‘Apps’ de escaneo de alimentos: el experto del móvil no es tan fiable

HACER LA COMPRA CON EL MÓVIL PARA COMPROBAR LA CALIDAD NUTRICIONAL DE LOS ALIMENTOS ANTES DE METERLOS EN EL CARRO ES UNA MODA CADA VEZ MÁS EXTENDIDA. CON LA AYUDA DE UN EQUIPO DE NUTRICIONISTAS Y TECNÓLOGOS, EVALUAMOS LA EFICACIA DE ESTAS HERRAMIENTAS.
1 enero de 2020
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‘Apps’ de escaneo de alimentos: el experto del móvil no es tan fiable

Las aplicaciones para conocer el perfil nutricional de los alimentos envasados han irrumpido con fuerza en el mercado. Con millones de descargas en pocos meses y cientos de miles de productos catalogados, estas apps forman parte de un nuevo modo de entender la alimentación… O, mejor dicho, de intentarlo. Porque, como señala la doctora Alba Santaliestra Pasías, presidenta del comité científico de la Academia Española de Nutrición y Dietética, su éxito “es consecuencia de la nula o limitada educación alimentaria que tiene la población, unida a la gran oferta de opciones que hay en los lineales de los supermercados y a las campañas de marketing de productos poco saludables, que dificultan la posibilidad de conocer la mejor opción de forma sencilla”.

Los trucos de la etiqueta

Como resume Santaliestra, estas apps ofrecen al consumidor “información traducida” sobre aquellos productos que tiene previsto adquirir. Pero, ¿necesitamos realmente un traductor nutricional? ¿Acaso el etiquetado no es lo suficientemente claro? “La información nutricional es clara, pero existen datos adicionales que dificultan las elecciones, hacen hincapié en aspectos muy poco relevantes desde el punto de vista nutricional e impiden al consumidor prestar atención a la información relevante”, responde. Entre los elementos que distraen encontramos los reclamos de salud, las palabras que despiertan evocaciones (como “natural”, “artesano” o “de la abuela”), las imágenes atractivas de los envases y, por supuesto, el hecho de que la información importante muchas veces se presenta en letra pequeña y con palabras técnicas. El ejemplo más flagrante es la gran cantidad de sinónimos que se utilizan para sustituir la palabra azúcar: dextrosa, fructosa, glucosa, maltosa o sacarosa (hay que prestar atención a las palabras que acaban en -osa).

Ante esta opacidad, las aplicaciones se presentan como una herramienta de empoderamiento para el consumidor. Un simple clic con el móvil permite al usuario abrirse paso entre las imágenes coloridas, los eufemismos desconocidos, las tipografías diminutas o las promesas de salud, y quedarse con la información que de verdad le interesa. Esto es, saber si un producto es saludable o no. En contrapartida, depender de un algoritmo para tomar decisiones alimentarias podría entenderse como una pérdida de poder, máxime cuando no todas las apps analizan y puntúan los productos de la misma manera y, la mayoría, no lo hace de la forma correcta. Y es que, como veremos a continuación, las principales apps del momento tienen sus rasgos propios. “Hacen un servicio, pero deberían estar avaladas por entidades o sociedades libres de conflicto de interés de ningún tipo”, advierte Alba Santaliestra.

Diferentes formas de valorar

La falta de consenso es un aspecto a analizar acerca de estas aplicaciones. Y hay otro no menos importante: el tipo de información que ofrecen. “La app que te indica si un alimento es saludable o no debe ser 100% fiable y, a día de hoy, sabemos que no hay ninguna perfecta, porque no existe un criterio único para determinar si un alimento es saludable o no”, observa Alma Palau Ferré, presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas. Más de la mitad de las aplicaciones, según ella, son de muy baja calidad. “Una aplicación no puede suplir la educación alimentaria, ni tampoco la información del etiquetado nutricional, que se aprende a interpretar con educación”. Además, solo valoran productos de forma individual, y no la compra en su conjunto, por lo que, el menú completo puede tener carencias y no seguir una dieta equilibrada.

