Con el sol y el agua no se juega
La intención de disfrutar de un día soleado de playa con los más pequeños de la casa puede cubrirse de nubarrones en cualquier momento si no se toman las convenientes precauciones ante los innumerables riesgos y peligros relacionados con el sol y el agua. Cada verano fallecen ahogados entre 70 y 100 personas en nuestras playas y piscinas, y el mayor riesgo de accidentes lo corren los niños con edades comprendidas entre uno y cuatro años. Una estadística que podría reducirse con una mayor atención y vigilancia por parte de los adultos. Tampoco se debe descuidar la protección de los más pequeños ante los rayos solares, los golpes de calor y las insolaciones, ya que entre un 2 y un 5% de los niños que acuden a la playa sufren quemaduras de segundo grado y enrojecimientos acompañados de fiebre, eritema, insomnio, falta de apetito, nauseas y, en los casos más graves, convulsiones.
Consejos para que los niños disfruten de una jornada playera con seguridad
- Antes de acudir a una playa determinada infórmese de sus características (profundidad, zonas de peligro, presencia de corrientes, etc.), compruebe si cumple con los mínimos requisitos de seguridad, y cerciórese de que está vigilada por socorristas acreditados, señalizada (semáforo de la playa) y preparada para atender cualquier emergencia que pudiera presentarse.
- Observe con atención el lugar donde su hijo va a sentarse para jugar. Lo más conveniente es que lo haga sobre una toalla, pero como no siempre es posible, controle que esté limpio de colillas, cristales, restos de basura u otros objetos que puedan resultar peligrosos.
- Procure que el niño corra y juegue por la arena y el agua con el bañador puesto: la arena puede ser una fuente de infecciones si está mucho tiempo en contacto directo con las zonas genitales.
- No cubra de arena a un niño: ni en posición tumbado, ni en posición vertical. Jamás cave un agujero de su talla. El peso de la arena sobre su pecho le impedirá respirar.
- No exponga a los bebés menores de seis meses a la acción directa del sol. Carecen de la capacidad natural de la piel para defenderse y pueden sufrir quemaduras solares de carácter grave.
- La exposición del menor al sol debe realizarse de forma gradual, en las horas menos calurosas con exposiciones de diez minutos, hasta un máximo de media hora seguida al día. Una jornada playera para los niños no debe alargarse de manera continuada más de dos horas, que en ningún caso coincidirán con las de máxima incidencia solar -de 12:00 a 16:00 horas-. Bajo ningún concepto deje que el niño se duerma al sol.
- No se fíe de los días nublados, ya que los rayos ultravioletas penetran las nubes y pueden causar serias quemaduras de piel.
Nunca sin protección solar
- En los niños menores de seis meses, el uso de un protector solar como único medio de protección es insuficiente y, en algunos casos, está desaconsejado porque puede dar lugar a reacciones alérgicas.
- Utilice siempre el protector solar adecuado al fototipo de la piel de su hijo. La crema elegida debe frenar la acción de los rayos UVA y UVB, ha de tener filtros físicos en lugar de químicos y debe ser resistente al agua y antialérgica.
- Para los niños pequeños, el factor mínimo de protección, incluso durante las primeras horas de la mañana y últimas de la tarde, no debe ser inferior a 25, pero si se trata de un bebé o niño con piel más bien blanca, no debe bajarse de 30.
- Renueve la aplicación cada dos horas o después del baño o sudoración excesiva. No deje de ponerle crema protectora por muy moreno que esté.
En el agua toda precaución es poca
- Los cambios bruscos de temperatura son muy peligrosos. Antes del baño mójele al niño la tripa, el pecho, las muñecas y la nuca.
- Hágale entender que debe dejar transcurrir un tiempo prudencial entre la comida y el baño.
- Nunca pierda de vista a su hijo mientras se baña. Usted -y no el socorrista- es el principal responsable de la seguridad de su hijo.
- Enseñarle a nadar desde pequeño es el mejor salvavidas.
- El primer baño del niño debe ser suave, tranquilo y en compañía de sus padres, para evitar sustos y ayudarle a disfrutar de una buena experiencia con el mar.
- La mayoría de los niños sienten un miedo innato al agua. Si éste es el caso de su hijo no le fuerce, respete su actitud porque si le obliga a meterse en el agua la experiencia se puede transformar en un trauma difícil de superar.
- Déjele que descubra a su ritmo el placer de jugar en el agua. Anímele a jugar en la orilla, a saltar las olas, o a caminar por la orillas buscando conchas para que se acostumbre al nuevo territorio.
- Si su hijo se lanza al agua sin ningún temor, explíquele los peligros que encierra el mar y las precauciones a tener en cuenta. Enséñele el significado de las señales de peligro y las banderas, así como a cumplir con las indicaciones de socorristas y vigilantes.
- Los flotadores no son un sustituto de los chalecos salvavidas y pueden dar una falsa sensación de seguridad. Se arriesga a que si el niño levanta los brazos pueda escurrirse hasta el fondo o que, con un movimiento brusco, quede vuelto con la cabeza hacia abajo.
Otros riesgos que conviene evitar
- Deshidratación. Ofrezca agua a su hijo de manera continuada. Los niños cuentan con un sistema regulador interno todavía inmaduro y tienden a deshidratarse con facilidad. Si se alimenta aún mediante lactancia materna no es necesario darle ningún otro líquido.
- Golpe de calor. Un error muy habitual es tapar en exceso a los bebés. En verano, además de hidratado, debe estar fresquito, evitando en lo posible que sude.
- Insolación. Procure que el niño limite su exposición al sol y que mantenga puesto en todo momento un gorro que le cubra cabeza y nuca. Si el niño presenta una insolación colóquelo boca arriba en un lugar fresco (siempre a la sombra), refresque su cuerpo con agua fría, y hágale tomar mucho líquidos.
- Otitis. Para prevenir posibles infecciones de oído, evite que el niño se meta de forma brusca en el agua (sobre todo si está muy fría) y que permanezca demasiado tiempo nadando o jugando; es preferible que se bañe varias veces a lo largo del día, pero en periodos más cortos. Escozor y dolor leve son los principales síntomas de la otitis. Si no remite, acuda al pediatra.