Adaptación a la adopción

La integración de los niños y niñas adoptadas, en especial de terceros países, en sus nuevas familias precisa de procesos y tiempos no exentos de complejidades
1 enero de 2007

Adaptación a la adopción

/imgs/20070101/img.informe.01.jpg La impaciencia, el miedo, el agotamiento y la desilusión, habituales compañeros de viaje de las miles de familias que optan por la adopción en nuestro país, no siempre desaparecen con la llegada del niño o la niña al nuevo hogar. La larga espera por recibir el resultado de los informes, de las entrevistas con los servicios sociales y otros trámites burocráticos se transforman en otros problemas relacionados con la actitud del menor, su comportamiento en público, alimentación y desarrollo.

El 30% de los niños adoptados padecen un retraso psicomotor conocido como el síndrome del orfanato

El nuevo reto de muchos padres y madres adoptivas se centra en que sus hijos acepten el amor de su nueva familia. Muchos pequeños proceden de orfanatos y centros muy precarios en los que jamás han recibido muestras de atención, de estimulación y de cariño, una situación que puede influir negativamente en su desarrollo: se niegan a sentarse en la mesa con dos y tres años y comer alimentos sólidos (prefieren el biberón), desean que constantemente les cojan en brazos, no quieren separarse de sus progenitores, etc. En el caso de adopciones internacionales los problemas son mayores debido a las diferencias de cultura, idioma y costumbres. De los 5.423 niños procedentes de 35 países adoptados en 2005 en nuestro país, 2.753 procedían de China, 1.262 de la Federación Rusa, 394 de Ucrania, 224 de Colombia y 227 de Etiopía. Según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, la adopción nacional sólo representa un 10% del total.

/imgs/20070101/img.informe.02.jpg El bagaje emocional de estos niños está lleno de heridas como el abandono y la falta de atención, carencias que repercuten en la convivencia familiar a través de comportamientos difíciles y malas conductas. No obstante, la responsabilidad de que el nuevo miembro de la familia se adapte a unos nuevos hábitos de vida basados en la comunicación, la confianza, el respeto, la educación, el cariño y la relación con otras personas al margen de la familia no recae sólo en el menor. No hay que olvidar que en muchos casos los nuevos padres y madres también presentan una serie de factores de riesgo que influyen en la integración del niño y la convivencia familiar, como su falta de preparación para manejar los problemas del pequeño, expectativas irreales o inadecuadas en torno a la adopción y al menor adoptado, poca habilidad en el manejo de conflictos y tensiones y falta de apoyo social o motivación para solicitar ayuda profesional.

La edad del niño, un factor clave

/imgs/20070101/img.informe.03.jpg La adopción representa cambios muy importantes en la vida de sus pequeños protagonistas y en sus procesos de desarrollo psicológico. En el caso de adoptar un bebé, éste no es tan consciente de las transformaciones que se están produciendo. Sin embargo, un niño de mayor edad sí tiene conciencia de lo que ocurre, aunque a veces no sepa expresar lo que siente. Por esto hay que tener en cuenta que la adaptación también depende de la edad del abandono y sus circunstancias específicas. Así, a mayor edad, mayor probabilidad de que arrastre más sufrimiento, más historia o más desamparo. Los niños y niñas llegan a las familias españolas con una edad media de más de tres años, procedentes de países con situaciones precarias que les afectan de muy diversas maneras.

El principal problema, por tanto, es el importante desconocimiento de un pasado en el que los niños, de media, han convivido dos años con su familia de origen y otro más en instituciones asilares en condiciones difíciles. Su asunción y respuesta son claves, más aún si se tiene en cuenta que las experiencias previas al momento la adopción son esenciales para la futura adaptación. No obstante, también hay menores que han crecido con una familia sustituta o en un orfanato donde la experiencia ha sido grata y emocionalmente estable, y cuya adaptación es muy buena.

