recursos obtuvo fue la Universidad de Barcelona, que captó 21,8 millones de euros para realizar 168 proyectos, mayoritariamente en las facultades de Medicina y Ciencias de la Salud y de Biología (25 proyectos) y Farmacia y Ciencias de la Alimentación (con más de una decena). Haciendo cuentas, cada proyecto recibe unos 131.000 euros.

Pero ¿es suficiente? El coste de una investigación depende de factores casi innumerables y esto es, precisamente, lo que hace que los proyectos puedan variar tanto en su coste final. “Hay que tener en cuenta los años necesarios para su ejecución y el área concreta de investigación (más social, como una gran encuesta de hábitos, o más científica, del área de inmunología, metabolismo, genética…). También depende del tipo de experimentos que vayan a realizarse, del número de personas involucradas, si es necesario adquirir nuevos instrumentos para el laboratorio, contratar a personal, usar modelos animales, de la existencia de servicios de apoyo…”, relata Lluis Montoliu, científico del Centro Nacional de Biotecnología, que ha liderado y evaluado durante muchos años proyectos de investigación para administraciones nacionales e internacionales.

Un proyecto puede costar miles, centenares de miles y hasta millones de euros. A esta enumeración habría que añadir dos condicionantes más: la cantidad de dinero público destinado ese año a la investigación y el número de grupos científicos que postulan para conseguir la subvención.

Cuando los recursos se quedan cortos

Lluis Montoliu hace un desglose aproximado de los costes que supondría un proyecto de investigación en biomedicina realizado por un equipo de dos personas –un investigador y un técnico– durante tres años y le da un total de 499.488 euros. ¿Qué ocurre entonces si los recursos obtenidos se quedan cortos y no le alcanzan al equipo investigador para terminar el proyecto? Eso es exactamente lo que pasa la mayoría de las veces. Lo más común, por la escasez de recursos, es que del medio millón que necesitaría un equipo para realizar su proyecto, al final reciba entre 180.000 y 150.000 euros. “Por ello, al final se suele recortar siempre en personal, no se compra ningún equipo nuevo y se limitarán los gastos de servicios y viajes”, explica Montoliu.

Los grandes grupos de investigación en España no suelen tener obstáculos a la hora de que su proyecto sea aprobado y financiado, el problema es siempre la cantidad que reciben, muy modesta y alejada de lo que invierten otros países europeos. Aun así, son muchos los investigadores que trabajan por encontrar soluciones y tratamientos para curar y prevenir uno de los grandes problemas de salud en España: la obesidad, ya bautizada como la epidemia silenciosa.

¿De dónde llega el dinero?

Existen diversas fórmulas de financiación pública destinadas a la investigación en España, la gran mayoría de los fondos llegan del Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) y del Ministerio de Ciencia e Innovación. Estas ayudas permiten desarrollar proyectos de investigación, pero también facilitar la formación y movilidad de investigadores. También existen ayudas para la mejora y adquisición de infraestructuras o para favorecer la colaboración entre equipos de investigación en el ámbito nacional e internacional. Las distintas comunidades autónomas cuentan, a su vez, con programas de ayudas para la investigación que son financiados con los presupuestos regionales. Y, por último, parte de las ayudas llegan también desde Europa, la mayoría las otorga la Comisión Europea.

El tema de la financiación privada, aunque en algunas áreas de la ciencia es recibida con los brazos abiertos (como lo es la investigación contra el cáncer), en el caso de la obesidad infantil el tema es más controvertido, ya que estas ayudas provienen de la industria alimentaria (aunque también de laboratorios farmacéuticos o seguros de salud privados), por lo que el interés por financiar estas investigaciones no se limita solo al avance científico. Algunas revisiones sistemáticas han puesto de manifiesto un sesgo en las conclusiones de los estudios que habían recibido financiación de la industria alimentaria, particularmente cuando comunicaban los efectos de las bebidas azucaradas.

Los posibles conflictos de intereses que puedan derivarse de estas financiaciones están probados, por lo que los científicos deben ser muy escrupulosos con sus conclusiones. La gran mayoría de los investigadores prefiere no depender de la industria de la alimentación para llevar a cabo sus estudios, ya que saben que eso afectaría, en cierto grado, a la credibilidad de los resultados.

¿Cuánto cuesta una investigación?

Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología, ha realizado los cálculos aproximados de lo que costaría un proyecto para tres años con un equipo de cinco personas. Su objetivo es añadir transparencia a la financiación pública y explicar cómo se desglosan los gastos y a qué partidas hay que renunciar porque la cifra no se ajusta a la realidad. Puede parecer una cifra muy alta para alguien que no está relacionado con el trabajo científico, pero para el investigador significa preocupación por tener que comenzar a preguntarse de dónde recortar para que el dinero alcance.