En opinión de Manuel Moñino, vicepresidente de la misma institución y delegado en la Federación Europea de Dietistas-Nutricionistas (EFAD), si bien las nuevas apps son una herramienta más para interpretar el etiquetado nutricional, no constituyen la clave, pues “se corre el riesgo de simplificar en exceso el valor nutricional de un alimento”. Para entender esta idea, Moñino desarrolla la siguiente reflexión: “Algunas penalizan el procesado de alimentos a favor de la comida real, cuando la dieta mediterránea, además de productos frescos, integra a numerosos procesados como, por ejemplo, el pan, las conservas de pescados o las legumbres cocidas”. Para él, el uso de estas aplicaciones “puede facilitar la elección de alimentos saludables, pues en algunos casos aplican perfiles nutricionales que están consolidados, como el Nutri-Score. Pero, aun así, pueden dar valores que sorprendan al consumidor, por ejemplo, puntuar de forma negativa alimentos cuyo aporte graso parta del aceite de oliva y no sean fuente de azúcar o sal”.

A su vez, “la penalización de algunas en cuanto al contenido en aditivos no contribuye a la educación en materia de alimentación, pues hay productos saludables que contienen aditivos, cuya comercialización segura no sería posible sin ellos”, observa Moñino. La clave parece estar en aprender a comer bien y a reconocer los productos que son sanos por nosotros mismos. Al respecto, Alba Santaliestra sostiene que es esencial invertir en educación nutricional de forma global. “Estas herramientas son utilizadas por grupos de población interesados por la salud, por mejorar sus hábitos alimentarios y, en general de su estilo de vida, pero hay muchos otros grupos poblacionales –por ejemplo, aquellos con un nivel socioeconómico menor–, en los que será necesario educar para potenciar las buenas elecciones”, razona. “Un punto débil de estas herramientas es que se centran en la identificación y clasificación de alimentos procesados; y se deben hacer todos los esfuerzos para encaminar a la población a los productos frescos y mínimamente procesados”. Es decir, los que no llevan etiquetas.

Yuka

Esta aplicación fue creada por el francés François Benoit, un padre de familia que buscaba cómo hacer accesible la información sobre el etiquetado. Es muy popular en Francia, con más de 10 millones de usuarios.

  • Precio: gratis / 14,99 € al año la versión prémium
  • Descargas: más de 5 millones en Google Play
  • Valoración media de los usuarios: 4,5 / 5
  • Valoración media de los expertos: 1,5 / 5

¿Cómo funciona?

Yuka evalúa alimentos y cosméticos. En cuanto al análisis nutricional, tras escanear el código de barras, la herramienta puntúa cada producto sobre 100, a partir de tres criterios:

  • 60% de la nota: la calificación en Nutri-Score.
  • 30% de la nota: penaliza la presencia de aditivos basándose en infornes de la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA), la agencia francesa de seguridad sanitaria (ANSES), el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) y otros estudios independientes.
  • 10% de la nota: valora en positivo si el producto cuenta con la etiqueta ecológica europea. Este sello no siempre garantiza que el producto ha cumplido todos los criterios de una producción sostenible.

Cuando el producto suspende, la app propone alternativas mejor evaluadas.

Financiación. Según la compañía, procede de la cuota anual de 15 € de las suscripciones prémium y de los 59 € del Programa Nutrición –solo disponible en Francia–, a través del cual ofrece conocimientos sobre alimentación, recetas y acceso a nutricionistas

Los expertos opinan*

Lo mejor. “Otorga una valoración numérica que puede ser cómoda para el consumidor porque le resulta fácil de interpretar”, opina Beatriz Robles. “Sin embargo, esto es un arma de doble filo, porque si los criterios no se basan en la evidencia científica, esa nota por sí misma tiene poca validez, pero el usuario no va a apreciar matices”, añade.