Enfermedades que acechan

La herencia genética, la gestación y los primeros días de vida de un niño adoptado son un misterio para su nueva familia. Resulta especialmente necesario que cuando llegue a su nuevo hogar se le someta a un chequeo general para que reciba el tratamiento adecuado y se evite la transmisión de infecciones comunes en su lugar de origen y ya erradicadas o desconocidas en nuestro país.

Según datos de la Guía para pediatras de la Coordinadora en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (CORA), más del 25% de las patologías que sufren los niños adoptados fuera de España están relacionadas con el retraso en el desarrollo neuromadurativo (problemas para controlar los esfínteres, trastornos en el rendimiento y aprendizaje escolar, dislexia, disgrafía, etc.), la anemia, la parisitosis estomacal y los problemas de sueño, aunque en el 95 % de los casos el tratamiento es efectivo a corto y medio plazo. En este informe también se destaca que los problemas médicos más importantes de los niños adoptados fuera de nuestras fronteras son los psicológicos y el retraso psicomotor, conocido también como “síndrome del orfanato”. Este último lo padece nada menos que el 30% de los niños adoptados.

En relación con el dudoso estado de algunos orfanatos, son frecuentes los casos de estrabismo, asociados al crecimiento de los niños en entornos muy pequeños y como consecuencia de no haber salido al exterior de manera continuada. Esta afección suele darse en ciertos tipos de orfanatos, similares a los de los años 50, en los que se colocaban sábanas a los lados de la cuna del pequeño para que no viera su entorno, evitando así que molestara a los demás. Esta práctica impedía que el bebé llegara a fijar su vista de manera normal. También son muy comunes las infecciones respiratorias provocadas por una ventilación insuficiente y una mala alimentación facilitan el contagio de todos los pequeños.

La detección rápida de éstas y otras patologías es determinante para su cura. Para ello es necesario que la evaluación médica se realice en los tres primeros días. El fracaso en la identificación e intervención precoz de los problemas de salud (entre un 20-30% de los niños presenta problemas médicos serios, y en casi la mitad de los casos no fueron reconocidos o sospechados antes de la adopción) no sólo puede afectar a la calidad de vida de estos niños y niñas en el futuro desarrollo físico, emocional e intelectual, sino que también puede conducir a incrementar las dificultades de adaptación e integración en la nueva unidad familiar, originando con ello el fracaso de la adopción.

Cómo afrontar los principales problemas

/imgs/20070101/img.informe.04.jpg

  • No muestra afecto. Hay que ser pacientes, darle tiempo y confianza y mantenerse a su lado, proporcionándole ocasiones que fomenten la construcción del vínculo afectivo, como por ejemplo compartir las actividades cotidianas, jugar con él, interesarse por sus cosas. Nunca hay que forzar al niño a expresar o recibir muestras de un cariño que todavía no siente.
  • Rechazo hacia la familia. Es importante confirmar que el niño conoce su situación familiar y las posibilidades de volver con su familia de origen y de que comprende qué es lo que ha sucedido. Elaborar planes de futuro con él le ayudará a perder el sentimiento de provisionalidad que puede sentir al integrarse en su nueva familia.
  • Añora su pasado. Ante todo hay que respetar sus sentimientos. Tiene derecho a tenerlos, no se le puede privar de su propia vida interior. Además, hay que ofrecerle apoyo para elaborar y organizar los sentimientos contradictorios que tiene en relación a las personas que ha dejado atrás y a su nueva familia.
  • Exige demasiada atención y afecto. Se le debe enseñar a comprender y respetar las necesidades de los que le rodean. Debe entender que hay ciertas normas de convivencia que todos deben respetar.
  • Teme que la adopción fracase. El apego es la necesidad del ser humano de establecer vínculos afectivos duraderos. Fiarse de alguien requiere tener las necesidades básicas satisfechas y garantizadas. Es indispensable crear en el niño un sentimiento sólido de pertenencia a la familia. La incertidumbre respecto al futuro se puede eliminar organizando y planificando con él ciertos aspectos de la vida familiar y de su participación en ella. Siempre hay que advertirle de los cambios, repasar los planes y ayudarle a prever lo que va a suceder.
  • Miente con frecuencia. En muchos casos los primeros años de la vida del pequeño está marcada por la supervivencia y el ?todo vale? para sobrevivir. Mentir para obtener algo puede ser habitual y aceptable desde esta posición. La mentira o la fantasía exagerada son mecanismos de defensa que irán desapareciendo a medida que disponga de otros recursos o comportamientos alternativos. Es necesario explicarle que cada vez que miente se rompe la confianza que se tiene en él. Ha de saber también que las consecuencias de mentir son peores que las de decir la verdad.
  • Tiene problemas en el colegio. La escuela es uno de los mayores focos de tensión para las familias adoptivas. Las dificultades de los niños y niñas derivadas de sus carencias, retrasos y trastornos exigen realismo con los objetivos y ritmos de aprendizaje. El rendimiento escolar mejora cuando se parte de la situación del niño y no desde las expectativas de las personas adultas. Hay que estimular su motivación para el aprendizaje, mejorando su autoestima y su seguridad emocional.