Costes directos / 412.800 euros

  1. Salarios. En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), por ejemplo, el coste de contratar a un titulado superior es de unos 36.000 euros y el de un técnico, de unos 23.000 euros. Por lo tanto, contratar un investigador y un técnico durante tres años supone 177.000 euros.
  2. Equipos. Para realizar un estudio, es frecuente que se necesite adquirir algún instrumento específico. Aunque los precios pueden ser muy variables, se suele presupuestar unos 30.000 euros para la compra de un equipo medio.
  3. Consumibles. En esta partida se incluyen los materiales que se utilizarán en la investigación, como productos químicos, medios de cultivo para las células… Este gasto también es muy variable, pero es normal estimarlo en unos 6.000 euros por persona y año. Para un equipo de cinco personas, el presupuesto estimado para tres años es de 30.000 euros.
  4. Servicios. Por ejemplo, el servicio de genómica, de microscopía, de citometría, de histología y otros de apoyo a la investigación en el centro. Una cantidad mensual razonable para este capítulo sería de, por lo menos, 2.800 euros al mes. Para un proyecto de tres años: 100.800 euros.
  5. Viajes. Hay que contar con la asistencia a congresos nacionales e internacionales, donde presentar los resultados o ponerse al día de lo que están haciendo otros grupos de trabajo. Un coste razonable de registro, viaje, alojamiento y dietas para una reunión internacional es de 1.750 euros, y para una reunión nacional es de hasta 750 euros. El coste en tres años supone 7.500 euros.
  6. Otros gastos. También hay que considerar un apartado indeterminado en el que incluiremos los gastos de telefonía, mensajería, de publicación, de revisión de manuscritos… Este apartado puede suponer fácilmente unos 2.500 euros al año. Por lo tanto, para tres años este apartado sumaría por lo menos otros 7.500 euros.

Costes indirectos / 86.688 euros 

Los costes indirectos es la parte que las instituciones destinan para sufragar los gastos de funcionamiento y mantenimiento de los centros de investigación (luz, agua, gas, calefacción y ventilación, servicio de limpieza, servicio de seguridad, servicio de mantenimiento, de instrumentación, servicios de apoyo científicos y administrativos, personal de apoyo…). En España, los costes indirectos se calculan como un porcentaje de los costes directos: habitualmente es del 21% para los proyectos financiados desde el denominado Plan Nacional de I+D+i.

Total: 499.488 euros

En qué se centra la ciencia

Son muchos los grupos de investigación en España que se dedican actualmente al estudio de los problemas de sobrepeso en menores. Hablamos con cuatro de ellos para conocer cómo es su trabajo y hacia dónde se dirige el estudio de esta enfermedad.

La genética del sobrepeso

  • Instituciones: Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid.
  • Investigador principal: Jesús Argente Oliver, director del Departamento de Pediatría.

El servicio de Endocrinología, Crecimiento y Metabolismo del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid es un referente nacional e internacional en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de niños con alteraciones hormonales, metabólicas y patologías del crecimiento. Con más de 300 artículos publicados, este grupo, dirigido por el doctor Jesús Argente Oliver, responsable también de Grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), ha efectuado aportaciones de gran relevancia científica sobre anomalías genéticas tanto del crecimiento como de la obesidad. En la actualidad, se encuentran inmersos en los siguientes trabajos:

