Los españoles pagamos 265 euros de impuestos al año para tratar los problemas de salud generados por la obesidad y el sobrepeso, según datos de la OCDE. Un coste para nuestros bolsillos que seguirá creciendo si no se reducen las alarmantes cifras de obesidad infantil.

¿Cuánto nos cuesta la obesidad?

1 junio de 2021

¿Cuánto nos cuesta la obesidad?

Según el último informe Aladino, el 40% de los menores de entre seis y nueve años tienen una acumulación excesiva de grasa en su cuerpo que les puede provocar patologías graves normalmente asociadas a adultos, como la hipertensión, la diabetes o enfermedades cardiovasculares. Repasamos cuánto cuesta tratar estas patologías relacionadas con el exceso de peso y qué puede hacer el sistema sanitario para paliar esta “pandemia”.

La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI”, sentencia la Organización Mundial de la Salud (OMS). De esta epidemia no se salva ningún país (tampoco España) y cada vez va a peor. Según el último estudio Aladino, este problema afecta a 40% de los niños y las niñas de entre seis y nueve años. Algo que, tarde o temprano, les puede provocar patologías graves normalmente asociadas a adultos como la diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer.

Todas ellas, dice la Organización Mundial de la Salud, prevenibles si se ataja su origen. En España, el gasto público destinado al tratamiento de esta enfermedad y las patologías asociadas asciende a 2.500 millones de euros, según el Libro Blanco Costes sociales y económicos de la obesidad y patologías. Y va en aumento: la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO, por sus siglas en inglés) estima que, en 2030, la obesidad supondrá un gasto de 3.081 millones de euros anuales para los españoles.

El gran problema es que en materia de prevención fallan cuestiones estructurales. En opinión de Nancy Babio, vicepresidenta de la Sociedad Española de Dietética y Nutrición, “la administración no ha dimensionado realmente el grave problema que supone la prevalencia de la obesidad infantil”. Por esto, siguen faltando medidas fundamentales. Por ejemplo, seguimos sin contar con dietistas-nutricionistas en la Atención Primaria, una figura que los expertos consideran fundamental para reducir el problema.

Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas (CGCODN), incorporar a estos profesionales en Atención Primaria puede ahorrar al sistema de salud de 5,8 a 105 euros en tratamientos posteriores por cada euro invertido. Para el pediatra José Serrano, miembro de la Asociación Española de Pediatría, los dietistas-nutricionistas deberían tener sus consultas “puerta con puerta” con las de los pediatras en los centros de salud para trabajar mano a mano cada día. Además, falta educación nutricional tanto para los niños como para los adultos.

Las asociaciones del sector sanitario hacen campañas constantes y llamamientos a mejorar la situación de la Atención Primaria para no solo poder atender los problemas derivados de la obesidad infantil, sino atajarla de raíz a través de políticas de prevención. En 2013, por ejemplo, el Colegio de Médicos de Bizkaia puso en marcha una campaña formativa para educar a los menores, pero sobre todo a los padres, sobre la importancia de una buena alimentación y los peligros que conlleva no seguirla. Otro caso similar es el de las farmacias coruñesas, que en 2017 lanzaron su propia campaña de prevención de la obesidad infantil. Estrategias que, para expertos como el pediatra José Serrano, siempre suman: “Este tipo de acciones son un grano de arena más, aunque serían más deseables más medidas legisladoras de gran calado”. Babio coincide en que las administraciones públicas “deben ser el eje central. Si vamos por ahí va a ser muy difícil abordarlo”.

El gasto de los tratamientos

La obesidad repercute en las arcas públicas y en los bolsillos de todos los ciudadanos. De hecho, supone un enorme coste al país. Según el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), La pesada carga de la obesidad, publicado a finales de 2019, la obesidad y el sobrepeso representan el 9,7% del total del gasto en salud en España, lo que supone que 265 euros de los impuestos de cada ciudadano están destinados a estos tratamientos. Todo esto se traduce en que el sobrepeso reduce el PIB español en un 2,9%. Esto es mucho más que la media de los países de la OCDE, que de destinan una carga de 8,4% del gasto sanitario a este problema y cuyo coste en impuestos individuales se sitúa en 181,60 euros por persona al año.

