Los beneficios de crecer con una mascota

Los animales, además de colegas de juego, son unos excelentes compañeros de vida. A su lado los menores tienen un mejor desarrollo físico, emocional y social. En el plano terapéutico, los canes, por ejemplo, actúan como catalizadores, logrando establecer vínculos y favoreciendo el sentimiento afectivo.
1 noviembre de 2022

Los beneficios de crecer con una mascota

Los animales de compañía mejoran la salud física y psicológica de las personas. Distintos estudios médicos han confirmado que convivir con una mascota ayuda a reducir la presión arterial y los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Asimismo, proporcionan un importante apoyo social, contribuyen a disminuir el sentimiento de soledad y mejoran el estado de ánimo de las personas. Pero hay más. Para los niños y las niñas, cohabitar con un animal es especialmente provechoso. Los perros son los animales que más beneficios reportan. “Proporcionan más interacción física de la que podríamos tener con otros animales. Este hecho puede suponer una ventaja muy importante para los menores”, explica Jaume Fatjó, director de la cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona. 

Los canes no solo son grandes compañeros de juego, también facilitan el desarrollo y aprendizaje de ciertas habilidades emocionales y sociales. “Para las familias, el animal de compañía ofrece una oportunidad para cultivar en los menores el sentido de la responsabilidad y de la empatía, ya que dependen de nosotros para ser felices. Pero es importante que los adultos enseñen a los más pequeños a relacionarse bien con sus animales y, sobre todo, a respetar su necesidad de una cierta privacidad”, apunta Fatjó.

Mentes y cuerpos más sanos

Según un informe publicado en la revista médica Pedriatric Research, los niños de entre dos y cinco años que conviven de manera activa con un perro, es decir, participan en sus rutinas diarias, como el paseo y la alimentación, muestran un mayor desarrollo emocional y social. El trabajo evidencia que los menores tienen un 30% menos de posibilidades de presentar problemas de conducta o con sus compañeros de clase en comparación con otros menores que no tienen canes. 

El informe también subraya el importante papel que juegan las mascotas a la hora de fomentar el ejercicio físico y evitar el sedentarismo. De acuerdo con otra investigación impulsada por Human Animal Bond Research Institute (HABRI), los menores de familias con perros llevan una vida más activa: tan solo pasear con el animal supone sumar 29 minutos diarios de ejercicio. Para los investigadores, tener un perro puede ayudar a combatir la obesidad infantil, considerada como uno de los problemas más graves del siglo XXI por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A unas conclusiones similares ha llegado un estudio elaborado por un grupo de investigadores del departamento de Psicología de la Universidad Rovira i Virgili (URV), en Tarragona. Tras realizar un seguimiento a 120 niños de entre tres y cinco años y analizar el impacto del contacto con estos animales en su desarrollo social y emocional, resolvieron que la presencia de las mascotas desde los primeros años de vida es de gran ayuda.

Cómo incorporar un animal a la familia

Antes de dar la bienvenida a una mascota al hogar debemos meditarlo con calma. En mayor o menor medida, un animal cambia por completo las rutinas y las costumbres de la casa. Para verificar que estamos preparados para la adopción, la Fundación Affinity aconseja seguir estas pautas:

  • Reflexionar. ¿Cuál es el motivo por el que queremos un animal en la familia? 
  • Consensuar la decisión. La adopción es un compromiso de todos. Los menores tienen que saber qué papel desempeñarán en su cuidado.
  • Dedicar tiempo a buscar. No todos los animales son adecuados para un hogar. Hay que dejarse aconsejar por un veterinario o un responsable del centro de adopción.
  • Encontrar al compañero ideal. Será el que mejor se adapte a nuestros hábitos, rutinas y espacios.
  • Comprometerse con el cuidado. No son accesorios que podamos sacar de nuestra vida cuando queramos.
  • Valorar los recursos disponibles. Los cuidados pueden ser muy distintos dependiendo del animal. Algunos tendrán que visitar más al veterinario, otros requerirán más tiempo de ejercicio físico y otros necesitarán mucho espacio.
  • Recuento de obligaciones. Como cuidador hay que procurar el bienestar físico y emocional del animal de compañía.
  • Ser realista con las expectativas. Sin duda habrá momentos preciosos, pero otros se harán algo más cuesta arriba. Debemos estar preparados para entender la naturaleza del animal.

Sociabilidad y responsabilidad

Las ventajas de cohabitar con perros no solo se aprecian entre los menores en edad preescolar. Los niños de más edad y los adolescentes también reciben los favores de estos animales. Los canes ayudan a mejorar la autoestima, aportan sensación de seguridad, permiten que los menores desarrollen el sentido de la convivencia, enseñan a compartir –no solo en el ámbito material, también en el emocional–, reducen el sentimiento de soledad y disminuyen el estrés. “Cualquier comportamiento afectivo hace que segreguemos hormonas que tienen que ver con el bienestar psicológico”, apunta Elena Daprá, psicóloga clínica del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.

