Su palmarés es más brillante que el de muchos deportistas de máximo nivel: medallas olímpicas, plusmarcas mundiales, campeonatos del mundo… Sin embargo, no goza del mismo reconocimiento y seguimiento en los medios de comunicación. ¿Cómo se vive esta situación?
Se conoce de antemano. El deporte minoritario, adaptado o no, carece de interés. Salvo unos pocos deportes y otros pocos deportistas, los atletas, tengamos o no una discapacidad, sabemos que esto es una afición que pocas veces se convierte en una profesión. Y no tiene por qué cambiar. Al final se trata de desarrollar una tarea que te convierte en mejor persona, que te enriquece y hace madurar. Así que no importa tanto que el deportista se vea recompensado con la fama. Pero sí me gustaría que cambiara el concepto que la sociedad tiene del deporte adaptado, porque, con sus características propias, también es un espectáculo, realizado por hombres y mujeres que buscan metas y ofrecen su esfuerzo al público.
Un público muy minoritario.
Al principio, la gente que va a ver deporte adaptado lo hace como una acción solidaria, pero eso se supera y se descubre que puede ser muy divertido seguir a un equipo o a un deportista. Eso sí, habrá que tener mucho interés porque, salvo en contadas ocasiones, los medios de comunicación nos ignoran. De todas formas, esto nos tiene que motivar a que luchemos más. No podemos esperar a que los demás reconozcan nuestro mérito, hay que superar ese complejo de que nos tienen que ayudar, tenemos que buscar esa ayuda. Somos deportistas, gente acostumbrada a superar obstáculos y no podemos pretender que la sociedad nos conozca y nos valore si el sector concreto no se mueve y reivindica su espacio
¿Cuál es el recuerdo deportivo que guarda con mayor cariño?
(Se toma su tiempo antes de contestar) El Campeonato de España de Plasencia, en el 94. En él me convertí en campeón y pulvericé marcas mundiales. Fue el inicio de mi pasión por la natación, y el momento en que vi que podía intentar hacer algo en el deporte.
Sin embargo, ha participado en dos citas olímpicas, Barcelona 92 y Atlanta 96.
Dos experiencias muy diferentes. Barcelona fue mi primera competición internacional, a la que llegué un poco por casualidad. Me lo pasé genial. Ganamos medalla en relevos y hubo mucho tiempo para la diversión y las amistades. En Atlanta, pese a que se llevó fama de mala organización, se volcaron en los juegos paralímpicos. Para mí fue una cita muy importante, aunque quizá no la viví con la alegría de Barcelona porque ya entonces era campeón del mundo y quería ser campeón olímpico. Fueron días de concentración muy alta y entrenamientos con mucho compromiso. Llegué, es verdad, con un alto nivel físico, hasta el punto de que los técnicos, días antes de partir a Estados Unidos, estaban asustados porque igual de malo es no llegar que pasarse.
¿…?
Si te pasas de fuerza no rindes. Hay que buscar un equilibrio mental y físico. No me refiero tanto a dosificarte, algo que nunca he conseguido. Es una cuestión de estar concentrado y seguro de tu capacidad. Eso sí que lo logré, y con ello el récord mundial y olímpico.
¿Qué mentalidad hay que tener para convertirse en un atleta?
Para poder dedicarse de manera profesional al deporte, aunque en nuestro caso decir profesionalmente es mucho decir, además de querer hacerlo, hay que tener las cualidades adecuadas. También es necesario que alguien te las reconozca para que te impulse a seguir ese camino. A partir de ahí, como en la vida, debes tener claro que quieres hacer eso, ser muy constante y ponerte metas. Después, hay que ser consecuente con ellas y llegar hasta el final.
A muchas personas les impacta ver atletas con minusvalías, algunas muy evidentes.
Está claro que una persona con discapacidad no es un Adonis, no cumple las reglas de belleza griegas, pero la gran mayoría de las personas tampoco las cumple. Y que no seamos perfectos no significa que no tengamos una alta calidad como deportistas.
¿Cómo cambia la vida cuando se coloca la última medalla en la vitrina?
En mi caso tengo que agradecer que cuando decidí dejar la competición se me facilitó un retiro muy digno. La Federación Española de Deportistas con Parálisis Cerebral me nombró representante de los deportistas. Mi cometido era reunirme con ellos y conocer sus demandas para transmitir sus necesidades a las altas instancias.
