Asignatura pendiente
De igual modo que enseñar literatura no persigue crear escritores ni la educación física formar atletas, aprender música no significa promover músicos. Como materia imprescindible en la formación de las personas y en la ampliación de la cultura, la música responde a la necesidad compartida con otras disciplinas humanísticas de lograr un conocimiento integral del mundo. No se trata de dominar el solfeo, que ahora se denomina lenguaje musical, sino de dedicar interés y tiempo a conocer y reconocer los instrumentos (al menos los más populares en el mundo occidental) y de hacernos con un bagaje de compositores, intérpretes, corrientes, escuelas y obras universales. Lejos todavía de erradicar el analfabetismo musical, hemos de admitir que el conocimiento social de esta expresión humana es muy exiguo en nuestro país, lo que nos impide disfrutarla en toda su dimensión.
El sentido de la música
Los estudios de música se plantean en España, en general, como un complemento o una afición que debe correr paralela a la formación escolar o académica. Su arrinconamiento nos aleja de la civilización griega, que no dudaba de su importancia. Para ellos tenía tanto sentido estudiar y comprender la música como aprender sobre astronomía, geometría y filosofía. De hecho, la pedagogía señala que el niño se expresa antes cantando que hablando, su imaginación musical coopera en el desarrollo de su personalidad y el carácter progresivo de la música le acompaña a lo largo de su proceso evolutivo, desde la educación infantil hasta los niveles más altos de aprendizaje, adaptándose en cada momento a sus capacidades e intereses específicos. La Educación Musical dota al niño, pues, de sensibilidad para captar las manifestaciones del mundo sonoro, amplía su facultad de expresión, forma en él una conciencia de lo que es, debe y puede ser el arte y lo acerca a sus semejantes. (En el número de abril entrevistábamos a José Miguel López, periodista musical, que destacaba que la música es uno de los de los mejores modos de abrirnos a la realidad de quienes pueblan otros países y continentes o son compatriotas con otras raíces).
Conservatorios y escuelas
En los conservatorios o los centros privados facultados para expedir títulos oficiales, la enseñanza se rige por la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo -LOGSE- , que estructura en tres grados la formación musical: grado elemental, de cuatro años de duración; grado medio, que se compone de tres ciclos de dos cursos académicos de duración cada uno; y grado superior, que comprende un solo ciclo cuya duración depende de las características de cada enseñanza musical. Por citar algunos ejemplos, realizar la carrera completa de piano o violín supone unos 14 años de estudio. En cuanto a la titulación, la superación del tercer ciclo del grado medio equivale a una diplomatura y la del grado superior a una licenciatura. Esta enseñanza musical está dirigida, pues, a la obtención de títulos que demuestran el dominio de técnicas de estudio, el desarrollo de habilidades y la adquisición de conocimientos que incluyen todas las disciplinas necesarias para dedicarse profesionalmente al mundo de la música (docencia…).
Pero hay otras ofertas formativas, tanto en centros privados como desarrolladas mediante actividades extraescolares, que promueven el carácter aficionado y no tienen capacidad para expedir títulos. Bien pueden regirse por el sistema de enseñanza marcado en la LOGSE o aplicar otros métodos.
Métodos de educación musical no académicos
Es un tipo de enseñanza más libre en la que el alumno es quien elige su forma de aprendizaje y el nivel que le interesa llegar a obtener.
- Dalcroze: relacionan el movimiento corporal con el aprendizaje musical.
- Orff: incluye canto, baile, instrumentos de percusión pequeños y expresión corporal.
- Kodaly: aprendizaje de lenguaje musical a base de folklore de la cultura del niño, incluyendo movimiento, canto y baile, y es que si bien la música occidental común aparece vinculada a la escritura, no hay que olvidar que existen otras tradiciones musicales en las que ésta no aparece u ocupa un papel muy secundario.
- Suzuki: este método trabaja con niños a partir de los tres años siempre contando con la presencia de uno de los padres. Introduce instrumentos a través de la imitación y el desarrollo del oído. Los instrumentos que principalmente se utilizan son de cuerda.
- Aschero (sonocolores): relaciona sonidos con colores. Utilizan un lenguaje diferente al solfeo, no usan las notas musicales, sino sonocolores. Tienen sus propias partituras. Se aprende muy rápido.
Elegir un instrumento
En el momento en que los niños comienzan a familiarizarse con las notas y a distinguir entre instrumentos de cuerda, viento y percusión, deciden cuál es el que más les gusta y encaja mejor con su carácter. El piano y la guitarra continúan siendo las grandes estrellas, ya que resulta relativamente fácil aprender a tocarlos, aunque siempre hay quien se decanta por el violín, la trompeta o cualquier otro instrumento de la orquesta. Si bien los padres o el profesorado pueden alentar una elección, expertos en pedagogía musical advierten que la primera relación del alumno con el instrumento debe venir motivada, en la medida de lo posible, por la querencia del estudiante, la visión atractiva que genere en él un instrumento. Debido a poca tradición de enseñanza musical en España, el mercado de segunda mano es escaso y los instrumentos suponen en ocasiones un desembolso considerable, por lo que en las escuelas recomiendan esperar a crezca la empatía del niño hacia el instrumento antes de adquirirlo. Sin embargo, en los nuevos planes de estudio se inician simultáneamente la asignatura de Lenguaje Musical y el instrumento, con lo que el niño debe elegir instrumento sin contar con unas nociones básicas musicales.
No hay mal oído, falta formación
Es un error común pensar que se tiene mal oído y que ese problema impedirá cantar o tocar un instrumento. Si bien la capacidad de aprender música es mayor en algunas personas, la posibilidad de aprender el lenguaje de la música es universal. A menudo la incapacidad no es la de entender o aprender, sino la de reproducir el sonido, pero a esto también se llega, aunque no todos han de tener buena ni bonita voz.
Además, el aprendizaje de música no debe enfocarse a llegar a ser forzosamente un virtuoso de determinado instrumento. Dejar de ser analfabetos musicales, ser capaces de reconocer los instrumentos y distinguir entre diversos tipos de música supone, también, todo un reto.
Para elegir un centro de aprendizaje musical o poner en marcha un aula de actividad extraescolar, pueden servir de pista esta serie de criterios:
- Plantear el aprendizaje de música como una actividad lúdica, activa y participativa, en la que el movimiento y la improvisación rítmica y melódica tengan un papel importante.
- Desarrollar la sensibilidad y el placer por la música, además de atender a resultados tangibles de dominio de la técnica.
- El niño debe elegir un instrumento después de conocer, visual y auditivamente, diferentes opciones y sabiendo si podrá formar parte de una orquesta, tocar en grupos de cámara, etc.
- Los grupos han de ser reducidos, de 15 alumnos como máximo.
- La organización de festivales y actuaciones no debe figurar como objetivo prioritario.
- Conviene rechazar metodologías que potencien la rivalidad y la competitividad entre los alumnos y valorar distintas maneras de entender la música.