Conducir un coche, realizar un trabajo de cierto riesgo, practicar algún deporte… todas ellas son actividades que entrañan un peligro y, en ocasiones, aunque la percepción de éste sea mínima, el desenlace puede resultar fatal: un accidente con víctimas mortales, inválidos, heridos y, sólo en el mejor de los casos, un susto.
Interacción entre el alcohol y los medicamentos
Los siniestros forman parte de nuestra realidad, de nuestra vida cotidiana, hasta el punto de que nos impacta más la muerte de 200 personas en un accidente aéreo que ese goteo de personas que pierden la vida, día a día, durante el desempeño de actividades puntuales, sea por imprudencias, exceso de velocidad, distracciones, fallos mecánicos… Sin embargo, los especialistas reconocen otra causa que aparece habitualmente en un plano secundario al investigar el origen de los accidentes: los efectos de los medicamentos, del alcohol y del consumo simultáneo de ambos.
Las interacciones medicamentosas consisten en alterar los efectos de un fármaco gracias a la combinación con otro u otros, de forma que las consecuencias pueden ser beneficiosas o perjudiciales. En la práctica médica, se combinan con frecuencia medicamentos que permiten aumentar su acción terapéutica cuando se toman simultáneamente. Pero, no siempre esta mezcla resulta positiva, ya que un fármaco puede inhibir la absorción de otro anulando su acción terapéutica. Se trata, en todo caso, de conocimientos médicos que escapan a la mayoría de las personas. Ahora bien, no está de más que todos conozcamos un poco y tengamos en cuenta las repercusiones que se pueden derivar de la asociación de alcohol y fármacos, especialmente cuando vayamos a utilizar vehículos o máquinas peligrosas.
Las estadísticas reflejan además que nuestra sociedad no escapa al consumo de alcohol ni a la administración de medicamentos. Ya en 1993, la Encuesta Nacional de Salud de España puso de manifiesto que el 47% de los encuestados había ingerido algún medicamento en las dos semanas anteriores a la realización del cuestionario, que el 25% de los consultados consumía alcohol a diario y que casi en el 10% de los casos se asociaba el consumo de alcohol y el de medicamentos. Aunque no en todas las muestras se diera una interacción perjudicial, los especialistas estiman evidente que la asociación alcohol-medicamento es una práctica frecuente en nuestra sociedad, más habitual entre hombres que entre las mujeres, y también en personas de mayor edad.
Los efectos, diferentes en cada medicamento
Antiinflamatorios, analgésicos, tranquilizantes, ansiolíticos, somníferos, antidepresivos, antihipertensivos, antihistamínicos y antisicóticos… son fármacos con un consumo creciente entre la población, y los efectos de algunos de ellos se pueden prolongar durante horas. Por ejemplo, los somníferos, tranquilizantes, ansiolíticos.., aunque se toman de noche antes de acostarse, mantienen un efecto depresor sobre el sistema nervioso central hasta el día siguiente y, por lo tanto, disminuyen el estado de vigilia, la atención y los reflejos. Ni que decir tiene que en esas condiciones conducir un coche u otro tipo de vehículo, realizar trabajos peligrosos o manejar maquinaria de riesgo puede revestir un gran peligro, dado que la capacidad de reacción ante una situación complicada e imprevista está seriamente disminuida (la ingesta de alcohol puede incrementar y potenciar el efecto depresivo).
Pero no todos los medicamentos tienen las mismas contraindicaciones ante las bebidas alcohólicas. Por ejemplo, en el caso de los antiinflamatorios, el alcohol potencia su efecto ulcerogénico, y si éste se combina con paracetamol, muy consumido como analgésico, se aumenta su hepatotoxicidad (la toxicidad del hígado). Los ansiolíticos e hipnóticos como las benzodiacepinas o los meprobramatos potencian sus efectos depresores sobre el sistema nervioso, en una reacción parecida a la que se produce con los antidepresivos.
Y ya en el caso de que la mezcla se dé con algunos antiinfecciosos, las reacciones pueden ser bien dispares; con la doxiclina, por ejemplo, se produce una reducción del efecto antimicrobiano; y con las cefalosporinas, metronidazol y ketoconazol, se alcanza el llamado efecto disulfiram: un cuadro clínico caracterizado por vasodilatación cutánea, sudor, sed, cefalea pulsátil, palpitaciones, náuseas, hipotensión, visión borrosa y síncope. Sin embargo, la ingestión de alcohol en una proporción adecuada también puede mejorar los efectos farmacológicos de algunos medicamentos, como los utilizados en el tratamiento de la hipertensión arterial.
Una buena información siempre es una garantía
La directiva 92/27/CEE, del Consejo de la Unión Europea de marzo de 1992, relativa al etiquetado y a la información que debe incluir el prospecto de un medicamento de uso humano, diferencia claramente el epígrafe en el que se exponen las interacciones medicamentosas y otras interacciones con alcohol, tabaco o alimento. En España, se estima que el 12% de los casi 4.000 medicamentos comercializados advierte en el prospecto de la interacción entre medicamento y alcohol.
Sin embargo, los especialistas estiman que la información del prospecto no es suficiente, ya que muchos pacientes ni siquiera la leen, o cuando lo hacen, no la valoran correctamente. Así, siempre es aconsejable que el médico antes de prescribir la receta indage sobre los hábitos del paciente y le instruya al respecto en el caso de que consuma alcohol. Desgraciadamente, el sistema de asistencia sanitaria y la masificación de las consultas no permiten en mucha ocasiones atender correctamente esta tarea.
El consumo frecuente de alcohol en nuestra sociedad, la gran tolerancia social hacia estas bebidas y que se considere “normal” una ingesta diaria de 40-50 gramos de alcohol son apuntes que nos revelan la existencia de un problema sanitario con graves repercusiones en potencia y poco abordado en las campañas de prevención de accidentes, de tráfico, laborales… Veamos algunos consejos:
- El alcohol, aún en pequeñas concentraciones, tiene un efecto depresor sobre el sistema nervioso: disminuye la atención, la velocidad de reacción y los reflejos.
- Los efectos de algunos medicamentos, especialmente los sedantes del sistema nervioso central, se prolongan durante muchas horas, y se potencian peligrosamente con el consumo de bebidas alcohólicas.
- Si bebe habitualmente y su médico le receta alguna medicación, siempre es conveniente preguntar sobre la posible interacción entre ambos.
- Si tiene que tomar alguna de las medicaciones citadas u otras que interaccionen con el alcohol, absténgase de beber.
- Si tiene que conducir y se encuentra bajo un tratamiento de tranquilizantes, antidepresivos, somníferos o de cualquier otra medicación para el sistema nervioso, consulte con su médico los posibles efectos y la mejor hora para tomarlos.