También ayudan a los niños y las niñas a socializar. “En el momento del paseo, por ejemplo, se produce un encuentro con otros niños que también tienen perro. El animal, en estos casos, se convierte en un nexo, un algo en común que permite comenzar a hablar”, subraya. Asimismo, los perros propician la adquisición de responsabilidades. “Si los padres quieren, se trabaja muy bien. Las responsabilidades conllevan un aprendizaje en valores. El hecho de utilizar la empatía impulsa el valor de no le hacerle al otro lo que no quieres que te hagan a ti. Además, los perros hacen que se reduzca la agresividad: el animal responde a lo que tiene enfrente y si el niño está agresivo, el animal lo estará; y al contrario”, resume la especialista. 

¿Hay una raza ideal para un hogar con niños?

Si hay niños en casa, la raza, el carácter del animal, el tamaño o la edad parecen importantes condicionantes a la hora de escoger. Sin embargo. es un error pensar que hay razas buenas y malas. Cualquier perro debidamente socializado y adiestrado en positivo puede convertirse en el mejor compañero de juegos, aventuras, alegrías y penas. 

Según un reciente estudio publicado en la revista Science, la raza tiene poca influencia en la personalidad de un perro: solo determina el 9% del comportamiento de los animales. Según explica Elinor Karlsson, bióloga computacional de la Universidad de Massachusetts y responsable del estudio (se analizaron más de 18.000 canes), “en lo que respecta al comportamiento del animal, es como la suerte en un sorteo”.

El comportamiento de los perros depende, principalmente, de la socialización, de la educación y del entorno que le proporcionemos los humanos. Los adultos son responsables de que el niño y el animal tengan una buena relación y generen un vínculo saludable. Tal y como destacan en la Fundación Affinity, “no solo es importante educar al perro, sino también educar y acompañar al niño en el proceso”.

Las mascotas pueden ser terapéuticas

En el ámbito terapéutico, los animales son excelentes mediadores. En Estados Unidos es muy habitual introducirlos como apoyo en las terapias psicológicas, como en los casos de menores con estrés postraumático (TEPT). Este trastorno se caracteriza por síntomas muy claros: alteraciones negativas en la cognición, bajo estado de ánimo, mucha evitación, sobre todo con lo relacionado con el hecho traumático, y pensamientos muy intrusivos. “El perro tiene algunas características que puede venir muy bien en los casos de pensamientos intrusivos. Un animal es un estímulo que refuerza el estar en un entorno seguro. Actúa, por tanto, como una base segura para experiencias, momentos y situaciones que hacen que el niño esté conscientemente en el presente”, explica Elena Daprá. “También evoca emociones agradables que, de alguna manera, compensan las emociones desagradables que tienen los menores por el hecho traumático”, añade Daprá. “La terapia con animales tiene un alto porcentaje de éxito con niños, sin embargo, no hay pruebas fehacientes de que esta mejora sea exclusivamente por los animales”, concluye la psicóloga.

Terapias hospitalarias

Cuando el perro se convierte en el mayor apoyo

Los perros son un importante soporte emocional para sobrellevar los momentos difíciles. La Fundación Aladina desarrolla una terapia con canes y niños con cáncer en colaboración con la Fundación Perros Azules. Lo cuenta Lorena Díez, directora de hospitales de la Fundación Aladina: “Trabajamos con pacientes desde los 3 hasta los 21 años. Las actividades que se realizan son distintas dependiendo de la edad. Con los más chiquititos, al principio, se les presenta al animal. Se les dice cómo se llama, se les explica y enseña a cuidarlo, a peinarle, a darle de comer, a pasearle. Luego se desarrollan juegos grupales o individuales. Hay muchas posibilidades para convertir ese momento de interacción en algo divertido y dinámico”, detalla Díez.

Con los adolescentes se aborda la terapia desde otro ángulo. “Hay una serie de momentos en los que la enfermedad se lleva peor. En esos casos, a través del animal, se consigue que un paciente que está en aislamiento y no quiere interactuar, saque una sonrisa. Los animales consiguen que salga de su habitación, que juegue e interactúe, que olvide dónde está o lo qué está pasando”, cuenta Díez.

Los perros están adiestrados para entrar en una unidad hospitalaria sin interferir en las rutinas. “No se distraen con los olores o ruidos. Tienen vacunas especiales y continuas para no contagiar a ningún paciente. En todo momento están acompañados y guiados por el terapeuta, que sabe cómo encauzar la labor. Lo que realmente se busca es lograr el bienestar físico, psíquico y, sobre todo, emocional de cada paciente”. Para que todo encaje, los terapeutas están en continuo contacto con el equipo médico. “Se les explica qué casos van a atender, en qué procesos están esos niños, que necesidades tienen ellos y sus familias. Acompañan en el tratamiento y en los momentos más complicados, como un fallecimiento”, sintetiza la directora de hospitales. 

En la Fundación Aladina fueron de los primeros en introducir las terapias con perros presenciales en una unidad oncológica. Una actividad que se ha extendido con otras organizaciones autonómicas. “Llevamos 20 años. Financiamos el 100% de estas terapias. Actuamos en los hospitales con los que tenemos convenidos firmados, que son muchos en toda España. Ahora se ve todo muy normal, pero ha sido muy complejo hacer entender a los equipos hospitalarios que un perro podría aportar y no iba a contagiar al paciente. Solo cuando comprobaron que la labor que se hacía era maravillosa y que todo iba viento en popa, hemos ido creciendo”, rememora Díez.