Consejos

  • Es muy importante conocer los antecedentes, acontecimientos, daños, traumas y vivencias del niño y de la niña adoptada porque repercuten en su personalidad, en sus comportamientos, carácter, forma de percibir la realidad, desarrollo y en la convivencia familiar. Estar al tanto de estos antecedentes permitirá entender y trabajar con mayores garantías de buenos resultados sus secuelas, retrasos y trastornos.
  • Conviene evaluar la situación de la persona adoptada desde todos los ámbitos posibles de su desarrollo: físico, psicológico y madurativo, cognitivo e intelectual, y social.
  • Cada niño tiene su propio ritmo de evolución, tanto física como psicomotriz. Forzarle puede provocar el efecto contrario al que se pretende.
  • /imgs/20070101/img.informe.05.jpgEs necesario dosificar los estímulos que recibe el niño, ya que un exceso puede provocar tanto sobreexcitación como inhibiciones frente a lo que se le ofrece. Normalmente, los más pequeños se han movido en un entorno muy reducido. Para ellos todo es nuevo: sonidos, espacios, olores, movimientos, hasta el contacto corporal con los que le rodean. Es muy importante que el niño vaya reconociendo a sus padres y su casa como su nuevo entorno. Poco a poco entrará en juego el resto del círculo familiar y social, ya que en un principio demasiadas caras nuevas a la vez pueden confundir y asustar al pequeño.
  • Si el niño que se quiere adoptar tiene más de tres años es fundamental prepararse a fondo en la psicología de los niños de estas edades para generar confianza en los futuros padres y augurar una feliz y rápida adaptación en los menores.
  • Si la familia no puede superar el miedo o la inseguridad que provoca la historia anterior del niño de más de tres años, es mejor aceptar las propias limitaciones y renunciar a una adopción de estas características o, al menos, no precipitarse y darse el tiempo apropiado para ir mejor preparado al encuentro con el pequeño.
  • Frecuentemente los niños de esta edad quieren conservar algo de su vida anterior (un juguete, una prenda de ropa), que en muchas ocasiones adquiere el valor de “objetos transicionales” que calman la angustia ante el cambio y ayudan a desprenderse de su vida conocida y soportar mejor los avatares de la nueva situación. Es importante entenderlo así y respetar su deseo. Poco a poco estos objetos dejarán de ser imprescindibles y el niño se irá separando de ellos con naturalidad.
  • Ante unos niños que han padecido todo tipo de carencias lo más fácil es consentirlos y no establecer límites. No obstante, los progenitores deben hacer entender al niño que son ellos quienes tienen la autoridad , así como las consecuencias que acarrea saltarse las reglas. Esto le ayudará a establecer comportamientos adecuados desde el primer momento dentro y fuera de la familia.
  • Los problemas de idioma se resuelven con un poco de atención e interés para establecer un código de comunicación con el niño, y detectar cuándo le ocurre algo, qué quiere, qué es aquello que le gusta y cuáles son sus temores.