La pregunta inevitable es a qué se destina todo este dinero que nos cuesta la obesidad. Y cuando toca responder, los ministerios que se encargan de todo aquello relacionado con este asunto se pasan la pelota mutuamente. “Este tema lo lleva Consumo”, nos responden desde Sanidad. “Esta cuestión debería ir dirigida al Ministerio de Sanidad”, nos aseguran desde Consumo. A falta de respuesta oficial por parte de las instituciones gubernamentales, el informe de la OCDE da algunas pistas de cómo se divide este dinero. De media, el sobrepeso es responsable del 70% de todos los costes de tratamientos de diabetes, del 23% de lo que cuestan curar enfermedades cardiovasculares y del 9% del coste de los tratamientos de cáncer.

La prevención, única solución

España cuenta con la estrategia NAOS (para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad). El Ministerio de Consumo y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) también lanzaron, en noviembre del pasado año, la campaña Pon más héroes en tu plato y llena tu vida de superpoderes, con la que pretendía fomentar una alimentación saludable entre los menores. Todo un despliegue de vídeos, carteles, filtros para las redes sociales y una página web con juego incluido en la que los más pequeños pueden aprender qué alimentos no son saludables y los que sí.

Esta campaña no es la primera (y suponemos que tampoco la última). Como se puede observar en el histórico de las campañas publicitarias del Ministerio de Consumo, hay otros ejemplos como ¡Despierta y desayuna! (de 2006 y 2007), con la que se pretendía inculcar la importancia de un desayuno saludable y de la práctica frecuente de actividad física. Pero si hay una medida que aplauden los expertos es, sin duda, el aumento de los impuestos sobre los refrescos que pretende llevar a cabo el Gobierno (en Cataluña ya se hace desde 2017). “Sabemos que el consumo de bebidas azucaradas es uno de los motivos de la obesidad infantil, limitarlas a través de políticas nutricionales es una gran iniciativa”, asegura Babio.

Las comunidades autónomas también gestionan y tienen la capacidad de desarrollar sus propios planes sanitarios, y también desarrollan sus metodologías de acción contra la obesidad. Por citar algunas, el gobierno del País Vasco ha desarrollado un programa de iniciativas para una alimentación saludable encaminado a reducir en un 20% la ingesta de sal y azúcares libres en 1.000 días. Andalucía cuenta con un Plan Integral de Obesidad Infantil, que se centra en la formación y en la detección precoz; la Comunidad de Madrid tiene InfaSEN, que promueve una dieta saludable y hace hincapié en la importancia del descanso y la actividad física; y Cataluña implementó en 2019 un plan piloto con el que pretendía atajar el problema en las comunidades más desfavorecidas.

Otros ejemplos son el del Departamento de Salud del País Vasco cuenta con la estrategia de prevención Sano, a través de la cual promueve un mayor consumo de frutas y verduras, más tiempo de actividad físicas y menos horas delante de las pantallas. “El sedentarismo es otra de las causas asociadas a la obesidad y hay estudios que muestran una asociación positiva entre ver más de dos horas al día la televisión y el aumento del sobrepeso. Por lo tanto, es otro factor de riesgo sobre el que se tienen que hacer estrategias”, indica la vicepresidenta de la Sociedad Española de Dietética y Nutrición.

Cataluña, además de haber sido pionera en España con el impuesto a las bebidas azucaradas, también tiene su estrategia, en la que se pone el acento en las familias con menos recursos y se cuenta con expertos en ejercicio y en psicología para crear mensajes efectivos que lleguen a los niños. Algo importante, ya que –según el estudio Aladino– la prevalencia de la obesidad infantil es mayor en las rentas bajas. “Es necesario tener esto en cuenta para desarrollar cualquier medida, ya sea de prevención o de tratamiento”, añade Babio. Desde 2013, la Xunta de Galicia cuenta con su plan Xermola a través del cual se llevan a cabo controles de nutrición saludable en las escuelas, se da información a través de la asistencia sanitaria y se promueven la actividad física entre los menores.

