Cada año, según el informe Plastics, the Facts 2016, se producen en el mundo 269 millones de toneladas de plástico, casi 50 millones solo en Europa para fabricar desde tetrabriks hasta pajitas de plástico. ¿Por qué de ellos ocho millones de toneladas acaban en el mar?
La principal razón es el comportamiento ciudadano. Vivimos en una economía de fabricar, usar y tirar. Los plásticos acaban en el mar porque se tiran en un lugar indebido. Si tiramos un plástico a la basura general, irá al vertedero. Y en el vertedero el plástico puede volar, ser arrastrado y terminar en el mar. Ningún plástico debería acabar en el vertedero. Todavía es peor cuando se tira directamente al suelo o a la playa. Todos los plásticos, también las pajitas, deben ser gestionados de forma adecuada: hay que echarlos al contenedor amarillo. Y también hay que mejorar la infraestructura: poner más contenedores y vaciarlos con más frecuencia.
El impacto de los plásticos en el océano y su vida marina ha despertado gran alarma social. ¿Qué se puede hacer para dejar de dañar con ellos los océanos?
La solución está en tierra firme. El 80% de los plásticos y otros residuos que se hallan en los océanos viene de la tierra. La primera regla es hacer un consumo responsable: cuando no hace falta consumir, mejor no consumir. Cuando ya se ha consumido, como el plástico no es reutilizable, hay que depositarlo en el contenedor amarillo para que pueda reciclarse y ser transformado en otro producto útil y, en último caso, recuperarlo en forma de energía.
España es uno de los cuatro países de Europa que más plástico consume: casi cuatro millones de toneladas al año. ¿Qué usos puede tener un residuo plástico bien gestionado?
Los plásticos no son un residuo sino un recurso. Su valor calorífico es muy similar al del gas natural. En España somos muy dependientes de la importación de energía del exterior, y los plásticos son un recurso, pues contienen energía que se puede transformar en calor. Una pajita o plástico, además, puede convertirse en otros muchos productos con una transformación mecánica: trituramos la pajita para hacer, por ejemplo, fiambreras para contener alimentos. Es lo que se llama economía circular.
Los científicos dicen que solo en el mar Mediterráneo hay unas 1.455 toneladas de plástico flotando. ¿Este plástico podría utilizarse para producir calor y calentar viviendas en invierno?
Eso es. La recuperación energética del plástico permite aprovechar su valor calorífico. Esta energía podemos usarla en plantas industriales, pero también hay modos de recuperarla para calentar casas. En Viena ya lo hacen; los residuos urbanos, incluidos los plásticos, los emplean para calentar 60.000 hogares.
Otros plásticos biodegradables, como el biopol o el quitosano, pueden deshacerse por organismos vivos y bacterias. ¿No podrían usarse para reducir el impacto en los océanos?
Los plásticos biodegradables o los llamados plásticos de origen bio, derivados de productos vegetales, forman parte de la solución. Una bolsa de basura biodegradable tiene mucho sentido, igual que los plásticos biodegradables de uso agrícola. Pero el reciclado mecánico no funciona bien cuando tenemos distintos materiales juntos: no funciona cuando hay material biodegradable con material no biodegradable.
En 2018 estará prohibida en España la entrega gratuita de bolsas de plástico. ¿Cree que llegará un día en el que también las pajitas estarán prohibidas?
Según nuestros datos, solo el 4% de los ciudadanos está a favor de prohibir los productos de plástico, como bolsas, pajitas o vasos de yogures. Nosotros estamos en contra de la prohibición. La solución no es prohibir la pajita o la bolsa, sino concienciar de que es un recurso.
Recientemente se ha acordado también que, a partir de 2018, platos, vasos, tazas y cubiertos de plástico, así como bastoncillos de algodón, tengan que estar fabricados al menos en un 50% con sustancias biodegradables procedentes de materias orgánicas. ¿Esta medida podría perjudicar su reciclaje y recuperación?
Eso es. La medida es totalmente equivocada, ya que dificulta el reciclado porque es más complicado separar los materiales. Tiene sentido hacer plásticos 100% biodegradables cuando es posible, por ejemplo en el caso de las cápsulas del café o las bolsas de basura.