Lo peor. “A pesar de que una parte de la nota se basa en Nutri-Score, no muestra la calificación que se obtendría con este sistema”, afirma Miguel Ángel Lurueña. “Además, esta herramienta necesita de un mejor ajuste porque algunas puntuaciones no son correctas”, indica Laura Saavedra. Todos los expertos coinciden en los dos puntos débiles: la valoración positiva de los productos ‘bio’ y la clasificación de los aditivos. “Ninguno de los dos aportan información que influya en la calidad nutricional del alimento”, explica Gemma del Caño. “La etiqueta ‘eco’ indica que están cumpliendo una legislación en relación con su sistema de producción, pero no son necesariamente más sostenibles (pueden venir del otro lado del planeta, con su correspondiente huella de carbono) y no hay ninguna evidencia de que sean nutricionalmente mejores”, apunta Robles, que añade: “En cuanto a los aditivos, la clasificación en ‘sin riesgo’, ‘riesgo limitado’, ‘riesgo moderado’ o ‘riesgo elevado’ lleva a pensar que hay aditivos peligrosos que debemos evitar, cuando todos los que se usan en el mercado son seguros en las dosis empleadas y son evaluados por la EFSA. Además, no es transparente, ya que no explica qué peso otorgan a la opinión de la EFSA ni el porqué de esa ponderación, frente a estudios independientes de los que no se conoce calidad ni robustez”.

(*) G. del Caño, experta en I+D+i y calidad de la industria alimentaria; M. Á. Lurueña, doctor en Ciencia y tecnología de los alimentos; B. Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga alimentaria, y L. Saavedra, dietista-nutricionista y tecnóloga.

My Real Food

Carlos Ríos, nutricionista y gurú del movimiento ‘realfooding’ en Instragram, es quien marca la pauta de esta aplicación. Define su propuesta como un estilo de vida saludable basado en consumir lo que él llama ‘comida real’ y huir de los ultraprocesados.

  • Precio: gratis
  • Descargas: más de 500.000 en Google Play
  • Valoración media de los usuarios: 4,7 / 5
  • Valoración media de los expertos: 2,8 / 5

¿Cómo funciona?

La base de esta aplicación es la comunidad de Realfooders: “Crean contenido proponiendo recetas saludables y se motivan entre ellos”, explica Carlos Ríos. Para evitar los bulos, la app establece moderadores que eliminan o desmienten cualquier información no acorde con la evidencia científica. Esta aplicación clasifica los productos en tres grupos en función del Índice Real Food: comida real, buen procesado y ultraprocesado. Este índice ha sido creado por el propio Carlos Ríos a partir del sistema NOVA. Esta clasificación, creada en 2010 por la Universidad de São Paulo, agrupa los alimentos según el grado de procesamiento. “Lo hemos simplificado con la ayuda de un equipo de dietistasnutricionistas y de abogados expertos en regulación del etiquetado buscando la mayor facilidad del usuario”, añade. En esta app hay espacio para los aditivos: “Informa de su presencia e indica si es inocuo o controvertido en función de los estudios científicos”, explica Ríos.

Financiación. Por el momento, con recursos propios, aunque en el futuro contará con planes prémium.

Los expertos opinan*

Lo mejor. “En relación con Yuka, da más independencia al consumidor porque no ofrece una nota absoluta, sino varios tipos de información (grado de procesado, ingredientes, información nutricional…)”, opina Beatriz Robles. “Es positivo que emplee el criterio de advertencia ‘alto en…’, siguiendo el sistema de etiquetado frontal empleado en Chile, que es un criterio objetivo”, añade Gemma del Caño. “Además, el grado de procesamiento es un aspecto importante a la hora de elegir o evitar el consumo de un producto”, opina Saavedra.