Pero abandonó el cargo. ¿No le atraía seguir vinculado a ese mundo?
Un mundo con muchas barreras. ¿Cómo se enfrenta a ellas?
Si nos referimos a las arquitectónicas, hemos llegado a un estado absurdo. Las leyes marcan cómo deben ser las cosas, pero los legisladores no hacen cumplir aquello que promulgan. Acometer las obras necesarias no perjudica a nadie y beneficia a muchas personas. Pero si esas barreras son fáciles de quitar y no se hace, uno se puede imaginar lo duro que puede resultar la eliminación de las otras barreras, las que no se ven pero impiden a las personas con discapacidad sentirse integrantes de pleno derecho en esta sociedad.
¿A qué se refiere, exactamente?
Los centros de Educación Especial o los centros especiales de empleo tienen que existir, pero no deben limitar otras acciones políticas. Gracias a ellos personas preparadas pero con discapacidad pueden desarrollar una actividad laboral, pero no son suficientes ni deberían ser el fin del camino, pues al final sirven de excusa para no promover otras medidas que ofrecen otras salidas. Es como si se cumpliera el expediente. Sin embargo, si la sociedad se conforma con lo que hay, incluso aunque se mejore, es que sólo contempla el problema y sólo busca una solución para ese problema. Una persona acude a un centro especial porque vive una situación especial y en desventaja. De acuerdo. Pero esa persona, además de ser un discapacitado, es algo más, y sus necesidades son mucho más amplias, no sólo las que genera su incapacidad. Si no contemplamos a la persona de manera integral, lo que se le transmite a ella misma y a su familia es que es un discapacitado ahora y lo será siempre. Esta condición se interioriza y dificulta aún más la posibilidad de romper esta dinámica y enfrentarse a la sociedad. Por eso, hace falta mucha fortaleza, y fortaleza trabajada. No vale ser muy valiente y aguantar los estoques como si no se sufrieran, porque al final pasan factura.
Pero las medidas concretas son necesarias
Estoy de acuerdo, pero no son las únicas válidas. Soy consciente de que voy a tener que demostrar mi valía como cualquiera, pero también quiero que las dificultades sean las mismas. No pueden limitar mis metas. Las metas las limitaré yo, no los demás. A mí me ha tocado vivir experiencias desagradables, pero me han ayudado a madurar. ¿Quién no ha sufrido disgustos en su puesto de trabajo o ha tenido que tomar una decisión difícil? Pero igual que no quiero que me protejan de ello porque sufro parálisis cerebral, no quiero que ésta sea una excusa para impedir que me mueva por el mundo. Hay que posibilitar que las personas normalicen su vida.
Seguro que tenemos lectores y lectoras que están pensando en hacerse atletas, o al menos en practicar deporte. ¿Qué les aconseja?
Lo principal es que sea cada cual quien decida, tanto qué deporte le gusta como hasta dónde quiere llegar. En ocasiones hacen lo que quieren sus padres, que con sus mejores intenciones proyectan en sus hijos e hijas sus propios deseos, y para un niño lo que piensa su padre o su madre es muy importante y no querrá defraudarle. Una vez elegido, es bueno dejarse aconsejar por alguien que pueda validar tus capacidades, para ser realista en los sueños. A mí me apoyaron mis padres y me alentaron mis entrenadores, y estoy muy orgulloso de mis éxitos.
¿Qué le sugiere que Xavi Torres, otro gran deportista adaptado, sea embajador de Madrid 2012?
Xavi Torres es un ejemplo, y por muchas razones. Además de ser un gran deportista que lleva en la cima muchos años, hace aquello que apuntaba antes: rompe la barrera del prejuicio y se vende como un deportista que ha logrado hazañas. No sólo en el ámbito de la discapacidad.
Cuando esta entrevista sea publicada todavía faltará un mes para saber si Madrid es o no ciudad olímpica. Como campeón olímpico, ¿se atreve a hacer una apuesta?
A mí no me gusta ninguna de las candidaturas. Creo que la organización de las Olimpiadas debería estar contemplada de otra manera. El espíritu olímpico tendría que ser el motor para que ciudades con pocos recursos se hicieran con infraestructuras deportivas de alto nivel, al tiempo que se mejoraran las carreteras y la organización enriqueciera a la ciudad y al país. Que no se me entienda mal, si es Madrid antes que Londres, pues bien, es más, así tendré más oportunidades de disfrutarlas, pero yo cambiaría la forma de elegir la sede.