  • Los genes que determinan las obesidades más graves en menores de cinco años. Se estima que alrededor del 13% de los niños en Europa puede presentar obesidad causada por un gen (obesidad monogénica). Hasta el momento se sabe que pueden estar implicados más de 20 genes. Por ello, el doctor Argente y su equipo, dentro del programa sobre Obesidad Infantil del CIBEROBN, han formado una muestra de 1.300 niños con obesidad severa a los que se les ha realizado un seguimiento. Esta investigación ha detectado mutaciones genéticas en todos ellos.
  • Obesidades sindrómicas. Son aquellas que vienen acompañadas de otras alteraciones (cardiacas o renales) y que forman parte de un síndrome, como el de Bardet-Biedl, Almström y Prader-Willi. “Nuestra intención es seguir investigando en el campo de la genética en todos los pacientes que presenten obesidad grave de inicio precoz, en aquellos con historia clínica de hambre insaciable, con historia familiar de obesidad o asociada a alteraciones del neurodesarrollo. Para ellos se está buscando una terapia personalizada que nos conduzca a la medicina de precisión en las obesidades infantiles”, explica Argente.
  • Fármacos para tratar la obesidad. El equipo del Hospital del Niño Jesús está colaborando con otras instituciones internacionales en dos ensayos clínicos para probar la eficacia de un fármaco para tratar la obesidad más grave. Se trata de un medicamento para pacientes que tienen una deficiencia en el receptor de la leptina, la hormona que regula el apetito. Este es un tipo de alteración que se caracteriza por unas ganas continuas de comer y un aumento severo de peso. Hasta el momento no había tratamiento para estas enfermedades y los ensayos auguran un buen resultado, ya que se ha observado una pérdida de peso de, al menos, el 10% en el 80% de los participantes del primer ensayo y del 45% en los del segundo.
  • La hormona del crecimiento. Este equipo de investigación sigue estudiando los mecanismos genéticos que influyen en la hormona del crecimiento (GH): los problemas que impiden que los niños desarrollen una estatura y un peso normal para su edad. También estudian en pacientes con obesidad los diferentes tipos de microRNA, un grupo de biomoléculas asociadas a la regulación de numerosos procesos biológicos relacionados con la obesidad.
  • Pubertad precoz y sobrepeso. Los niños con obesidad suelen presentar una pubertad precoz (antes de los ocho años en niñas y de los nueve en niños). Esto puede llevar asociado trastornos emocionales y problemas de salud en un futuro. Por ello, otro objetivo de este equipo es la investigación del patrón de crecimiento en niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad, intentando esclarecer las posibles alteraciones en el inicio y desarrollo de esta etapa vital y sus eventuales complicaciones en la adquisición de los caracteres sexuales secundarios y la función sexual y reproductora. También estudian cómo influye el sexo y el grupo étnico en el desarrollo de la obesidad.
  • Trastornos relacionados con la obesidad. Siguen identificando las comorbilidades, es decir, los trastornos asociados más comunes que se desencadenan en los niños obesos, como alteraciones en el metabolismo, hiperuricemia (exceso de ácido úrico en la sangre) e hipertensión arterial.

Los periodos críticos de la obesidad

  • Institución: Grupo de trabajo Obesidad Infantil y en la Adolescencia de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).
  • Investigador principal: Gilberto Pérez López, endocrino y pediatra.

Este grupo no solo se enfoca en la población infantil, sino que también se dirige a los jóvenes con unas cifras muy altas de prevalencia de la obesidad. Su meta es el abordaje multidisciplinar de la obesidad: desde la atención médica, el acompañamiento psicológico, la dietoterapia (el tratamiento que consiste en adoptar la dieta adecuada) hasta el ejercicio como motor de cambio real en el estilo de vida de nuestros niños y jóvenes. Para este equipo, todas las etapas en el crecimiento del niño son igual de importantes, pero es cierto que hay tres periodos críticos en los que se centra:

  • Los primeros 1.000 días de vida del niño. Desde el nacimiento hasta los dos años. En esta etapa, la alimentación tiene un gran impacto no solo en el desarrollo normal del cerebro del bebé, sino también se asocia al riesgo de obesidad, así como de otras enfermedades crónicas en la etapa adulta (como la diabetes y la hipertensión). “Todo lo que se haga antes de la concepción por parte de ambos progenitores, durante el embarazo y hasta los dos años, va a tener una enorme influencia en la salud en general y en el riesgo de obesidad en particular”, explica Pérez.
  • Entre los cinco y siete años: el rebote adiposo. En las curvas de índice de masa corporal (IMC) se ha identificado un crecimiento en el primer año de vida que decrece posteriormente, llegando a valores mínimos entre los cinco y los siete años. En ese momento se produce un nuevo aumento hasta la edad adulta. Es lo que se denomina el rebote adiposo. Un rebote temprano o precoz, entre los tres y cinco años, se asocia con un mayor riesgo de sufrir sobrepeso y obesidad.
  • La adolescencia. Durante este periodo se producen cambios psicosociales a gran velocidad. En el contexto biológico, la pubertad se relaciona con ganancia de peso en relación con el propio crecimiento longitudinal (en una situación normal, la altura es mayor que la ganancia de peso). Lo que ocurra en la adolescencia va a tener un enorme impacto en el riesgo de obesidad, así como de otros trastornos endocrino-metabólicos (diabetes tipo 2) y aumento del riesgo cardiovascular. “Si un adolescente presenta sobrepeso u obesidad, tiene más del 70% de probabilidad de ser un adulto con obesidad”, explica el doctor.
  • Obesidad y entorno. En los últimos años, el grupo se ha centrado en abordar el problema de la obesidad desde el punto de vista psicológico e investiga la obesidad como respuesta al entorno, analizando los factores psicosociales y familiares implicados, el papel de la regulación emocional en el origen y en el mantenimiento de la obesidad. También estudian lo importante que es regular las emociones desde edades tempranas, así como la intervención psicológica a través de programas en los que se involucra a la familia.