Lo peor. El sistema de clasificación es, en palabras de Miguel Ángel Lurueña, “fácil de interpretar, pero demasiado simplista”. Y añade: “Puestos a simplificar sería más recomendable clasificar en saludable o insano”. Para Beatriz Robles, “el sistema NOVA es público y objetivo, no ha lugar a la interpretación y podría ser un buen criterio”. Sin embargo, la letra pequeña de la app indica que “adapta y se basa en estudios científicos actuales del sistema NOVA”. Para Robles, “esa adaptación introduce un factor subjetivo desconocido, con lo que pierde imparcialidad sin hacer público el método de evaluación”. Y, como en Yuka, el asunto de los aditivos es un motivo de crítica. “Pone en duda la seguridad de algunos aditivos al calificarlos como ‘controvertidos’, lo que puede generar desconfianza y miedos infundados (quimifobia)”, analiza Lurueña. Además, como recuerda Robles, “indica que se basa en las opiniones de la EFSA y en estudios independientes, sin identificar dichos estudios. “Requiere de una evidencia científica más sólida para apoyar esa teoría”, remata Laura Saavedra.

Open Food Facts

En 2012, el programador francés Stéphane Gigandet lanzaba esta ‘Wikipedia de los alimentos’: una base de datos colaborativa, editada y financiada por voluntarios, sobre más de 800.000 alimentos. La ‘app’ es una versión simplificada de este proyecto.

  • Precio: gratis
  • Descargas: más de 500.000 en Google Play
  • Valoración media de los usuarios: 3,9 / 5
  • Valoración media de los expertos: 2,8 / 5

¿Cómo funciona?

La valoración de esta aplicación se realiza a través del sistema Nutri-Score: una escala de cinco letras y colores que representa la calidad nutricional de un alimento. Va desde el color verde (la A) para los productos más saludables hasta el naranja oscuro (la E), para los menos buenos. Además, ofrece información sobre los niveles nutricionales del producto por 100 gramos en grasa, grasa saturada, azúcares y sal. Como las dos anteriores, Open Food Facts también aporta información sobre los aditivos. En este caso, enlaza individualmente y redirige a la clasificación de este componente según la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) y la EFSA. También dedica un apartado a la huella de ecológica del producto, informando tanto de los materiales y el lugar de la fabricación del envase, como de la procedencia del alimento. En algunos productos se añade más información: marcas, alérgenos o etiquetas (‘bio’, sin gluten, veganos…).

Financiación. Se declara sin ánimo de lucro y se financia con las donaciones de voluntarios.

Los expertos opinan*

Lo mejor. “Lo más positivo es que utiliza un criterio objetivo, publicado por una entidad oficial (Santé Publique France): si cualquier consumidor coge los criterios Nutri-Score y se pone a calcular la valoración de un producto, obtendrá una valoración única y no interpretable, que será la misma que da la aplicación”, asegura Beatriz Robles. Además, todos coinciden en afirmar que se trata de una aplicación útil para comprar productos de la misma categoría. “Y los datos son abiertos, por lo que se pueden corregir de forma sencilla”, añade Del Caño. “Cuenta con una base de datos mundial de productos muy amplia”, reconoce Saavedra. Beatriz Robles recomendaría esta app a “consumidores con un conocimiento nutricional medio, que conozcan el sistema Nutri-Score”. Y Miguel Ángel Lurueña la aconseja “solo para comparar productos de la misma categoría”.

Lo peor. Uno de sus puntos débiles resulta de cálculo de Nutri-Score. “Al ser una aplicación colaborativa, algunas valoraciones no están bien calculadas”, afirma Robles. “Además, hay productos en los que el sistema Nutri-Score puede despistar. Por ejemplo, frutos secos o aceite de oliva (que son saludables, pero con la clasificación de esta app pueden parecer insanos) o refrescos sin azúcar, que no se pueden calificar de saludables, pero que obtendrían una buena puntuación”, apostilla Lurueña. En esta misma línea opina Del Caño: “Me gustaría que ofreciera más información. Nutri-Score es útil para comparar productos de la misma categoría, pero no para ver cómo son en exclusiva. Por ejemplo, encontramos con la misma calificación una Coca-Cola Zero y un Actimel”.

