ENCUESTADAS MÁS DE 1.500 PERSONAS MAYORES DE 16 AÑOS PARA CONOCER SU COMPORTAMIENTO CON RESPECTO A LA INFORMACIÓN ALIMENTARIA QUE SE LE FACILITA A TRAVÉS DE LOS ALIMENTOS

Etiquetado de alimentos: novedades que pasan inadvertidas

Un 63% de los consumidores consultados no ha percibido los cambios introducidos por la normativa europea
1 enero de 2016
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Etiquetado de alimentos: novedades que pasan inadvertidas

La información nutricional ha dejado de ser voluntaria y ha subido de categoría. Desde diciembre de 2016, el Reglamento 1169/2011 obligará a incluirla en todos los productos alimenticios, incluidos aquellos que producen empresas de catering y los comercializados a distancia.

Y ¿a qué tipo de datos se refiere? Al número de calorías o a la cantidad de carbohidratos de carbono, azúcares, proteínas, sal o grasas saturadas; información que se debe expresar por 100 gramos o 100 mililitros. Además, la etiqueta debe ofrecer la cantidad diaria que es recomendable tomar de un nutriente determinado, lo que permite calcular cuánto se está consumiendo y lo que falta para llegar a la cifra aconsejada.

Pero la información nutricional no es el único aspecto del etiquetado que va a cambiar. La nueva reglamentación lleva incorporando novedades desde hace poco más de un año, con el fin de lograr un etiquetado más claro. Algunas de ellas son el tamaño de la letra, la procedencia de la materia prima y la introducción de la información sobre alérgenos en la lista de ingredientes.

La introducción de estas modificaciones ha llevado a HISPACOOP (la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios a la que pertenece EROSKI) a estudiar el comportamiento de los consumidores con respecto a la información alimentaria que se le facilita a través de los alimentos. El objetivo era saber el nivel de conocimiento de los cambios realizados en la normativa aplicable a todos los alimentos destinados al consumidor (basada en el Reglamento (UE) nº 1169/2011, del Parlamento Europeo y el Consejo, del 25 de octubre de 2011, sobre información alimentaria facilitada al consumidor).

Así, el “Estudio del comportamiento del consumidor sobre la información alimentaria” recoge los resultados de un total de 1.511 entrevistas a responsables de compras del hogar en España, realizadas entre octubre y noviembre de 2015. De ellas, 1.000 fueron telefónicas y 511 se obtuvieron, en formato online, a través de la plataforma web de EROSKI CONSUMER (www.consumer.es). La muestra total se distribuyó por sexo, edad (mayores de 16 años), hábitat y comunidad autónoma (las 17 y las 2 ciudades autónomas).

Conclusiones generales

En el momento de la encuesta, se comprobó que el 63% de las personas consultadas no había percibido cambios en el etiquetado y también se observó que algunos de los aspectos que introduce el nuevo reglamento no son muy conocidos. Por ejemplo, en lo que se refiere a la información de alimentos no envasados que se consumen en los establecimientos fuera del hogar: casi siete de cada diez responsables de compra encuestados no sabían que pueden acceder a la información obligatoria de todos los alimentos envasados o sin envasar.

A pesar de todo, del estudio se desprende que el consumidor responsable de las compras del hogar da mucha importancia a la información alimentaria, a pesar de que todavía uno de cada cinco encuestados no lea la información que aparece en los envases de los alimentos.

Por regla general, los encuestados continúan fijándose especialmente en las fechas de caducidad y consumo preferente. Sin embargo, se ha comprobado que dos de cada cinco también leen el etiquetado para ver las características de los alimentos y procuran elegir productos bajos en sal, light, etc.

Por último, casi la mitad de los responsables de la compra encuestados tienen problemas con las condiciones de legibilidad de las etiquetas.

Importancia y lectura del etiquetado de alimentos

La importancia de saber

La información alimentaria es fundamental para la mayor parte de los consumidores. Un 57% de los encuestados la valoran como “muy importante” (con una puntuación entre 9 y 10 puntos en una escala donde 0 es el mínimo y 10 el máximo) y un 33% como “importante” (entre 7 y 8 puntos). Solo un 11% le da una “menor importancia” (un 9% le concede entre 5 y 6 puntos y el 2%, menos de 5).

