Maternidad a partir de los 35 años

Más meditada y responsable, pero no exenta de riesgos

El momento de la maternidad se puede elegir. La mujer dispone desde hace algunos años de medios para decidir cuando nacerán sus hijos. La tendencia actual es inequívoca: la llegada de los vástagos se pospone
1 septiembre de 2000
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Más meditada y responsable, pero no exenta de riesgos

Si en los setenta las mujeres tenían su primer hijo en la veintena, hoy es cada vez más habitual que la mujer estrene su maternidad bien entrada en la treintena. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo, con todo lo que ello supone -prolongar su educación académica y asentarse, después, en su profesión- es la principal razón de este fenómeno. Pero el efecto contrario, el desempleo y la consiguiente imposibilidad de afrontar los gastos que traen consigo los hijos, se encuentra también entre los motivos que explican el retraso en la maternidad.

Las consecuencias evidentes de esta tendencia son el descenso en el número de hijos, la dificultad de la mujer para concebir a partir de cierta edad y la mayor posibilidad de complicaciones en el embarazo.

Las claves del fenómeno

El 11% de las parejas españolas tienen su primer hijo cuando la mujer ya ha cumplido los 35 años. El principal factor que explica este fenómeno es la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, incorporación que no se ha visto acompañada de cambios estructurales que ayuden a la mujer a compaginar profesión y tareas familiares. Además, el periodo educacional de las mujeres se ha prolongado para facilitar su acceso al mercado laboral y, como consecuencia, la estabilidad laboral que ansían para ser madres llega más tarde, con lo que el primer hijo se retrasa. Al posponer el nacimiento del primer hijo, se tienen menos. Además, la maternidad a partir de los 30-35 años se vive de manera diferente; es más responsable, son hijos más deseados y fruto de una decisión más meditada.

Pero en ocasiones se educa a estos hijos de manera más permisiva y se tiende a sobreprotegerlos y a darles todo lo que piden. Además, persiste una concepción de la maternidad muy tradicional, por lo que los padres, a menudo, se sienten culpables del poco tiempo que pueden dedicar a sus hijos y tratan de compensarlo convirtiendo a los niños en los reyes de la casa, lo que repercute negativamente en su formación.

Los peligros de posponer la maternidad

Según un reciente estudio publicado en el British Medical Journal, el 20% de las gestaciones en mujeres de entre 35 años y 40 años, y hasta el 50% en las que ya han cumplido 42 años, fracasan por aborto espontáneo, embarazo ectópico (gestación fuera del útero) o muerte del feto. En los ochenta la tasa de natalidad aumentó un 31% entre mujeres de 30 a 34 años, un 60% en el grupo de 35 a 39 y un 50% en las mayores de 40 años. Entre 1990 y 1995, dicha tasa se incrementó un 2% entre las de 30 a 34 años, el 8% entre las de 35 a 39 y el 20% en el grupo de 40 a 44 años.

A partir de los 35 años es más difícil que una mujer se quede embarazada. Y se constata que muchas mujeres se hubieran planteado antes la maternidad, de conocer que les costaría tanto poder concebir un hijo.

En las maternidades tardías es también más frecuente que aparezcan problemas de hipertensión, procesos varicosos, diabetes y anemia ferropénica, todos ellos controlables por el médico. Los riesgos de una mujer embarazada sana de 35 años no difieren de los de una de entre 20 y 30 años, pero sí hay mayores probabilidades de que las madres de más edad sufran esas dolencias.

En lo que respecta al parto, la edad de la madre influye en las posibles complicaciones. El riesgo de cesárea se multiplica según aumenta la edad de la gestante, el parto de las primíparas de más de 35 años es más difícil. Los tejidos en mujeres de esa edad son menos flexibles y se alarga el periodo de dilatación, lo que produce una expulsión más lenta que, a su vez, entraña mayor riesgo de sufrimiento para el feto. Así, ante la menor posibilidad de daño fetal, se practica una cesárea.

Aumenta la tasa de natalidad

Si bien la tasa de natalidad ha aumentado, no lo ha hecho el número de hijos por familia. La generación del baby boom tiene hijos, pero sólo uno. Hace unos años una tasa de natalidad alta era signo de atraso, pero ahora ocurre lo contrario en los países desarrollados. Un claro ejemplo es Suecia, país en el que la incorporación de las mujeres al mercado laboral es mayor que en España, lo no ha sido impedimento para que las mujeres continuaran teniendo hijos y la tasa de maternidad no descendiera. Las políticas de natalidad (gran despliegue de guarderías, facilidades laborales para que las madres atiendan a sus hijos…) han permitido a Suecia garantizar el relevo generacional.

En nuestro país, en cambio, las ayudas son sólo económicas y se han revelado del todo insuficientes. También los factores culturales explican que las mujeres se decidan a postergar la maternidad y tener menos descendencia: el reparto de las tareas en el hogar no es equitativo; además de la jornada laboral, las mujeres llevan sobre sus hombros la mayor parte de las responsabilidades domésticas. Y el disfrute de la baja por paternidad continúa siendo testimonial: tan sólo el 2% de los padres la solicitan.