Nutrición personalizada

  • Institución: Nutrición y Obesidad de la Universidad del País Vasco.
  • Investigadoras: Saioa Gómez Zorita y Naroa Kajarabille García.

La línea principal de investigación del grupo Nutrición y Obesidad de la Universidad del País Vasco se centra en la obesidad y sus patologías asociadas, como la hipercolesterolemia y la diabetes. El grupo trabaja principalmente en el estudio de la acumulación de grasa corporal según la composición de la dieta y potenciales ingredientes. Actualmente el grupo está inmerso en proyectos, en colaboración con otros equipos e instituciones nacionales y autonómicos.

  • Nutrición de precisión. Este proyecto recibe financiación autonómica y se centra en el campo de la nutrición a medida del individuo. El objetivo es buscar el tratamiento adaptado a cada persona para ayudar a prevenir y tratar de una forma más correcta la obesidad infantil.
  • Cómo son los hábitos de los menores. Este grupo también trabaja, en colaboración con el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, en una línea de investigación centrada en valorar los hábitos alimentarios y el estado nutricional de la población de la ciudad. Este trabajo incluye un programa de fomento del consumo de frutas y verduras en la población infantil.
  • Las posibles mutaciones genéticas. Este equipo acaba de iniciar un proyecto relacionado con la genética. Su objetivo es detectar posibles mutaciones genéticas y su relación con la obesidad.

Los porqués de una mala alimentación 

  • Institución: Seguimiento del Niño para un Desarrollo Óptimo (SENDO).
  • Investigadora principal: Nerea Martín-Calvo, pediatra y doctora en Epidemiología.

El proyecto SENDO (Seguimiento del Niño para un Desarrollo Óptimo) es un estudio de investigación que tiene como objetivo analizar el efecto de la dieta y los estilos de vida sobre la salud del niño y del adolescente, pero también su relación con otras enfermedades, como el asma o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Este proyecto nació en 2015 en el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, pero en el 2018 se expandió por todo el país y, a día de hoy, SENDO está compuesto por una muestra de niños y adolescentes de toda España. Su directora, la doctora e investigadora Nerea MartínCalvo trabaja junto a un equipo de colaboradores, pediatras e investigadores, repartidos por todo el territorio nacional.

  • La calidad de la dieta de los menores. En la actualidad hay tres pediatras escribiendo su tesis doctoral con datos relacionados con la obesidad infantil en los participantes de este proyecto. Dos de esos trabajos se centran en factores asociados con la calidad de la dieta de los niños. “Gracias a los datos obtenidos en esta investigación sabemos que los niños que han recibido lactancia materna tienen mejores hábitos dietéticos a los cinco y seis años. También, que los conocimientos nutricionales de los padres, su implicación en la dieta de sus hijos, las horas de pantallas y la realización de actividad física son factores que se asocian estrechamente con la calidad de la dieta que, como se sabe, es el factor más fuertemente asociado con el desarrollo de obesidad infantil”, explica Martín-Calvo.
  • En busca de la raíz del problema. El grupo de investigación se centra en los factores determinantes de la calidad de la dieta. Los factores modificables de la obesidad son de sobra conocidos: una mala calidad de la dieta y la falta de actividad física. “Por eso nosotros preferimos ir un paso más atrás en la cadena causal y centrarnos en los determinantes de esos factores: qué conduce a tener una peor alimentación y a realizar poca actividad física. Esperamos que este tipo de investigaciones tengan un impacto importante en las cifras de obesidad infantil, porque sirven para desarrollar las campañas de prevención que van a la raíz del problema”, matiza la científica.
  • El aprendizaje antes de los seis años. Sus investigaciones han concluido que los seis primeros años de vida de un niño son fundamentales, ya que a esa edad muchos menores ya han desarrollado sus gustos, apetencias y aversiones. “Gran parte de los hábitos adquiridos en la infancia se proyectan y mantienen en la edad adulta. Así que, si quieres que un niño interiorice un hábito, enséñaselo antes de los seis años”, explica Nerea Martín-Calvo.