Por segmentos (sexo, edad, clase social, ingresos del hogar y comunidad autónoma), todos los grupos le otorgan a la información alimentaria una puntuación media superior a 8 puntos. Eso sí, los jóvenes de entre 16 y 24 años le conceden 9 puntos de media.

¿Se fijan?

Aunque la mayoría de los consumidores consideren importante la información alimentaria, ¿realmente se fijan en ella a la hora de comprar productos? Lo cierto es que sí. El 94% de los encuestados miran la fecha de caducidad o consumo preferente (de ellos, el 84% lo hace habitualmente) y el 81% leen las características de los alimentos y procuran elegir alimentos bajos en sal, light, sin azucares, sin grasas, etc. (en torno al 48% lo hacen con frecuencia). Además, cuatro de cada diez responsables de las compras buscan alimentos requeridos por alguna dieta, enfermedad, alergia, etc. (de ellos, un 20% lo hacen habitualmente).

Aquellos con ingresos mensuales en el hogar superiores a los 2.000 euros son los encuestados que leen en mayor medida el etiquetado con la información sobre las características de los alimentos, frente a los mayores de 65 años y quienes ingresan hasta 750 euros.

Lo interesante

Los datos del etiquetado sobre los que la normativa ha introducido cambios (país de origen o lugar de procedencia, información nutricional y sobre alérgenos, lista de ingredientes, cantidad neta, condiciones de conservación) suscitan interés entre los encuestados. Sin embargo, algunos destacan sobre otros: el 59% habitualmente se fija en la lista de ingredientes, el 56% en las condiciones de conservación y el 54% en la información nutricional (el valor energético, contenido en grasas, hidratos de carbono, fibra, proteínas y sal).

Por su parte, una tercera parte de los responsables de la compra consultados nunca se fijan en la información sobre alérgenos, probablemente porque solo tiene importancia en aquellos hogares en los que algún miembro de la familia sufre alergias o intolerancias.

Por segmentos, la lista de ingredientes y la información nutricional interesa especialmente a las mujeres. También los menores de 25 años encuestados se fijan en los datos nutricionales de los alimentos. Por su parte, los mayores de 65 años consultados y aquellos con ingresos mensuales de hasta 1.250 euros leen en mayor medida las condiciones de conservación y el país de origen o lugar de procedencia.

Además de interesar, este tipo de datos también pueden influir en la decisión de compra de las personas encuestadas. Por orden, la fecha de caducidad o consumo preferente influye en un 31% de los responsables de compra, las declaraciones “bajo en sal”, “light”, “sin azúcares” o “sin grasa” en un 16%; las listas de ingredientes en un 15% y el país de origen o el lugar de procedencia en un 11%.

Percepción de las novedades

Las novedades

En el momento de la encuesta, el 63% de los responsables de compra encuestados y que habitualmente se fijan en el etiquetado de los alimentos, no ha notado cambios en este canal de información en los últimos 6 meses.

Quienes sí lo hicieron (un 36%) identifican varias modificaciones: en los ingredientes que causan alergias o intolerancias (un 17% lo ha percibido) y en la claridad de la información nutricional y el origen de vegetal de los aceites y grasas vegetales (un 10%, respectivamente). También se destacan otros en menor medida: que los datos nutricionales están agrupados y se visualizan más fácilmente, que la información obligatoria está disponible y es accesible, que la palabra “sodio” se ha sustituido por la de “sal” y que ahora se comunica cuál es el país de origen o lugar de procedencia del producto o del ingrediente primario.

Sobre la información nutricional

Uno de los cambios más importantes de la nueva normativa se refiere a la obligatoriedad de la información nutricional. En la encuesta, un 72% de los responsables de compra confirmó que se fijaba en ella.

Y ¿qué datos consideran los más relevantes? Un 32% se decantó por los relacionados con las grasas saturadas, otro 23% por el valor energético (las calorías), el 15% por las grasas trans y el 11% por los azúcares. En menor medida, se mencionan también otros elementos como la sal (o el sodio), las grasas monoinsaturadas o poliinsaturadas, vitaminas, proteínas, otros hidratos de carbono como los polialcoholes o el almidón, fibra alimentaria, los minerales y otros.

