Esquí sin barreras
Cuando se observa en una pista a un esquiador sentado, realizando giros sobre un único esquí con una técnica que para sí querrían la gran mayoría de los esquiadores o cuando es una pareja la que deja en la nieve dos marcas perfectamente paralelas, anunciadas por el lazarillo que guía a su compañero ciego, se ha de admitir que el deporte iguala a las personas. O mejor dicho, sólo las distingue por su capacidad de esforzarse, algo que nada tiene que ver con las limitaciones motoras, sensoriales o intelectuales.
La práctica del esquí alpino, adaptado y normalizado, al igual que sucede con la gran mayoría de este tipo de deportes, tiene su origen al término de la Segunda Guerra Mundial. En aquellos años se modernizaron las técnicas de rehabilitación y se crearon o adaptaron modalidades deportivas para los veteranos de la contienda. Otros conflictos, como la guerra de Vietnam, no hicieron sino corroborar la necesidad de procurarse prácticas deportivas que proporcionaran sensación de libertad cuando las lesiones obligaban a realizar la vida sobre una silla de ruedas o a necesitar de un guía para desplazarse. Sin duda, deslizarse por la nieve disfrutando del contacto con la naturaleza, la velocidad y el entorno lo consigue. Además, el esquí ha dado la oportunidad a personas con minusvalías de participar en una actividad común y plural, y a valerse de los notables beneficios de integración y superación que ofrece. No importa ser ciego total o parcial, tener una lesión medular alta o severa, o disminuidas las capacidades intelectuales. El esquí no está limitado. Se adapta a muchas opciones.
Algunas modalidades
Desarrollado para personas que esquían en una posición sentada, requiere de fuerza en la parte superior del cuerpo, además de equilibrio y movilidad de tronco. El esquiador se coloca en un asiento moldeado sujeto a un soporte que va unido a un esquí. Un cerrojo, a modo de fijación, ajusta el soporte a la tabla. Para el equilibrio y los giros, el esquiador se ayuda de dos estabilos, esto es, bastones adaptados con unos esquís pequeños montados en los extremos. El monoski está diseñado para poder subir solo al telesilla, lo que proporciona la oportunidad de un esquí independiente. Un esquiador en monoski puede conseguir un nivel muy alto de esquí y esquiar en pistas de alta dificultad, incluso negras.
El biski fue desarrollado para personas que esquían sentadas, y tienen escasa movilidad y fuerza en la parte superior del cuerpo. El esquiador se sienta en un asiento de fibra de vidrio con dos esquís debajo, que funcionan de base, más ancha y con mejor equilibrio que un monoski. Con el biski se puede esquiar de forma independiente ayudado de dos estabilos para el equilibrio y los giros. Los esquiadores principiantes y aquellos que necesitan más ayuda pueden utilizar una barra para las manos y unas cintas con las que el monitor les sujeta.
Este tipo de esquí esta indicado para personas con amputación de un miembro inferior, polio o hemiplejia. Las personas que esquían sobre tres huellas llevan un esquí normal y dos estabilos largos, con los que lograr tres puntos de apoyo con la nieve. Estos esquiadores progresan muy deprisa.
Los esquiadores de cuatro huellas usan dos esquís y dos estabilos. Proporcionan al esquiador estabilidad y le permiten girar. Dos esquís y dos estabilos aseguran cuatro puntos de apoyo en la nieve. En ocasiones se ayudan de unos sujetadores que conectan las puntas de los esquís para evitar que se crucen o permitir un mejor equilibrio. Casi todas las personas que anden con bastones pueden esquiar con cuatro huellas.
El esquí alpino para ciegos tal vez sea la modalidad más conocida, pero no por eso menos llamativa. Es difícil que alguien se deje convencer para lanzarse cuesta abajo, ganando velocidad, sin ver. Por eso éste es un deporte en equipo en el que se necesita un guía vidente para poder deslizarse por las pistas. Para ello se requiere lograr un buen nivel de esquí y muchas horas de entrenamiento. Las personas con resto visual suficiente, las que no son completamente ciegas, siguen al guía visualmente. El esquiador ha de seguirle de forma precisa, intentando pisar la traza de sus esquís. El guía puede hacerle gestos muy claros para darle información o ayudarse con la voz. En el caso de los esquiadores totalmente ciegos, la velocidad es menor porque se guían únicamente por el sonido, el de la voz del guía amplificada por un altavoz que lleva en la espalda.
Un ejemplo no aislado
Aunque no es necesario que las estaciones de esquí estén adaptadas a las personas con discapacidad más allá de lo que marca la ley, el hecho de que las pistas, monitores, personal y señalizaciones tengan en cuenta a este colectivo demuestra una sensibilidad loable, y por qué no, buenas prácticas empresariales.
Un ejemplo, aunque cada día existen más, es la estación catalana de La Molina. Desde hace más de dos lustros procuran mejorar las instalaciones para posibilitar su acceso a todo el mundo, sobre todo en aquello que tiene que ver con el aprendizaje, porque una vez se sabe esquiar no importa en qué condiciones o con qué capacidades se haga. Por ello, desde el pasado año, se ha abierto una pista diseñada por y para las personas con discapacidad. Con ella se pretende facilitar la iniciación, por lo que dispone de un telesilla especial (tipo cinta transportadora), de una caseta de atención para el esquiador y sus acompañantes a pie de pista, y de plazas de aparcamiento exclusivas. Además, se han destinado recursos para la formación específica de personal de remontes, así como creado, en la misma estación de esquí, un centro de formación de técnicos de deportes adaptados al medio natural. También las estaciones que conforman el Aramón de Aragón se han unido a la atención de este colectivo. Para ello, cuentan con sillas de ruedas en las cafeterías intermedias que posibilita el acceso desde la nieve, tanto a los servicios como a la cafetería, y la gran mayoría de los remontes mecánicos pueden ser utilizados por los usuarios con alguna discapacidad. Además, es política de empresa preparar al personal para a los esquiadores con discapacidad el uso de los remontes mecánicos y el resto de zonas de las estaciones.
Queda demostrado que se puede esquiar con diferentes capacidades, pero un serio inconveniente al que hay que hacer frente es el económico. No obstante, aunque el equipo es algo más caro, sobre todo porque hay poca oferta, éste sirve para muchas temporadas. Pero sin duda, lo más costoso es la formación, porque una persona con discapacidad necesita forzosamente un profesor para ella sola, y en algunos casos dos. De cualquier modo, acercar este deporte a todo el mundo bien merece el esfuerzo, particular e institucional, porque está comprobado que en las terapias de rehabilitación post traumáticas el esquí no sólo supone una mejora física, también sirve de gran ayuda en el campo emocional.