Cómo reducir estos gastos

Todos los expertos coinciden que todas estas campañas son insuficientes para atajar el problema de la obesidad. Para la OCDE es necesario implementar un paquete de políticas que incluya un etiquetado que especifique si un alimento saludable o no, la prescripción médica de actividad y el fomento de programas de bienestar. Según sus cálculos, esto podría suponer un ahorro de 32 millones de euros al año en costes sanitarios. Dice también que lograr una reducción calórica del 20% en los alimentos con alto contenido en azúcar, sal, calorías y grasas saturadas podría prevenir 472.000 enfermedades no transmisibles en los próximos 30 años y ahorrar 169 millones de euros al año en costes sanitarios.

La Organización Mundial de la Salud apela directamente a los políticos: “Para frenar la epidemia de obesidad infantil es necesario un compromiso político sostenido y la colaboración de muchas partes interesadas, tanto públicas como privadas. Los gobiernos, los asociados internacionales, la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado tienen un papel fundamental en la creación de entornos saludables y de condiciones de asequibilidad y accesibilidad de opciones dietéticas mejores para los niños y los adolescentes”. De hecho, en 2019, pidió prohibir el exceso de azúcar en los alimentos para bebés y que no se publicitaran comidas y bebidas dulces para este sector de la población.

Dentro del su marco de estrategia, la OMS llevó a cabo entre 2013 y 2020 un plan de acción mundial para la prevención y control de enfermedades no transmisibles. O lo que es lo mismo, una estrategia global para abordar las enfermedades prevenibles y crónicas que derivan de la epidemia de la obesidad infantil. Además, cuenta con una comisión destinada únicamente a acabar con este problema.

Niños con enfermedades de adultos

La obesidad infantil acarrea toda clase de secuelas, explican desde la Fundación Española del Corazón: “Además de suponer un problema de autoestima, aumentar la difi cultad para realizar actividades físicas y fomentar la discriminación entre los demás niños, implica un importante riesgo para la salud”. Entre los últimos, facilita la aparición de enfermedades coronarias, diabetes, hipertensión arterial, infarto cerebral, apnea del sueño u osteoartritis. Todas ellas, tradicionalmente consideradas de como enfermedades de adultos. “La obesidad hace que los niños que la sufran sumen 30 años a su salud vascular”, apuntan desde esta fundación. Un enorme peso para el organismo que aumenta el riesgo de padecer problemas cardiovasculares, y otros parámetros como la glucosa, el colesterol total y los triglicéridos. “La alta prevalencia de la obesidad condiciona la aparición en niños de enfermedades como la diabetes, la hipertensión y otras patologías asociadas. Un niño que tiene obesidad tiene una enfermedad que puede avanzar a otras patologías y reducir la calidad de vida de ese niño”, explica Nancy Babio.

Tal es la magnitud del asunto que, tras presentar el informe Riesgo Cardiovascular desde la infancia, en 2019, la Sociedad Española de Cardiología (SEC) urgía a las instituciones a tomar medidas y proponía una serie de propuestas de actuación dirigidas a los menores para mejorar la salud futura de la población española. En total, seis recomendaciones, relacionadas con el ejercicio físico y la alimentación, y un sello de calidad como reconocimiento a los centros escolares que fomenten la actividad física, la educación nutricional y apuesten por la calidad de sus menús escolares.

“Los expertos recomendamos incluir una hora diaria más de actividad física a la semana en Educación Infantil y Primaria, ya que no solo contribuye al desarrollo físico y mental del niño, sino que también fomenta la sociabilización de los pequeños”, explica Emilio Luengo, miembro de la Sociedad Española de Medicina del Deporte. “En general, los colegios son uno de los lugares clave para llevar a cabo las medidas de prevención por su capacidad para educar en una buena salud nutricional y que los niños a su vez lo transmitan a sus padres”, analiza Babio. Además de las medidas físicas, la SEC recomienda mejorar la gestión y la calidad de la oferta alimentaria en la organización de los menús escolares.

Además de evitar las máquinas dispensadoras de alimentos en los colegios e institutos. Por último, propone la creación de un sello de calidad para los centros escolares que cumplan ciertas características relacionadas con la promoción de la actividad física, la educación nutricional y la calidad de la alimentación servida en el centro.

¿Qué se hace en otros países? 