La normativa europea obliga, además, a expresar toda esta información nutricional en 100 gramos o 100 miligramos. Dos de cada tres encuestados considera que mediante esta fórmula se ayuda a entender la información. Sin embargo, entre quienes opinan lo contrario, se encuentran en mayor medida los mayores de 65 años.

Asimismo, la información nutricional también puede venir expresada en porcentajes de ingesta de referencia (IR), ya sea por 100 gramos o 100 miligramos o por proporción o unidad de consumo. La mitad de los encuestados que leen la información nutricional se fijan en estas proporciones (de nuevo son los mayores de 65 años quienes lo hacen en menor medida).

Sobre el origen

Con el nuevo reglamento, se amplía la obligatoriedad de incluir en el etiquetado el país de origen o lugar de procedencia del producto alimenticio o del ingrediente principal, en los casos en los que se puede inducir a engaño al consumidor.

En un principio, este dato era obligatorio para la carne fresca de vacuno, las frutas y las verduras, la miel y el aceite de oliva. A partir de abril de 2015, también lo fue para la carne fresca, refrigerada o congelada de cerdo, ovino, caprino y aves de corral.

Un 68% de los responsables de compra se fijan en este dato y, de ellos, casi nueve de cada diez escogen productos producidos en su región o país frente a otros.

Los propios encuestados destacan los tipos de alimentos que, a su juicio, deberían llevar este dato en su etiquetado: la carne de vacuno, porcino, caprino y otros (el 90% así lo cree), el pescado (el 84%), las aves de corral y la leche (el 76%, respectivamente), y la miel y la leche utilizada como ingrediente en productos lácteos (en torno al 59%, en ambos grupos de alimentos). Solo un 3% señaló las frutas y las verduras.

En este sentido, entre los encuestados que escogen la carne, llegan a un nivel de detalle superior y destacan otros datos importantes: el lugar de cría (en el 88% de los casos), el lugar de nacimiento del animal (el 64%) y de su sacrificio (el 58%).

En cuanto al etiquetado en la leche y sus derivados, las personas consultadas mencionaron la siguiente información: si el origen se corresponde con el de un estado miembro de la Unión Europea o no (un 70%), el lugar de transformación de la leche cruda (el 64% de los casos) y el lugar de ordeño (el 62%).

Sobre los alérgenos

Otro de los cambios contemplados por la normativa de información alimentaria tiene que ver con la obligatoriedad de informar sobre los ingredientes o sustancias que pueden causar alguna alergia o intolerancia alimentaria. Nueve de cada diez encuestados responsables de la compra en su hogar afirman que debería indicarse de una manera más clara la existencia de ingredientes que pueden causar alguna alergia o intolerancia.

Es más, un 67% de ellos afirmaron saber que en todos los alimentos, tanto los envasados como los que no lo están, es obligatorio informar sobre la existencia de este tipo de ingredientes. No obstante, también merece especial atención el 32% de las personas consultadas que reconocieron no saberlo.

¿Más o menos legible y comprensible?

Legibilidad

Existe una considerable proporción de personas que se fijan en el etiquetado y que tienen problemas con la legibilidad y claridad de la información alimentaria que contiene. En concreto, el 57% de los encuestados considera que es nada o poco legible y un 52%, poco o nada clara.

Sin embargo, otro 53% de los responsables de compra del estudio sí opina que el etiquetado es mucho o bastante comprensible y una proporción similar (el 54%) cree que es mucho o bastante fiable.

Además, más de la mitad de los responsables de las compras del hogar que suelen leer el etiquetado (el 52%) consideran que los símbolos gráficos que aparecen en ocasiones como complemento a la información alimentaria favorecen la comprensión. No obstante, también se registra un 44% de personas encuestadas que opinan lo contrario, es decir, que generan confusión (en mayor medida los mayores de 65 años).