El CoCo

La ‘app’ del Consumidor Consciente cuenta con el asesoramiento de Maira Bes-Rastrollo, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública, y el dietista-nutricionista Juan Revenga. A finales de este mes, esta ‘app’ estrenará un nuevo sistema de valoración.

  • Precio: gratis
  • Descargas: más de 100.000 en Google Play
  • Valoración media de los usuarios: 4,5 / 5
  • Valoración media de los expertos: 4,1 / 5

¿Cómo funciona?

La aplicación emite un veredicto propio puntuando el alimento del 0 al 10, basándose en 3 fuentes científicas de referencia:

  • La clasificación de las 17 categorías alimentarias de la OMS de 2015.
  • El sistema NOVA, que evalúa el grado de procesamiento: alimentos sin procesar (NOVA 1), ingredientes culinarios (NOVA 2), alimentos preparados con dos o tres elementos de los grupos anteriores (NOVA 3) y los ultraprocesados (NOVA 4).
  • Los sellos de advertencia chilenos. El algoritmo aplica, en primer lugar, los dos primeros, y el resultado ofrece diferentes combinaciones:
  • OMS Sí, NOVA 1 o 3: 10 ptos.
  • OMS Sí, NOVA 4: 6 ptos.
  • OMS NO, NOVA 1 o 3: 5 ptos.
  • OMS NO, NOVA 4: 4 ptos

Porteriormente, se aplica el sistema de advertencias chileno, que descontará un punto según la cantidad de azúcar, sal, densidad energética y grasa. Así se obtiene una nota de 0 a 10. El nutricionista Juan Revenga insiste en que uno de los principales objetivos “se centra en ser transparentes con los usuarios, indicando las fuentes utilizadas”.

También aportará datos sobre los aditivos. “No va a sembrar la menor duda sobre la seguridad de ningún aditivo: si están autorizados por la EFSA, se considerará seguro”, explica Revenga. Sin embargo, sí ofrecerá una opinión personal sobre la función de cada aditivo, distinguiendo entre la tecnológica (relativa a antiapelmazantes, antioxidantes, agentes de carga…) y la cosmética, es decir, aquellos aditivos que se usen para disfrazar las cualidades organolépticas y sensoriales del producto (colorantes, edulcorantes, potenciadores de sabor, espesantes…). Financiación. La app se financia con recursos propios y próximamente incorporará suscripciones prémium.

Los expertos opinan*

Lo mejor. Para todos los expertos, es el sistema más completo. “Utiliza tres criterios objetivos, no interpretables, pero combinándolos para cubrir las carencias que cada uno de ellos pueda tener”, opina Beatriz Robles. Esta nutricionista recomienda que, si se descarga, además de emplearla para ver la valoración de alimentos individualmente, se use para comparar productos similares, porque pueden llevarse sorpresas: dos panes de molde aparentemente iguales, por ejemplo, pueden tener una calificación muy distinta. “Realmente sirve para elegir mejor”, apunta.

Lo peor. Los aditivos vuelven a estar en el foco de las dudas. “El punto débil es que se reserve un apartado para los aditivos con una valoración ‘personal’ (subjetividad), pero la forma de hacerlo reduce mis reticencias”, analiza Robles. Laura Saavedra concluye: “Ni esta aplicación ni ninguna de las anteriores pueden sustituir el consejo personalizado de un profesional sanitario”.