Fuera de nuestras fronteras existen diversos ejemplos de estrategias para combatir la obesidad infantil. En Europa, la Organización Mundial de la Salud ha puesto en marcha una serie de estrategias de actividad física, alimentación y nutrición destinadas tanto a adultos como a niños para educar y detener el aumento de sobrepeso, obesidad y malnutrición. Sin embargo, estos planes no son obligatorios, sino que reconocen y respetan la libertad de acción de los estados.

A pesar de la no exigencia, muchos gobiernos cuentan con sus respectivos planes para abordar los problemas de la obesidad, según el estudio Euro Health. El primer país en incluir la obesidad dentro de su programa de salud nacional con el objetivo de detener su aumento fue Moldavia, en el 2014. Dos años después, Reino Unido puso en marcha su plan de acción contra la obesidad infantil. También en Reino Unido, la Ofcom (el organismo independiente que regula la televisión, la radio y las telecomunicaciones) prohibió la emisión de toda clase de publicidad de alimentos azucarados para menores de 16 años. Polonia también ha hecho lo propio y puso en el foco de su estrategia la alimentación en el sistema educativo. Su objetivo, aún vigente, es el de promover una dieta saludable entre los más pequeños.

Similar al caso español es el de Malta, donde la obesidad y el sobrepeso infantil también rondan el 40%. Por ello, el país ha implementado una serie de medidas legislativas para reducirlo. En 2016, se aprobó la Ley de Promoción de Estilo de Vida Saludable y Atención de Enfermedades No Transmisibles, que tiene como objetivo la promoción a través de distintas acciones de la actividad física y una dieta saludable. Este país también cuenta con un Consejo dedicado a asesorar en materia de obesidad. Entre otras cuestiones que han conseguido han estado la de implementar un programas de hábitos de vida saludable en las escuelas y regular los alimentos que se venden a los niños en los colegios. Para comprobar que se cumplen, el gobierno lleva a cabo inspecciones periódicas.

En cuanto a la figura del dietista-nutricionista, tan importante en la prevención, países como Canadá, Estados Unidos y algunos de la Unión Europea como Portugal ya incorporan esta figura en sus sistemas sanitarios. Canadá, por ejemplo, estableció en 2009 un ratio mínimo de un dietista por cada 50.000 habitantes, pero posteriormente lo cambió a uno por entre 16.000 y 29.000 pacientes. Desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas cuentan con un manifiesto en el que piden la inclusión de estos especialistas en el Sistema Nacional de Salud. Según su propuesta consideran necesario un experto por cada 100 camas en Atención Especializada, uno por cada 50.000 tarjetas sanitarias en Atención Primaria y uno por cada 500.000 habitantes en Salud Pública. “Los dietistas-nutricionistas que ejercen en Atención Primaria pueden ahorrar al sistema de salud de 5,8 a 105 euros por cada euro invertido en los tratamientos. En los hospitales se ha visto que la intervención del dietista-nutricionista reduce la estancia hospitalaria (una inversión de 76 euros genera 1 día menos de ingreso) y disminuyen los casos de reingreso.

El coste sanitario del sobrepeso y de las enfermedades asociadas

2.500 millones. Esta cifra se reparte así:

  • Obesidad: 65%
  • Enfermedades cardiovasculares: 22,6%
  • Diabetes tipo 2: 9%
  • Dislipemias (colesterol, triglicéridos o ambos): 2,4%
  • Enfermedades musculoesqueléticas: 1%

Fuente: Costes sociales y económicos de la obesidad y patologías

Dietistas-nutricionistas en la atención primaria 

Incluir a estos profesionales en los servicios de Atención Primaria supondría un ahorro del 500% del gasto sanitario. Por cada euro invertido en los tratamientos nutricionales:

  • 56 € de ahorro en términos de mejora de la salud
  • 3 € de ahorro en costes sanitarios (medicación e ingresos hospitalarios)
  • 4 € de ganancias de productividad (menos absentismo laboral)

Fuente: Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Cataluña (Codinucat).

Porcentaje de gasto en salud relacionado con el sobrepeso y enfermedades asociadas

Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el 9,7% del gasto sanitario español se dedida a tratar la obesidad y sus enfermedades asociadas. Un porcentaje superior al 8,4% de la media en la OCDE.