Intervenciones asistidas

La Asociación Internacional de Organizaciones de Interacción Humano-Animal (IAHAIO) define a las intervenciones asistidas con animales como “acciones con fines terapéuticos, educativos y/o lúdicos con las que se trata de sacar el mayor provecho de las interacciones entre humanos y animales con el objetivo de lograr los máximos beneficios para las personas”. Según explican desde GEMCA, grupo de especialidad en medicina del comportamiento de la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales, hay tres modalidades de intervenciones asistidas con animales: 

1. Terapia Asistida con Animales (TAA). Interacciones entre una persona y un animal con objetivos terapéuticos preestablecidos, actuando como parte integral de un proceso rehabilitador. Por ejemplo, a un menor al que le cueste dormir por la  noche, en una terapia asistida el perro le puede ayudar a ganar confianza y gestionar ese problema.

2. Educación Asistida con Animales (EAA). Consiste en incorporar un animal en aulas y clases de apoyo, facilitando y favoreciendo la adquisición de los contenidos curriculares mediante la motivación que supone la presencia del animal y el uso de técnicas visuales y divertidas. Por ejemplo, si una niña o un niño tienen problemas al leer en alto en clase y necesitan ganar autoestima, el perro en esta intervención le aporta seguridad para afrontar ese miedo.

3. Actividades Asistidas con Animales (AAA). Son actividades lúdicas con efecto terapéutico, pero sin objetivos concretos, en las que las personas se relacionan con el animal con el objeto de mejorar su calidad de vida. Por ejemplo, cuando un menor con cáncer no se quiere levantar de la cama, la llegada de un perro a la unidad de oncología le impulsa a levantarse y jugar.

Estas intervenciones con animales van dirigidas a una gran variedad de colectivos con diferentes tipos de patologías y necesidades especiales, incluyendo personas de cualquier edad y condición física o cognitiva. “Entre los distintos programas desarrollados en España, los ámbitos de la neurorrehabilitación, la educación, la salud mental, la integración social y la gerontología son los que acaparan mayor número. No obstante, existen otros posibles ámbitos de actuación, como en la violencia de género, instituciones carcelarias, ámbitos hospitalarios, estreses postraumáticos en niños procedentes de países en guerra, juzgados de familia…”, resumen en GEMCA.

Mucho más que el mejor amigo

De acuerdo con la Asociación Internacional de Organizaciones de Interacción Humano-Animal, solo los animales domésticos, entre los que se incluyen también los de granja, pueden intervenir en las terapias. En España, “la especie animal más empleada es el perro (95%, el 62%, en exclusiva), seguida del caballo (25%), animales de granja (13%), los gatos (13%) y las aves (7%)”, puntualizan en GEMCA. 

Los animales de intervención han de reunir unos criterios específicos adecuados a las necesidades requeridas en el programa. Son seleccionados “tanto por su morfología como por su comportamiento, equilibrado y predecible, tener una correcta socialización y ser entrenados con técnicas basadas en el refuerzo positivo. Deberán tener una educación y adiestramiento correctamente constituidos, un carácter sociable y cariñoso y capacidad de recuperación ante el estrés que pudiera generarse durante las sesiones”, recalca el grupo de especialistas. Y añade como muy importante que “el animal se sienta cómodo y alegre en todo momento, esté sano y presente unas buenas condiciones higiénico-sanitarias, llevándose a cabo revisiones veterinarias periódicas y un mantenimiento higiénico adecuado”.

En cuanto a los motivos que hacen que los perros sean la especie animal más utilizada, en GEMCA destacan su gran capacidad de aprendizaje. También subrayan “su carácter sociable y cariñoso con las personas, que ayuda a establecer vínculos y relaciones predecibles y seguras, favoreciendo el sentimiento afectivo”.

¿Qué piensan los niños de sus perros y gatos?

Además de los perros, convivir con otros animales domésticos como los gatos es una experiencia enriquecedora para los más pequeños de la casa. Para conocer el vínculo entre los animales de compañía y los niños, la Fundación Affinity ha realizado un estudio, único en en España, entre menores de entre 9 y 13 años. La principal conclusión es no solo existe una atracción natural entre humanos y mascotas, sino que los niños se sienten reconfortados con su compañía. 

La mayoría de los niños confiesan que disfrutan o les gustaría disfrutar de la compañía de un perro o un gato. Del 94% que ya convive con un animal, 6 de cada 10 afirma sentirse mejor cuando su mascota está cerca. “Comprobamos que el animal de compañía ayuda al niño a manejar momentos de ansiedad y de estrés, tal y como también observamos en los adultos. Por ejemplo, los niños que participaron en el estudio nos dijeron que cuando tenían un mal día o al despertarse de una pesadilla, el animal de compañía es aquel en quien buscan consuelo en primer lugar, además de en sus padres”, explica Jaume Fatjó, director de la cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona.