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Del Yacimiento al Museo

1 junio de 2007
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Del Yacimiento al Museo

Dentro de la diversidad de restos arqueológicos de la Península Ibérica, sobresale el yacimiento arqueológico de Iruña-Veleia en Álava. Se trata de un “oppidum” romano, una ciudad colina, que abarca más de 1.500 años de Historia y que ha proporcionado testimonios desde el primer milenio a.C. hasta el siglo V d.C. El yacimiento se ha convertido en una fuente inagotable de hallazgos de incalculable valor. Cada una de las piezas vive un apasionante viaje, marcado por la curiosidad científica, la paciencia, la delicadeza y el rigor, en el que el origen es una capa de tierra excavada y el destino, la vitrina de un museo.

El fósil director

La casualidad en forma de un hallazgo fortuito de una pieza o una investigación programada representan el comienzo de una excavación arqueológica en busca de vestigios de una civilización anterior. Hay que seguir la huella, y para esto los arqueólogos se sirven del “fosil director”, aquél que revela a qué momento histórico corresponde el propio objeto y, seguramente, todo lo que le rodea. En el ejemplo de Veleia, el análisis de las piezas se confía a un laboratorio holandés de Gröningen que facilita los resultados alcanzados mediante las famosas pruebas de carbono 14, sistema al que se suma el análisis con un acelerador de partículas que permite, con poca cantidad de muestra, lograr una datación correcta.

El espacio, el tiempo, las circunstancias y el estrado

La excavación permite estudiar la secuencia estratigráfica (cada capa de sedimentos), que revela información sobre la época, momento de construcción, sus fases y la destrucción de los elementos. En el yacimiento alavés, por ejemplo se refiere a las casas romanas y todos sus elementos domésticos. Antes de retirar una pieza se fotografía y documenta. Un experto de cada tipología de los materiales (cerámica, metales, huesos o vidrios) tutela el hallazgo. A cada parte del conjunto de piezas similares y encontradas en la misma unidad estratigráfica se les aplica el mismo código. La situación de cada referencia se conoce así en todo momento.

Una pieza, un estudio

La pieza encontrada y pre-clasificada es lavada con agua destilada, y con un pincel se limpia cuidadosamente. Esos pequeños trozos llegan a revelar el sello del artesano que los elaboró y el tiempo durante el que fue utilizado.

Tras el secado, se data la pieza. Mediante un código se refleja la unidad estratigráfica donde ha aparecido, aunque esto puede ser circunstancial. Sin embargo, encuadrar la pieza en un determinado tipo de vasija revelará la época y la situación histórica en que fue utilizada.

El rompecabezas cerrado

En ocasiones, aunque son las menos, se logra reconstruir toda una pieza. Si puede hacerse, la labor se encomienda a empresas de rehabilitación de Patrimonio. Sus restauradores preparan el objeto para su conservación y exhibición. Un especialista clasifica tipológica y cronológicamente el objeto. Pero por muy pequeña que sea la pieza, o por muy oscura que parezca al principio, puede guardar secretos que sólo llegarán a saberse si se le presta atención.

¿Museo o lugar de origen?

Un dilema no resuelto, en ocasiones polémico y siempre sujeto a una necesidad de análisis, es qué hacer con los descubrimientos. Hay posturas extremas que aseguran que todo vestigio debe permanecer y respetarse virgen. Los estudiosos han logrado ponerse de acuerdo en que elementos que no pueden ser transportados, como algunos mosaicos, se analicen en su espacio y allí se exhiban protegidos. En otras ocasiones, la mejor alternativa es optar por agrupar elementos que, una vez descubiertos, corren peligro de deteriorarse o sufrir expolios. Todo lo que se analiza se almacena. Las piezas más relevantes forman parte del museo y el resto se guarda.

Lecciones de la Historia

El trabajo de un arqueólogo no termina en el yacimiento ni en el museo. La difusión de los resultados forma parte de su misión. Son proyectos integrales que generan mucha documentación de cada una de las piezas, miles y miles de páginas. Se origina una memoria documental básica para los estudios y publicaciones que a su vez facilitan materiales didácticos e históricos. La curiosidad científica y el interés por rescatar ejemplos pretéritos es un rasgo de inteligente humildad en el presente. Ayuda a no saberse los primeros, ni los mejores.