Ahorros importantes con idénticas prestaciones
Según el Instituto para la Diversificación Ahorro de la Energía (IDEA), la mayor parte de la energía que se usa en las viviendas españolas se dedica al uso de la calefacción y a la producción de agua caliente sanitaria. Ambas partidas suman el 66% del gasto energético familiar. El 34% restante se invierte en el uso de electrodomésticos (16%), en la cocina (10%), la iluminación (7%) y el aire acondicionado (1%). Conviene tener presente que el ahorro energético que se puede conseguir con un uso eficiente de los equipamientos de nuestras viviendas es muy importante. Por esta razón, es determinante analizar los datos de estos aparatos en función del uso que les vayamos a dar: a medio y largo plazo, los electrodomésticos más baratos pueden resultar caros si no se tiene en cuenta la información sobre su consumo energético. Con este propósito, la Comisión Europea puso en marcha en 1989 el sistema de etiquetas energéticas para informar a los usuarios del consumo de energía del electrodoméstico, generalmente en la forma de uso de la energía, eficiencia y/o costos de la energía, contribuyendo al mismo tiempo a controlar la contaminación medioambiental, puesto que la mayor parte de la energía que hay en el planeta procede de fuentes energéticas agotables.
Etiquetas energéticas, en pocas palabras
- Son obligatorias para electrodomésticos como frigoríficos, congeladores, lavadoras, secadoras, lavavajillas y lámparas de uso doméstico.
- Un electrodoméstico es eficiente si ofrece las mismas prestaciones que otros consumiendo menos energía.
- Hay siete etiquetas (A, B, C, D, E, F, G), identificadas cada una de ellas con un color. El consumo de los electrodomésticos con etiqueta A es el más eficiente y los que lucen una G son los que más consumen haciendo lo mismo.
- Las etiquetas sólo son comparables dentro de un mismo grupo de electrodomésticos: no debe interpretarse igual una D en una lavadora que en una bombilla.
- ¿Cómo se asignan las etiquetas de eficiencia energética? Se midió, en su momento, el consumo anual de frigoríficos, lavadoras, etc., y al consumo medio de los aparatos analizados se le asignó el punto intermedio entre las letras D y E (los niveles que quedan en posición intermedia entre la A y la G). A partir de ese punto, se calcularon las demás.
- La diferencia de precio entre un aparato de la clase A y otro de la clase C se amortiza en 5 años gracias a su menor consumo.
No hay organismos independientes que etiqueten los electrodomésticos: son los propios fabricantes quienes asignan las etiquetas después de contratar los servicios de laboratorios homologados. Además, en estas pruebas de laboratorio se permite un margen de error que puede ser de hasta un 15%. En este sentido, diversos estudios encargados por asociaciones de consumidores indican que “las clases energéticas mencionadas en las etiquetas no siempre se corresponden con la real y a menudo los aparatos se han situado en una clase más elevada de la que realmente les corresponde”.
La clave del ahorro se halla en los niveles de consumo y de rendimiento del electrodoméstico. Así, un frigorífico-congelador de clase A consume 340kWh al año, un 48% menos uno de clase D y un 60% menos que uno de clase G. En los diez años de vida útil que se le presupone, consumiría 5.100 kWh menos (el equivalente a unos 400 euros) que un frigorífico similar de la clase G. Además de las etiquetas energéticas, otras cuestiones en las que conviene fijarse son:
- ‘Clase climática’: temperatura ambiente recomendada por los fabricantes para garantizar el funcionamiento óptimo de los frigoríficos. Se indica con rangos de letra:
- SN’ 10ºC- 32º C
- N ‘ 16ºC- 32ºC
- ST ‘ 18ºC- 38ºC
- T ‘ 18ºC- 43ºC
- Selección de temperatura: los fabricantes recomiendan mantener el refrigerador a 5 ºC y el congelador a -18ºC.
- Tamaño: no compre un frigorífico más grande del que necesita, pues consumirá más de lo necesario y usted no lo aprovechará.
- Hielo y escarcha: son elementos aislantes y dificultan el enfriamiento del interior del frigorífico. Desde hace varios años, el mercado ofrece modelos no-frost (sin escarcha), que permiten una circulación continua de aire en el interior.
¿Queremos un lavado económico o uno rápido?
Los fabricantes ofrecen las siguientes recomendaciones según sea la respuesta:
- Lavado intensivo: el que más energía consume, dado que implica un calentamiento mayor del agua. Recomendado para ropa muy sucia o cuando hay cazuelas y sartenes que requieren un lavado más intenso. Es más rápido, pero consume mucho más.
- Lavado ecológico o económico: consume menos energía eléctrica -no supera los 50 ºC en los lavavajillas- pero puede durar una hora o más.
- Carga: para poner en marcha lavadoras o lavavajillas, es mejor esperar hasta que se encuentren llenos, pues su consumo será el mismo que si se utilizan medio vacíos. Es importante diferenciar el impacto en el consumo energético de la cantidad de agua usada y de la temperatura a la que el electrodoméstico va a funcionar. Es el aumento de la temperatura, pasar de agua fría a caliente y de caliente a muy caliente (superando los 50ºC), y no la cantidad de agua empleada, lo que hace que el consumo se dispare. Cuidado con los programas de media carga: consumen menos agua, pero la misma energía.
- Tamaño: es importante adquirir los lavavajillas de un tamaño que se ajuste a las necesidades de nuestro hogar. Quien tiene poca vajilla o la utiliza poco tardará mucho en llenar el electrodoméstico, con lo que acabará usando frecuentemente a media carga.
- Hoy se pueden adquirir lavadoras y lavavajillas bitérmicos: tienen dos tomas de agua independientes, una para el agua fría y otra para la caliente. De este modo, el agua caliente se toma del calentador o caldera y se reduce el tiempo de lavado y se ahorra energía.