A su juicio, ¿cuál es el mayor problema en términos medioambientales que la sociedad mundial se va a encontrar en el siglo XXI?
Bajo mi punto de vista, la principal amenaza serán los residuos, por lo que resulta estratégico cara al futuro comenzar a elaborar un plan global para su tratamiento y gestión. Las personas querrán vivir, además, de una manera más segura, confortable y saludable, pero todo eso conlleva un coste, que se traducirá irremediablemente en que las sociedades industrializadas generaremos más basura que habrá que tratar y gestionar adecuadamente.
Sin embargo, el tratamiento de residuos requiere la participación de diferentes agentes que, en ocasiones, mantienen objetivos contrapuestos. ¿Cómo afrontar entonces ese gran problema que usted vaticina?
En primer lugar, los diversos sectores involucrados deben dialogar, desde los fabricantes hasta los distribuidores, pasando por la Administración y los propios consumidores; todos deben ser conscientes del problema para que se puedan buscar las mejores soluciones. Por ejemplo, los fabricantes tendrán que diseñar productos fáciles de reciclar, con un menor volumen y sin grandes embalajes, porque no debemos olvidar que éstos perduran en el tiempo mucho más allá de su uso y que su reciclaje es una de las fórmulas de tratamiento más adecuadas y beneficiosas para proteger el medio ambiente. Además, hay que tener en cuenta que el reciclaje lo pagamos todos, pero fundamentalmente los consumidores.
Cuántos residuos genera una persona en su actividad doméstica?
Resulta complejo dar cifras, pero, como norma general, se entiende que la generación de residuos está relacionada directamente con el Producto Interior Bruto, lo que significa que a mayor PIB habrá más basura. Las cifras a nivel global nos indican que un norteamericano genera dos kilos de residuos al día, uno por encima de la media registrada en Europa y Japón. Lógicamente, el escaso consumo de los países subdesarrollados ocasiona que haya menos residuos: entre 100 y 500 gramos por persona y día. A todo ello se suma que, hoy por hoy, la Tierra está habitada por más de 6.000 millones de personas, una cifra muy preocupante. ¡Y no acaba aquí el problema! A estos residuos de basura doméstica hay que sumar los que aporta el sector industrial, que, para hacernos una idea, en Japón supera los 8 kilos por operario y día, es decir, siete kilos más que a nivel doméstico.
Japón es un país inmensamente poblado. ¿Cómo se las arreglan para tratar esta gran cantidad de residuos?
En comparación con otros países, Japón registra una de las densidades de población más altas del mundo y, por consiguiente, también es uno de los países que más residuos genera, tanto de carácter doméstico como industrial; estamos hablando, en concreto, de unos 403 millones de toneladas al año. El 13,6% de los residuos se recicla y el resto se trata por otros medios, especialmente en plantas incineradoras, dado que, además de ser la fórmula más higiénica, nos produce energía.
Los colectivos y asociaciones ecologistas afirman, sin embargo, que la incineración de residuos sólidos urbanos resulta perjudicial para el medio ambiente.
Poco a poco, se está consiguiendo que la incineración sea una tecnología limpia, y prueba de ello es que las emisiones a la atmósfera resultantes de este proceso son, día a día, menos tóxicas para el medio ambiente. Además, ¿qué podemos hacer en un país tan pequeño e industrializado que genera tantos residuos? Las naciones como Suiza, Dinamarca o el mismo Japón carecen de espacio para acondicionar grandes vertederos, y por ello no nos queda otra salida que no sea la incineración de los residuos. Y todo ello, sin obviar que la solución ideal en este ámbito de trabajo pasa por aumentar el porcentaje de recogida selectiva y de reciclaje, aspectos ambos en los que estamos trabajando.
¿Se aplica una política común de recogida selectiva en todo Japón?
La recuperación y recogida selectiva de residuos en Japón es competencia de los ayuntamientos, que, estando más cerca de los problemas cotidianos, pueden actuar en este campo con mayor eficacia. Cada ayuntamiento está al tanto de los residuos que se generan en mayor cantidad en su municipio, es consciente de cuál es su capacidad de maniobra para reciclar un porcentaje determinado, y conoce la cuantía del presupuesto destinado a este cometido. Como ejemplo, se puede dar el caso de que en Osaka se recuperen latas de aluminio y en Kyoto no, donde, por contra, centran sus esfuerzos en el reciclaje del vidrio. Sin embargo, en mi país, hay un segundo agente a destacar: la figura de los voluntarios, personas que se dedican a recoger material para reciclar, sobre todo papel y cartón, porque están convencidas de que con ello benefician a su país, que afronta la generación de residuos uno de sus grandes campos de batalla.
Los niños y niñas de hoy son el futuro de cualquier país. En su opinión, ¿qué papel deben jugar las escuelas para inculcar en los más jóvenes la cultura del reciclaje?
En todas las escuelas de Japón, se han instalado contenedores para la recogida selectiva de papel y cartón, y en algunas, esta recogida, efectuada por los propios escolares, se amplía incluso al vidrio, al aluminio y al acero. Además, desde los seis años, a los niños se les imparte la asignatura de Medio Ambiente porque estamos convencidos de que la educación infantil es fundamental cara a garantizar en el futuro una gestión adecuada de los recursos naturales. Sin embargo, me gustaría puntualizar que la familia debe ser siempre el principal referente del niño, el agente más importante en la transmisión de estos valores medioambientales, por encima incluso de la propia escuela. Si en los hogares los padres dan un buen ejemplo en lo que concierne a la recogida selectiva, el camino hacia un desarrollo sostenible y un futuro más limpio será mucho menos pedregoso. En Japón, tenemos un lema que se transmite entre generaciones de padres a hijos: “No desperdicies nada y no tendrás necesidades en el futuro”.