De la obsesión a la enfermedad

La información sobre alimentación se ha erigido en una de las principales herramientas de prevención de la salud. Pero la comida también puede convertirse en una obsesión que derive en un trastorno, una realidad para 400.000 españoles, según un reciente informe de la Fundación Fita. Los medios hablan con frecuencia de la ortorexia, un trastorno caracterizado por la obsesión por comer sano. Adelaida Trías, psicóloga en el Instituto de Trastornos de la Alimentación (ITA), explica: “Esta patología todavía no aparece en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5), ni la estamos viendo en consulta”. Por otra parte, la científica y divulgadora Deborah García Bello advierte sobre las implicaciones de entender la alimentación sana como identidad personal y social, cayendo en la búsqueda de la aprobación externa por las decisiones alimentarias –como likes en redes sociales, felicitaciones o comentarios de desaprobación de amigos o familiares–. Coincide Trías: “Puede ser nocivo en personas especialmente vulnerables a la aprobación externa o muy preocupados por la imagen”. No obstante, el origen de este tipo de trastornos es siempre multicausal. La psicóloga cita algunos rasgos indicativos o que predisponen al trastorno como inseguridad, baja tolerancia a la frustración, pensamientos circulares, hiperactividad, dificultades relacionales, además de restricciones alimentarias, purgas con vómitos o utilización de laxantes e incluso abuso de alcohol y otras sustancias y, en algunos casos, autolesiones.

Para todos los gustos y dietas

En el universo de las herramientas de escaneado también existen otras centradas en una información específica. Es el caso de la app de Sinazucar.org, una extensión de la web que, tras leer el código de barras de un producto de su base de datos, indica el contenido de azúcar, representado en terrones. Las intolerancias alimentarias son uno de los ejes de Alimenthia, una aplicación que cuenta con el asesoramiento de la nutricionista Jùlia Farré. El algoritmo permite seleccionar hasta 17 ingredientes y alimentos relacionados con alergias y malestares –entre ellos, lácteos, gluten, mariscos o frutos secos– y cinco patrones dietéticos distintos para veganos, ovolactovegetarianos o dietas bajas en sorbitol, fructosa o Fodmaps (los llamados carbohidratos de cadena corta, causantes de problemas digestivos en muchas personas).

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La informació sobre alimentació s’ha erigit en una de les principals eines de prevenció de salut. Però el menjar també pot esdevenir una obsessió que derivi en un trastorn, una realitat per a 400.000 espanyols, segons un informe recent de la Fundació Fita. Els mitjans parlen amb freqüència de l’ortorèxia, un trastorn caracteritzat per l’obsessió per menjar sa. Adelaida Trias, psicòloga a l’Institut de Trastorns de l’Alimentació (ITA), explica: “Aquesta patologia encara no apareix al Manual Diagnòstic i Estadístic dels Trastorns Mentals de l’Associació Americana de Psiquiatria (DSM-5), ni el veiem en consulta”. D’altra banda, la científica i divulgadora Deborah García Bello adverteix sobre les implicacions d’entendre l’alimentació sana com a identitat personal i social, caient en la cerca de l’aprovació externa per les decisions alimentàries –com ara likes en xarxes socials, felicitacions o comentaris de desaprovació d’amics o familiars–. Trias hi coincideix: “Pot ser nociu en persones especialment vulnerables a l’aprovació externa o molt preocupades per la imatge”. De tota manera, l’origen d’aquesta mena de trastorns és sempre multicausal. La psicòloga esmenta alguns trets indicatius o que predisposen al trastorn, com són la inseguretat, la baixa tolerància a la frustració, els pensaments circulars, la hiperactivitat, les dificultats relacionals, a més de les restriccions alimentàries, les purgues amb vòmits o l’ús de laxants i fins i tot l’abús d’alcohol i altres substàncies i, de vegades, autolesions.

Per a tots els gustos i dietes

A l’univers de les eines d’escanejat també n’hi ha d’altres que estan centrades en una informació específica. És el cas de l’aplicació Sinazucar.org, una extensió de la web que, després de llegir el codi de barres d’un producte de la seva base de dades, indica el contingut de sucre, representat en terrossos. Les intoleràncies alimentàries són un dels eixos d’Alimenthia, una aplicació que compta amb l’assessorament de la nutricionista Júlia Farré. L’algorisme permet seleccionar fins a 17 ingredients i aliments relacionats amb al·lèrgies i malestars –com ara lactis, glútens, mariscos o fruites seques– i cinc patrons dietètics diferents per a vegans, ovolactovegetarians o dietes baixes en sorbitol, fructosa o Fodmaps (els anomenats carbohidrats de cadena curta, causants de problemes digestius en moltes persones).

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