“Los pediatras no podemos dedicarle el tiempo que necesita un niño o una niña que viene cada tres meses”

José Serrano, pediatra y colaborador del programa INFADIMED para la prevención de la obesidad infantil 

Los pediatras de Atención Primaria son la primera línea de defensa contra la obesidad infantil. Sin embargo, su trabajo está lleno de obstáculos que hace casi imposible hacer un seguimiento constante a los menores. Hablamos de ello con José Serrano, pediatra catalán y colaborador del programa Infancia y Dieta Mediterránea (Infadimed), una iniciativa impulsada por profesionales de Atención Primaria que promueve la dieta mediterránea entre los alumnos de entre tres y nueve años con el objetivo de dar herramientas a los niños para que puedan decidir qué es más beneficioso para su salud. “Se basa en ir a las escuelas y ponerles dibujos animados adaptados a sus edades con los que se enseñan hábitos saludables. Prueba de que funciona es que en el supermercado me he encontrado con padres que me echan la culpa de no poder comprar bollos porque el niño les regaña”, cuenta José Serrano.

¿Cree que se está haciendo suficiente para prevenir la obesidad infantil? La obesidad infantil está alcanzando unas cifras tremendas. El último estudio Aladino, el de 2019, muestra un aparente descenso frente al anterior, que es de 2015. Pero si ahondamos un poco en los datos, vemos que en las familias que tienen rentas por debajo de los 18.000 euros anuales, estas tasas de sobrepeso y obesidad han aumentado. Es decir, no solo vamos mal, sino que vamos peor porque la epidemia de la obesidad está afectando cada vez más a las clases sociales menos pudientes, que la mayor parte de las veces tienen menos posibilidades de resolver el tema tanto a nivel económico como social y educativo.

¿Cuáles cree que son las causas de estas cifras? Ha ido a peor por muchos factores como la prevención en sí misma y los entes encargados de ello, como la Atención Primaria. ¿Tenemos la culpa los equipos de pediatría? Podemos tenerla, pero la verdad es que, con la cantidad de visitas diarias que tenemos, no podemos dedicarle el tiempo que necesita un niño o una niña que viene cada tres meses. También tiene la culpa la industria alimentaria, que vende unos productos que son generadores de la obesidad y con un público muy claro que es la población infantil. De ahí todas esas cajas con dibujos, colores y superhéroes. Y además de todo eso, le suman regalitos que hacen que el niño pida a los padres que se los compren. Y en última instancia, las autoridades reguladoras. Si permitiesen que la Atención Primaria pudiera dedicar más tiempo, que dietistas-nutricionistas participasen en las consultas, que no dejasen que la industria alimentaria campase a sus anchas, y que pusieran impuestos a los productos azucarados para impedir que se compraran con tanta facilidad, todo llevaría un cauce mucho más lógico.

¿Son los padres culpables? Yo diría que no porque todos ellos quieren lo mejor para sus hijos e hijas. Más que culpables son víctimas que acabarán sufriendo la obesidad de sus hijos.

¿Las autoridades responsables de regular están haciendo suficiente? No. Todos estos factores dependen en última instancia de la administración. No ya controlar el problema que ya existe, sino previamente dedicar recursos para educar sobre lo que es la alimentación saludable y, cuando vea que se van de las pautas, poner remedio. Si permitieran a los especialistas de la Atención Primaria dedicar a sus pacientes más de 15 minutos cada tres meses, las cosas estarían mucho más orientadas y no llegaríamos a los extremos en los que estamos.

Cuando habla de que es necesario más tiempo en las consultas, ¿de cuánto estaríamos hablando? Hemos cuantificado que cualquier niño que tenga una patología crónica, en las que se incluye la obesidad, se merece como mínimo 30 minutos al mes. Algo que con la sobrecarga de consultas y la infradotación de las plantillas es imposible. Para prevención tenemos los mal llamados “controles del niño sano”, que también son insuficientes porque son visitas programadas para coincidir con la aplicación de vacunas, que en los primeros meses de vida son frecuentes, pero a partir de los cuatro años –cuando empiezan a desarrollar obesidad o han adquirido malos hábitos alimenticios– los dejamos de ver durante años. No estaría de más poder hacer los controles al menos una vez al año, si no más, para hablar de hábitos saludables como la alimentación, la actividad física…

En cuanto a medidas de prevención, ¿se ha tomado alguna buena en su opinión? Lo único bueno que veo últimamente es que cada vez hay más profesionales concienciados con el tema, pero con las manos atadas que les imposibilitan seguir hacia adelante.