Por último, cuatro de cada cinco responsables de compras consultados se informan de los alimentos a través de los propios productos en el envase, la etiqueta u otro material de acompañamiento. No obstante, el 36% utiliza las nuevas tecnologías (Internet, folletos electrónicos, etc.) y otro 26 % pregunta a otras personas.

Pese a disponer de una gran cantidad de información alimentaria, dos de cada tres encuestados desconoce que pueden acceder a la información obligatoria tanto de los alimentos envasados (incluso aquellos que el consumidor pide que le envasen o lo hace el vendedor para su venta inmediata), como de aquellos que no lo están y de los que se ofrecen en restaurantes, comedores, etc.

Principales novedades de un etiquetado más claro

El Reglamento 1169/2011 está en vigor desde diciembre de 2014, salvo en lo que respecta a la información nutricional, obligatoria a partir del 13 de diciembre de 2016. Estos son los cambios principales que introduce:

  • Mayor tamaño de letra. Deberá ser de 1,2 mm para envases de más de 80 cm2 y 0,9 mm para envases menores de 80 cm2. Este criterio también se aplicará en los productos envasados en comercios minoristas.
  • Denominación del alimento. Deberá ser la legal (ya establecida en su respectiva ley), pero si no existiera normativa, deberá ser la habitual, es decir, la que toda la población conoce. Y, si esto no fuera posible, se utilizaría una denominación descriptiva que sea clara. Además, debe incluir una indicación de la condición física de los alimentos o del tratamiento al que se ha sometido (en polvo, liofilizado…).
  • Información nutricional obligatoria. Es el valor energético, las grasas, las grasas saturadas, los hidratos de carbono, las proteínas, los azúcares y la sal (esta última sustituye el término usado hasta ahora, sodio). Aparecerá agrupada, en el mismo campo visual, y expresada obligatoriamente “por 100 ml o 100 g”, lo que permite comparar productos. La información nutricional obligatoria puede complementarse, de forma voluntaria, con los valores de otros nutrientes como los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, polialcoholes, almidón, fibra alimentaria, vitaminas o minerales. El reglamento no establece ninguna disposición para el etiquetado de colesterol, pero impide incluir el valor del colesterol dentro de la tabla nutricional. Toda esta información debe presentarse, si el espacio del envase lo permite, en formato de tabla con las cifras en columna o en formato lineal.
  • Lista de ingredientes. Deben enunciarse de manera clara y concreta para que se transmita una información segura y fiable. Siempre deben figurar en orden decreciente de peso, según se ha incorporado al producto cuando se elabora. Los aceites o grasas de origen vegetal se podrán agrupar en la lista de ingredientes con la designación “aceites vegetales” o “grasas vegetales”, seguido de la indicación del origen vegetal específico.

Una de las novedades es la disposición de la definición de nanomaterial artificial. Estos ingredientes deberán indicarse en la lista, seguido de la palabra “nano” entre paréntesis. Las bebidas con alto contenido de cafeína tendrán que etiquetarse, además, como no recomendado para niños ni mujeres embarazadas y lactantes, con el contenido de cafeína citado.

  • Alérgenos. Tendrán que diferenciarse claramente mediante el tipo de letra, el estilo o el color de fondo. También deben indicarse en alimentos no envasados en restaurantes o cafeterías, donde la indicación puede hacerse de forma verbal
  • El país de origen o lugar de procedencia. Se podrá conocer con detalle en alimentos cárnicos de cerdo, ovino, caprino y aves de corral en sus formas fresca, refrigerada o congelada. En los productos cárnicos y en la carne y el pescado congelados, deberá especificarse la fecha de congelación. Debe indicarse la fecha de congelación o la de primera congelación, en el caso de que los productos se hayan congelado en más de una ocasión.
  • Identificación de la empresa. Lo relevante es que se identifique a un responsable con nombre y apellidos y una dirección postal de la Unión Europea.
  • Venta a distancia. La información alimentaria en estos casos estará disponible antes de que se realice la compra y figurará en el soporte de la venta a distancia o a través de otros medios.
  • Menciones adicionales obligatorias. Se podrá conocer si un producto se ha envasado en atmósfera protectora, si lleva edulcorantes, cafeína o ácido glicirrícico.