El dominio de las emociones, clave en el trabajo y fuera de él
La sociedad ha identificado tradicionalmente a las emociones con la “parte más débil” de las personas. Así, la capacidad intelectual de una persona se basaba casi exclusivamente en su capacidad para la lógica y el pensamiento. Cuando las empresas realizaban sus procesos de selección de personal, primaban los tests orientados a medir aptitudes intelectuales como el razonamiento abstracto, verbal o el numérico, pero no el emocional.
En la actualidad, sin embargo, se ha constatado la influencia determinante de las habilidades emocionales para tomar la mejor opción de las principales decisiones, no sólo personales, sino también profesionales.
Esta capacidad emocional productiva positiva tiene que ver con aspectos como:
- Aptitudes emocionales personales
- Autoconcepto. Aceptarse y respetarse tal y como es cada uno.
- Asertividad. Habilidad para expresarse y defender los propios derechos, desde la óptica de los demás y procurando no hacer daño.
- Actitudes emocionales interpersonales
- Empatía. Habilidad para reconocer las emociones de los otros.
- Responsabilidad social. Capacidad para mostrarse como un miembro constructivo de la sociedad.
- Adaptabilidad
- Flexibilidad. Capacidad para ajustarse a las condiciones cambiantes del medio.
- Solución de problemas. Saber ver, juzgar y actuar ante las distintas situaciones.
- Manejo del estrés
- Tolerancia. Capacidad de sufrir y aceptar situaciones imprevistas sin venirse abajo.
- Control de impulsos. Habilidad de resistir o retardar un impulso
- Estado de ánimo y motivación
- Optimismo. Aprender a ver siempre el lado bueno de las cosas.
- Felicidad. Habilidad para disfrutar y sentirse, en general, satisfecho con lo que se tiene y se ha conseguido.
El manejo adecuado de las emociones es un elemento tan valorado como útil en la vida personal y profesional. De hecho, cuando el control no es posible, pueden surgir con mucha facilidad los efectos perniciosos de las emociones negativas, sentimientos irracionales que lastran al individuo y que se transforman en creencias, muchas de ellas derivadas de etapas infantiles del desarrollo y que, por lo general, actúan de manera inconsciente, sin que la persona se percate de su papel.
También conocidos como “pensamientos automáticos”, representan las conversaciones internas que mantiene cada uno, el autodiálogo que se desarrolla a nivel mental, expresado como pensamientos o imágenes vinculados a estados emocionales intensos -como la ansiedad, la depresión, la ira o la euforia-. A menudo forman versiones subjetivas de las cosas que nos ocurren y desdibujan la realidad, creando las llamadas distorsiones cognitivas .
Reconocimiento de pensamientos distorsionados
La siguiente relación puede ayudarnos a identificar cuáles son los pensamientos distorsionados que forman parte de nosotros de manera inconsciente y que nos están haciendo daño:
- Filtraje. Se selecciona un solo aspecto de la situación experimentada. Se filtra lo negativo, lo positivo se olvida.
- Polarización del pensamiento. Los acontecimientos se valoran como buenos o malos, olvidando los aspectos intermedios. Palabras clave para detectar esta distorsión son: “fracasado”, “inútil”, “cobarde”…
- Sobregeneralización. Se tiende a pensar que un hecho que puede ser puntual sucederá siempre. Las palabras clave que se utilizan son: “siempre, nunca, todos, nadie…”
- Interpretación del pensamiento. Es un mecanismo de proyección que consiste en atribuir a los demás los propios sentimientos y motivaciones. Palabras clave: “ya sé por qué es eso, esto se debe a…”
- Visión catastrófica. Adelantar acontecimientos de forma catastrofista para los propios intereses. Si una persona escucha que ha ocurrido algo malo, pensará: “y si me ocurre a mí”…
- Personalización. Relacionar sin base suficiente los hechos del entorno con uno mismo. Cuando en grupo se hace alguna observación, pensará: “lo dice por mí”.
- Falacia de justicia. Valorar como injusto todo lo que no coincide con nuestros deseos. Palabras clave: “no hay derecho, es injusto que…”
- Falacia de cambio. Creer que el bienestar de uno mismo depende de manera exclusiva de los actos de los demás. Por ejemplo: “mi matrimonio sólo cambiará si cambia mi mujer”
- Culpabilidad. Atribuir por completo la responsabilidad de los acontecimientos a uno mismo, o a otros sin tener en cuenta otras circunstancias que concurren en los hechos. Palabras clave; “es por mi culpa…la culpa de esto es de…”
El padecimiento psíquico es tan intenso cuando se instalan estas emociones y pensamientos irracionales que en ocasiones es necesaria la ayuda de un profesional para hacer un trabajo de DETECCIÓN, DETENCIÓN Y MODIFICACIÓN del pensamiento emocional que hace sufrir.
Emoción negativa | Alternativa |
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Filtraje | Desdramatizar y buscar soluciones. Preguntarse: ¿Ha ocurrido otras veces? ¿Fue tan malo? |
Polarización | Graduar la situación. Preguntarse: ¿Entre estos dos extremos hay grados intermedios? |
Sobregeneralización | Concretar y buscar pruebas. Preguntarse: ¿Cuántas veces ha ocurrido realmente? ¿Qué pruebas tengo para sacar esa conclusión? |
Interpretación del pensamiento | Buscar pruebas. Dejar de suponer. Preguntarse: ¿Qué pruebas tengo para suponer eso? |
Visión catastrófica | Dejar de anticipar. Centrarse en el presente y valorar las posibilidades. |
Personalización | Buscar pruebas y efectos. Preguntarse: ¿Tener menos que otra persona me convierte en menos persona? |
Falacia de justicia | Escuchar los deseos de los otros. Preguntarse si esa persona tiene derecho a otra opinión distinta de la mía. |
Falacia de cambio | Preguntarse: ¿Qué pruebas tengo para creer que el cambio sólo depende de esa persona? |
Culpabilidad | Buscar otros motivos o razones para un caso concreto. Preguntarse: ¿puede haber otros motivos distintos a los que achaco a esto? |
- Son diálogos internos referidos a temas muy concretos: Por ejemplo, alguien que teme ser rechazado pensará: “la gente me mira y me ve incapaz”.
- Tienen forma de mensajes cortos formulados con palabras claves. Quien teme por ejemplo por su salud en un momento determinado piensa: “me va a dar un colapso”. Mientras que la persona que recuerda algún fracaso, se dice: “todo me sale mal”.
- Son involuntarios. Son reacciones espontáneas ante determinadas situaciones, entran de manera automática en la mente y no son fruto de ninguna reflexión o análisis.
- Aparecen a menudo como obligaciones que nos imponemos a nosotros mismos o a los demás. “debería de, tendría que…”
- Dramatizan y exageran las cosas. Ante algo objetivamente sin importancia se llega a pensar “y si pasa algo…”
- Son difíciles de controlar. Como estos pensamientos no son racionales, no suelen ser fieles a la realidad, aunque la persona que los siente los cree con facilidad.
- Se aprenden en la infancia, momento en el que aún no se ha desarrollado la capacidad de análisis. En esos momentos se asimilan con mayor facilidad y se almacenan en la memoria humana esperando a ser disparados por situaciones con carga emocional.