Javier Andaluz, licenciado en Ciencias Medioambientales y coordinador de Clima y Energía de Ecologistas en Acción.

"El panorama energético ha cambiado y aprovechar la luz natural ya no implica consumir menos"

El dilema sobre sus bondades o maldades resurge cada vez que hay que retrasar o adelantar el reloj. Sus defensores se apoyan en la rebaja del consumo de energía; sus detractores esgrimen que se trata de una medida más simbólica que eficaz. Ahora, la Comisión Europea se propone suprimirla definitivamente.
1 octubre de 2018
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¿Por qué se posiciona en contra del cambio de hora?

Su efectividad como modo de ahorro energético es cuestionable. De producirse alguno, este es mínimo. Sin embargo, la alteración de los ciclos biológicos que implica para muchas personas sí resulta relevante. Tenemos la necesidad de ahorrar energía, pero de una forma más intensa, con medidas de ahorro reales, como mejorar el aislamiento térmico a los edificios o aplicar otras medidas de ahorro pasivas que reducen la demanda de energía.

¿Por qué considera que el ahorro energético que se consigue es pequeño?

Porque lo que ahorramos por la mañana, lo gastamos en la iluminación por la tarde. Al hacerse de noche más pronto, hay que encender las luces antes. Mover las agujas del reloj dos veces al año no implica necesariamente un ahorro de energía. Cuando en otoño se retrasa la hora, empresas y familias (si madrugan) necesitarán una hora menos de iluminación. Y si son negocios de horario matutino, el ahorro existe. Sin embargo, las familias se encontrarán con que llega la oscuridad una hora antes de lo habitual, y dado que la rutina horaria se mantiene, gastarán por la tarde esa hora de iluminación ahorrada (o no ahorrada) por la mañana. En cuanto a las empresas y oficinas que trabajan después de las 18.00, tampoco habrán ahorrado. Además, muchos comercios abren a las 10.00, por lo que no ahorran por la mañana pero requerirán una hora más de iluminación por la tarde, con lo que el cambio incluso les perjudica. Además, el consumo eléctrico resulta más complejo que eso; Salvo en caso de comportamientos irresponsables -como dejarse encendidas las luces todo el día-, la iluminación no supone el consumo energético mayoritario de un hogar. De hecho, la mejora de la eficiencia de la iluminación con el LED hace que este consumo de energía baje mientras aumentan, por ejemplo, los consumos tecnológicos en smartphones, televisiones y ordenadores.

Sin embargo, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) atribuye al cambio de hora una reducción del 5% en el consumo de energía…

El estudio del IDAE se basa en proyecciones, y estima ese 5% según lo que considera que se produciría de no hacerse el cambio de hora. Pero al comparar series de datos de consumo reales anuales, analizando el consumo durante los 10 días anteriores y los 10 días posteriores, los datos son dispares: mientras que unos años disminuye el consumo energético, en otros aumenta. Esto indica que hay factores más influyentes en el ahorro de energía que el cambio de hora.

¿Y qué sucede con las familias? ¿Les compensa?

No, no hay un ahorro real. No solo porque el cambio de hora tenga poco o ningún efecto, sino porque el precio del Kw/h consumido es un factor relativamente menor respecto al coste total de una factura eléctrica. Además, con el cambio de hora, en muchos casos el consumo energético de la jornada laboral se produce en las horas solares, mientras el consumo doméstico se desplaza a las horas nocturnas, por lo que la supuesta hora de ahorro se produce solo en favor de los consumos empresariales y no de las familias, que incrementan una hora su consumo de iluminación.

Entonces, ¿las empresas y el ámbito industrial sí reducen el consumo de energía con el cambio de hora?

Sí, ellas son las claras beneficiadas, ya que en su caso sí que se puede producir una reducción del consumo energético más relevante. No obstante, este ahorro sería pequeño, y en cualquier caso, habría que evaluarlo conjuntamente sobre los efectos del cambio horario sobre las trabajadoras y los trabajadores.

Algunos expertos apuntan que, al adelantar o atrasar el reloj, el ahorro en iluminación queda compensado por el hecho de que usamos más la calefacción o el aire acondicionado, dependiendo del mes. ¿Cuál es su opinión?

En efecto, los factores ambientales influyen más que el cambio de hora en el consumo energético, y así, durante las épocas con temperaturas extremas (meses más fríos o más cálidos), el consumo energético asciende mucho debido a los aparatos de calefacción o aire acondicionado. Se produce un incremento en el consumo de energía que no solo es eléctrico, sino también de otros suministros fósiles.

El cambio de hora comenzó a generalizarse en 1974, y hoy incluso el Parlamento Europeo lo cuestiona. ¿Lo considera una medida obsoleta?

Sí, por todo lo expuesto pero, sobre todo, porque el consumo energético es en la actualidad muy distinto al de 1974. El panorama ha cambiado: hay un incremento de las nuevas tecnologías y de otros sistemas eléctricos que no estaban presentes entonces, además de mejores sistemas de iluminación, lo que explica que la luz ya no sea el centro del consumo eléctrico de una familia media.

Si no se consigue ahorrar de forma eficiente, ¿por qué lo mantenemos?

Por inercia y por costumbre.

¿Qué medidas de ahorro de energía propone poner en marcha?

Sobre todo, eliminar los consumos innecesarios y mejorar el aislamiento de los edificios. También habría que aplicar medidas pasivas de ahorro energético (como reducir zonas de corrientes de aire o filtraciones), prestando especial atención a los colectivos más vulnerables

En su opinión, ¿existe voluntad real de ahorrar energía?

El auténtico ahorro energético, necesario para desacelerar el cambio climático, implica reducir en términos netos la demanda de energía fósil. Resulta necesario ampliar la instalación de energías renovables a la mayor cantidad de viviendas posible. En la actualidad queda mucho trabajo pendiente en el fomento del autoconsumo. Lo importante sería conseguir que la energía que no se esté consumiendo en un hogar pudiera verterse a la red, una medida que debería ser prioritaria para la transición energética.