La seguridad del feto

Los problemas de un embarazo tardío no sólo afectan a la madre. También se debe valorar la incidencia en el bebé de defectos congénitos, como el Síndrome Down. Las cifras son elocuentes: uno de cada 1.250 niños nacidos de una madre de 25 años sufre esta deficiencia; si la madre tiene 30 años las probabilidades son de una por cada 952 partos; una de 378 a los 35 años; una de 106 a los 40 y una por cada 30 nacimientos a partir de los 45 años.

Cuando la madre supera los 35 años, se recomienda un diagnóstico prenatal que determina el 90% de los defectos congénitos. La seguridad, fiabilidad y menores riesgos de hemorragias o de aborto (un caso de cada 400) convierten la amniocentesis en la prueba más común. Efectuada entre las semanas 14 y 18 de gestación, consiste en una punción abdominal para extraer el líquido amniótico que rodea el feto y determinar las posibles alteraciones cromosómicas. En el 20% de los casos se produce un diagnóstico prenatal indeseado.

Escasas ayudas a la natalidad

El gran gasto que ocasiona un hijo, que puede alcanzar el millón de pesetas por año, y las escasas ayudas por parte de la Administración, incide en la decisión de postergar el momento de tener descendencia hasta alcanzar cierta estabilidad laboral.

Las ayudas son escasas. Desde 1990 la cuantía que corresponde por hijos menores de 18 años sin minusvalías no ha variado. Así, las familias con hijos reciben 36.000 pesetas anuales por cada uno hasta su mayoría de edad. Aunque recientemente se ha aprobado una ayuda de 75.000 pesetas anuales para familias con tres hijos, esta cantidad sigue siendo exigua si la comparamos con las de otros países de la Unión Europea, que comenzaron su apoyo a la natalidad durante los 80. Las mujeres danesas reciben del gobierno 19.000 pesetas mensuales por hijo y las finlandesas entre 15.000 y 29.000 pesetas al mes, según el número de hijos. En Luxemburgo, una familia con tres hijos percibe una ayuda mensual de más de 75.000 pesetas, y en Francia, con el tercer hijo la ayuda es de 35.000 pesetas al mes.

Fecundación asistida: todo un presupuesto

Un tercio de las mujeres de entre 35 y 40 años, y la mitad de las que han rebasado la barrera de los 40 años sufren problemas de fertilidad. En el 40% de los casos hay solución: someterse a alguno de estos costosos tratamientos de reproducción asistida. El éxito de los tratamientos disminuirá a medida que aumenta la edad de la madre.

Inducción a la ovulación

Mediante fármacos inyectables, se estimula la ovulación con el fin de obtener más de un ovocito (óvulo fecundado). Si el ovario responde bien, el tratamiento dura entre 10 y 12 días. Su coste puede alcanzar las 25.000 pesetas. Fecundación in vitro. Tras un tratamiento hormonal para estimular la ovulación, se extraen los óvulos, se fecundan en el laboratorio y se vuelven a implantar en el útero materno. En cada proceso se transfieren cuatro embriones, y su coste total ronda las 500.000 pesetas. Este método tiene un nivel de éxito del 25%.

Microinyección espermática

Se sigue el mismo proceso que en la fecundación in vitro, con la salvedad de que al hombre se le extrae el espermatozoide directamente del testículo. El éxito de este método depende de la maduración de los espermatozoides. Su coste oscila entre 600.000 y 700.000 pesetas.

Inseminación conyugal

Se colocan los espermatozoides, aislados del semen eyaculado, dentro del útero. Este tratamiento puede durar hasta 2 años, con un máximo de 6 ciclos. Su coste oscila entre las 50.000 y las 100.000 pesetas por ciclo. En cada intento el porcentaje de éxito es del 15%.

Donación de ovocitos

Se fecundan los ovocitos de una donante anónima con el semen del varón, y los embriones se transfieren al útero. Su coste puede alcanzar las 800.000 pesetas, y las probabilidades de éxito son del 50%.

Pautas para un embarazo sin riesgos

Las normas que deben seguir las embarazadas de edad madura no difieren mucho de las generales para evitar riesgos. La única diferencia es que deben seguir con rigor las indicaciones del ginecólogo, y pasar por controles médicos más exhaustivos.

  • Informe a su médico sobre posibles enfermedades hereditarias, así como sobre su estado de salud. Pídale información antes de engendrar.
  • Mantenga una estrecha colaboración y comunicación con su ginecólogo. Consúltele cualquier duda, por pequeña que parezca y aunque no sea estrictamente médica.
  • No se automedique y no varíe el tratamiento que le haya prescrito su ginecólogo. Durante la gestación, siga una alimentación variada, sana y suficiente. Restrinja la ingesta de sal y de cafeína. No consuma bebidas alcohólicas ni tabaco.
  • Extreme las medidas higiénicas en el aspecto personal, en los alimentos y en el entorno que le rodea.
  • Evite el manejo de sustancias o productos tóxicos, tanto en las tareas domésticas como en el trabajo.
  • No realice actividades que exijan un esfuerzo físico considerable, le obliguen a permanecer en ambientes nocivos o impliquen exposiciones a otros riesgos.
  • Adopte precauciones en el contacto con animales, ya que pueden transmitir enfermedades (tosmoplaxtosis) y poner en riesgo su embarazo.