¿Cuál es la capital de Tanzania?
Estos juegos de azar, memoria, habilidad, preguntas y respuestas, de estrategia, de itinerario, de palabras o matemáticos, nos permiten pasar un buen rato en veladas y reuniones de amigos, ejercitar la inteligencia y la memoria e incluso, a veces, aprender cosas nuevas o recordar las olvidadas.
Cuando hablamos de juegos, sobreentendemos equivocadamente que nos referimos a un actividad específicamente infantil. Pero también en la etapa adulta el juego debería mantener su importancia. Durante los primeros años de nuestra vida, casi todo es juego, ya que la curiosidad, la fantasía y la capacidad de disfrutar son enormes. Cuando, de pequeños, jugamos no buscamos nada, concebimos al juego como lo que es, una actividad libre y espontánea. Aprendemos a jugar por jugar; en definitiva, sólo por el hecho de disfrutar.
Pasar un buen rato
Jugando aprendemos a tomar las cosas de una forma diferente, alimentando nuestro espíritu lúdico, ese resorte por el que somos capaces de estar horas inmersos en los avatares del juego y abstraídos de casi todo lo que nos rodea, y por supuesto, de las circunstancias que definen la vida rutinaria. En una partida a de ajedrez o en un juego de preguntas y respuestas, nuestros compañeros nos valorarán por nuestra pericia y quizá nos sentiremos juzgados por los demás, pero cuando acabe la partida todo quedará ahí, y cada uno vuelve a ser quien era. Habrá quien quiera siempre ganar, demostrar a los demás que es el que más sabe. Pero también quien adopte una actitud desinteresada, sin inmiscuirse demasiado en el juego.
En cualquier caso, se trata de pasar un buen rato, lo que no es poco. Un elemento presente, y muy positivo, en estas sesiones lúdicas, es la risa. Los roles que cada uno interpreta jugando tienen mucho que ver, lógicamente, con los rasgos de su carácter. Jugando se conoce a la gente de otra manera, y las sorpresas son frecuentes.
La edad de jugar no se acaba nunca, y según los psicólogos, jugar nos retrotrae a nuestra infancia, extrayendo de nosotros ese espíritu lúdico y algo frívolo que la vida adulta se empeña en borrar. Además de los propios elementos del juego, las habilidades y capacidades que se favorecen jugando son muy interesantes. Se ejercita la memoria, la intuición, el estudio de los demás, la experimentación, …. El juego traslada muchas aspectos de nuestra vida a un marco más permisivo, menos rígido y agobiante.
Juegos de reglas y de mesa
Los juegos de reglas los realizamos a partir de los cuatro o cinco años, aunque se instauran a partir de los siete. Jugar con otros supone ponerse de acuerdo en unas normas que todos conocemos y por las que aceptamos regirnos. Los juegos de reglas son un medio excelente para favorecer la relación con los demás. La mayoría de los juegos de mesa son competitivos. Y la competencia, no lo olvidemos, es un elemento intrínseco a nuestro modus vivendi. Al adolescente, competir le va a ayudar a instalarse en el mundo, a colocarse en referencia a los demás.
Jugar es también comunicación, una actividad de ocio relajada, divertida y permisiva. En la lotería, bingo, ruleta, quinielas deportivas o máquinas tragaperras, el azar es el elemento motor, ya que el jugador depende , según los juegos, casi totalmente de la suerte. Pero en los juegos de mesa a que nos referimos, aun manteniendo ese componente de azar (la carta que toque o la ficha o tarjeta que salga influye en el resultado final), intervienen decisivamente los conocimientos, la intuición, la pericia, el dominio de los nervios, la capacidad de interpretar las “jugadas” del contrario, …
Son unos juegos mucho más ricos, instructivos y divertidos que los de azar. El azar es algo no controlado, que iguala a los jugadores y resulta del todo aleatorio. Con estos juegos de mesa, la competencia, la emoción e incluso la tensión, son “sanas”, ya que no se convierten en una obsesión. También es positivo que habitualmente los jugadores no apuestan dinero sino por ejemplo, el fregado de la cena o el pago del cine del sábado.
Los juegos de habilidad, como sacar una bolita de un agujero o el tradicional de la cuna (hacer con los dedos y las manos construcciones de hilo), pueden relajar a los nerviosos. Precisan de concentración y habilidad.
Los juegos de memoria
Los juegos de preguntas y respuestas permiten aprender o recordar conceptos de una forma divertida, y revelan el nivel cultural de quienes juegan, así como los temas favoritos y las “lagunas” de conocimientos (arte, historia, actualidad, deporte, moda, …) de cada uno. Una cuestión fundamental en estos juegos es que cuando se compita en grupos, se compensen los equipos.
Los juegos de circuito, como el parchis o la oca, precisan de un mínimo de estrategia. Se trata de un circuito que hay que ir recorriendo y de pruebas que deben superarse para terminarlo con éxito. En la oca, el azar hace de tractor del circuito, pero en el parchis ya debe aplicarse un mínimo de estrategia para jugar bien y mover las fichas adecuadamente. De cualquier modo, para estrategia propiamente dicha hay otros juegos ,como el ajedrez y las damas o sus derivados.
Algunos juegos tradicionales de África y Asia ya incluían la estrategia como alma de la actuación de cada jugador. La estrategia ayuda a la construcción mental, a la ordenación del espacio, a la planificación y al cálculo de las repuestas del otro, todas ellas habilidades interesantes para desenvolvernos en la vida diaria.