¿Qué sería lo primero que habría que hacer para que la prevención fuera más efectiva? Más profesionales dedicados y formación específica a los profesionales en el tema. También enseñar a los educadores en las escuelas y a los niños desde que son pequeños, que lo que aprenden les dura para toda la vida. Si hubiera una clase a la semana, desde que son muy pequeños, tendrían los hábitos saludables instaurados de por vida. Educación para las familias, muchas no tienen capacidad por el poder adquisitivo, pero es que la mayoría no sabe lo que está comprando. Un etiquetado frontal que indique a las familias lo que es más saludable y lo que no, para que no tengan que ir a las etiquetas traseras, que incluso a mí me cuestan. Todo esto depende de la administración. También las tasas e impuestos sobre bebidas azucaradas y alimentos poco saludables. Fomentar la actividad física y difundir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre cuestiones como las horas máximas que deben estar los niños delante de pantallas. Hay muchas cosas para hacer.

¿Considera que se debería incluir en la Atención Primaria a los dietistas-nutricionistas? Totalmente. Tanto en pediatría como en medicina de familia y para prevenir enfermedades específicas. Los pediatras tenemos nuestra formación en nutrición infantil, pero ellos tienen mucha más que nosotros y conocimientos de cómo afecta a la salud pública que nosotros no solemos tener. Por lo tanto, estoy a favor de tenerlos como compañeros. No como consultores que vienen una vez cada 15 días, sino como compañeros día a día.

“La obesidad es una enfermedad crónica que no sabemos curar”

José María Capitán, vocal del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas

La inclusión de la figura del dietista-nutricionista dentro de los servicios de Atención Primaria es una de las reivindicaciones históricas de los colegios profesionales. José María Capitán, miembro del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas, nos habla de esta demanda y de cómo se puede abordar el problema de la obesidad infantil desde diferentes ámbitos.

¿Qué medidas cree que son necesarias para combatir la obesidad infantil? Aumentar los impuestos en los alimentos insanos y rebajarlos en los más sanos. O una ley de etiquetado clara. Hace falta realmente que las familias tengan acceso a información nutricional en sus centros de Atención Primaria con la figura clave del dietista-nutricionista al frente de la prevención. En definitiva, medidas que no sean cosméticas.

¿Qué papel juegan los dietistas-nutricionistas en el sistema público de salud? No se cuenta con nosotros y es algo increíble. Imagínese que intenta hacer un plan de carreteras sin ingenieros. En ninguno de los planes que hay actualmente en España para luchar contra la obesidad estamos incluidos los dietistas-nutricionistas, que somos los profesionales cualificados para ello. Esto es una anomalía que ocurre en España, donde ni siquiera se nos incluye en los sistemas de salud autonómicos correspondientes a cada comunidad. En el resto de Europa es una figura clave en la Atención Primaria, en los centros de atención hospitalaria y en otros muchos sectores: no solo en sanidad, sino en restauración, en la industria alimentaria para mejorar perfiles… Todavía nos queda mucho camino que recorrer. Si queremos tomarnos esto en serio y luchar contra la pandemia de la obesidad, vamos a tener que contar con los profesionales que están específicamente cualificados para ello.

¿Cuál cree que debe ser el papel de los pediatras en esta lucha? No tenemos el mismo papel. Los pediatras no son especialistas en nutrición infantil y, a no ser que se preocupen por conocer sobre alimentación y tenga nociones, no pueden abordar completamente este problema.

¿La prevención empieza por enseñar a los más pequeños? Sí. La epidemia de la obesidad, que está matando a mucha más gente que la covid, se está cebando especialmente en nuestro país. Un 40% de los niños padecen una patología que la gente no es consciente de hasta qué punto afecta. Es una enfermedad crónica que no sabemos curar. Una persona que es obesa va a serlo por el resto de su vida. Esto explica que hasta el 98% de la gente que lleva una dieta de adelgazamiento recupera en un plazo de cinco años todo el peso perdido, y a veces más, por el efecto yo-yo.